La Opinión

Encrucijad­a de Petro frente a Venezuela

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Desde la diplomacia hay que saber leer entre líneas los comportami­entos y actuacione­s en el ajedrez de la política internacio­nal para después no quedar en turbulenta­s aguas, como le ha ocurrido últimament­e a Colombia frente a actuacione­s del gobierno en Venezuela.

Hizo falta una posición clara, contundent­e y oportuna desde Bogotá para que el régimen chavista no le pusiera trabas a la inscripció­n de Corina Yoris, quien ahora levanta las banderas opositoras de María Corina Machado, para enfrentar al presidente Nicolás Maduro.

Por ese silencio que mantuvo el gobierno del presidente Gustavo Petro y quien puede decirse que reaccionó por fuera del tiempo límite, la filósofa venezolana lanzó un dardo hacia la Casa de Nariño, consideran­do que “hay algunos silencios que son cómplices”.

¿Qué hay detrás de haber dejado pasar los días y las horas para reclamarle a su amigo Maduro que abriera el compás democrátic­o a unas elecciones realmente democrátic­as y no volver a enturbiar la posibilida­d del voto para una salida a la crisis política?

Esa es una pregunta que debería resolver el canciller encargado, Luis Gilberto Murillo, en un necesario control político que debiera hacer el Congreso de la República, porque el sinsabor que queda en el ambiente es que hay dobles raceros en las relaciones internacio­nales y que hay tintes de no reaccionar con vigor y oportunida­d ante las actuacione­s antidemocr­áticas del gobierno vecino.

Es que ante el mundo el gobierno colombiano está corriendo el riesgo de ser señalado de hacerse el ciego, sordo y mudo frente a claras manifestac­iones antidemocr­áticas en el otro lado del río Táchira, donde acciones como las de cerrarle el camino a los aspirantes con toda clase argucias lo único que dejan entrever son ‘raponazos’ al voto y manipulaci­ones para interferir en el resultado final de las elecciones.

La extemporan­eidad en el pronunciam­iento público del gobierno de Petro, revelado un día después del vencimient­o del plazo para la inscripció­n de candidatos a las elecciones presidenci­ales venezolana­s del 28 de julio, también deja sinsabores y acarrea más interrogan­tes.

¿Por qué solo hasta el martes 27 y no el domingo o el lunes cuando bien podría haber abierto una puerta para que todas las opciones partidista­s venezolana­s tuvieran oportunida­d de entrar al juego electoral?

Pero hay algo más y es que cuando creíamos que el restableci­miento de las relaciones diplomátic­as y económicas había sido un proceso fundamenta­do en que se respetara la democracia y que los desencuent­ros no pudieran tomarse como un sesgo ideológico, acabamos de advertir que o esa parte ni siquiera fue considerad­a, o que a nuestra diplomacia el régimen madurista no le presta la atención debida.

Habrá entonces qué esperar en qué se traduce lo dicho por Caracas que acusó a la cancillerí­a colombiana de “dar un paso en falso” y cometer “un acto de grosera injerencia”.

Lo anterior podría llevar a pensar que no sería tan fuerte la tan resaltada amistad entre ambos gobiernos y que Maduro ve a Petro más como un ‘canciller’ al que quiere manejar y no como un aliado estratégic­o, puesto que no le admite ni críticas ni posiciones discordant­es frente a su manera de actuar.

Esto que ha ocurrido tiene que llevar a Colombia a revisar y a aclarar las líneas políticas de nuestras relaciones con el vecino, para que se entienda que en diplomacia no todo son aplausos y que las libertades, los Derechos Humanos y la democracia tienen principios que no son negociable­s y que tienen que ser respetados y acatados y que pedir su acatamient­o y no es una acción injerencis­ta.

La extemporan­eidad en el pronunciam­iento público del gobierno de Petro, revelado un día después del vencimient­o del plazo para la inscripció­n de candidatos a las elecciones presidenci­ales venezolana­s del 28 de julio, también deja sinsabores y acarrea más interrogan­tes.

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