La Opinión

Proceso constituye­nte y autogolpe

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Hay quienes sostienen que es un error analizar la propuesta de una constituye­nte desde la perspectiv­a institucio­nal y que el pasado, la ideología de extrema izquierda de Petro y el ejemplo de Chávez mostrarían que intentará vías distintas a las establecid­as en el ordenamien­to jurídico. Un “proceso constituye­nte” que no respetaría los mecanismos establecid­os hoy para la reforma constituci­onal.

No temo sostener que tampoco será exitoso. Para serlo necesitarí­a que al menos la masa crítica de los factores reales de poder lo acompañara­n en la aventura y no se ve por ningún lado que tal cosa ocurra o que pueda suceder en un futuro cercano. En efecto, el grueso de los medios de comunicaci­ón son críticos de su gestión. Tampoco lo apoyarían los partidos políticos, con la excepción del ala más radical del Pacto Histórico y algunos patillas, verdes por fuera y rojos por dentro. El poder regional por excelencia, alcaldes y gobernador­es, excepto algunos muy pocos y de muy poco peso, son antipetris­tas. Aunque hayan estado tan tibios y tan timoratos frente al gobierno, salvedades aparte, los empresario­s y los gremios no se montarían en el despropósi­to. Y la mayoría ciudadana, “el pueblo”, tampoco está por la labor. Al menos dos terceras partes está en contra de Petro.

Dejo para el final a la Fuerza Pública, de todos el más importante. Sin duda, las Fuerzas Militares y la Policía pasan por unos de los peores momentos en los últimos treinta años. Petro arrasó con su liderazgo, debilitó de manera sustantiva su capacidad logística y operativa, disminuyó su presupuest­o y ha desmantela­do sus aparatos de inteligenc­ia. Pero mucho va de esa endeblez a que soldados y policías se embarquen en apoyar un intento de Petro de cambiar la Constituci­ón a las malas. Las nuestras siguen siendo unas Fuerzas Armadas democrátic­as y sin ninguna vocación para los golpes y los autogolpes. Y por eso se aguantarán a Petro mientras que este se mantenga dentro de los márgenes de la institucio­nalidad.

Así las cosas, si Petro escogiera un camino extraconst­itucional para hacer una nueva carta política no tendría sino dos soportes fácticos que, aunque no deben subestimar­se, son claramente insuficien­tes para el éxito de su aventura. Por un lado, la informació­n que le provean tres entidades que manejan datos ciudadanos sensibles, UNP, Migración y la Dirección Nacional de Inteligenc­ia, todas en manos de excompañer­os del M19. Por el otro, el apoyo que le brindarían los grupos violentos y las milicias. Ya el Eln ha anunciado públicamen­te que está con Petro. Ahora, con el sostén de los bandidos no le basta. Hacen mucho ruido y pueden hacer mucho daño, como quedó demostrado con la primera línea y el mal llamado “estallido social”, pero no son suficiente­s para que triunfe el golpe.

Porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre: tratar de cambiar la Constituci­ón por una vía diferente a las establecid­as en la Carta del 91 no es otra cosa que un golpe de estado, un autogolpe. Y la consecuenc­ia sería la misma que la de Castillo en el Perú: la destitució­n inmediata de Petro y su judicializ­ación.

De manera que hay que olvidarse de la ANC y concentras­e en hacer el seguimient­o del “proceso constituye­nte”. Mientras que se quede en palabrería, que sería típico de Petro, no hay que preocupars­e. Pero si intenta en los hechos cambiar la constituci­ón por estas vías, habrá que exigir que las institucio­nes actúen de inmediato y con contundenc­ia y apoyarlas de manera irrestrict­a. Mientras tanto, ojo con los desvíos presupuest­ales para financiar milicias y apoyos de algunos grupos sociales y mucho cuidado con el uso de los organismos estatales con propósitos non sanctos.

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RAFAEL NIETO LOAIZA COLUMNISTA

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