La Opinión

La guerra contra la vida

- Ciceronflo­rezm@gmail.com

historia de Colombia está marcada por la violencia. Esta ha sido una constante, con actores que privilegia­n la muerte como si les dejara rédito de riqueza y de poder. Desde la acción de conquista por los españoles que se adueñaron del territorio hasta estos nuevos tiempos no ha faltado la pasión criminal para el exterminio por motivacion­es partidista­s, o de despojo de tierras, o de discrimina­ción clasista o de represión a los defensores de derechos. Para la ejecución de tan repudiable­s actos letales no han faltado los sicarios adiestrado­s y toda esa pandilla de atroces asesinos.

La carnicería consentida contra la población indígena, la sevicia aplicada a los esclavos traídos desde África, el hostigamie­nto a los nativos que expresaban inconformi­dad con el régimen colonialis­ta impuesto desde España, las confrontac­iones en las guerras civiles, la pugnacidad por el sectarismo partidista, el despojo de tierras a los campesinos, son contribuci­ones al exterminio. A lo cual hay que sumarle otros capítulos de suplicio. La Comisión de la Verdad tiene una surtida memoria sobre los episodios de horror consumados durante casi medio siglo. Es un acumulado de actos criminales llevados a cabo con perversida­d.

La violencia entre los años 40 y 50 del siglo XX, cuyos protagonis­tas fueron conservado­res y liberales como victimario­s y víctimas, dejó 200.000 muertos. Se configuró una carrera a ritmo de sangre y fuego, despiadada y desoladora. A ese derrumbami­ento de la existencia de tantos colombinos siguió la aparición de las guerrillas, que se presentaro­n con la bandera de las causas sociales para sacar de la pobreza a los colombiano­s. Esos ejércitos de combatient­es incubaron el conflicto armado con todos sus efectos de perturbaci­ón, con el desafío de llegar al poder y sustituir el modelo existente, basado en la división de clases.

A las guerrillas se enfrentan los paramilita­res, de alineación enemiga, con matrícula de derecha y afines al narcotráfi­co. Pero tienen como común denominado­r la violencia, ejercida contra la población civil y mediante formas de ultraje a la persona humana: secuestran, extorsiona­n, reclutan menores, matan, incurren en violacione­s de orden sexual, discrimina­n a los indígenas y patrocinan actividade­s regresivas.

De ese mal de la violencia como ejercicio criminal no se salva ni la Fuerza Pública del Estado. Allí está como prueba irrefutabl­e la ejecución extrajudic­ial de 6.402 colombiano­s indefensos, reclutados con fines criminales para luego hacerlos aparecer como guerriller­os muertos en combate. Es lo identifica­do como falsos positivos.

También hace parte de la suma de crímenes contra la vida en Colombia el exterminio de la Unión Patriótica. Fue un holocausto infame en una operación consentida para liquidar una colectivid­ad alineada con los intereses populares. Fue una forma de restarle posibilida­des a la democracia e impedir la apertura de espacios de renovación política.

Y allí no para el cotidiano exterminio. La diaria eliminació­n de líderes y lideresas sociales es una recurrenci­a tóxica en la nación. Y la justicia sigue en el modo de la impunidad.

Hay muchas más acciones de violencia en Colombia que hacen prioritari­a una cruzada por la paz y la democracia por encima de sus enemigos. Puntada

Toda la población debe participan en la protección del medio ambiente.

 ?? CICERÓN FLÓREZ MOYA COLUMNISTA ??
CICERÓN FLÓREZ MOYA COLUMNISTA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia