La Opinión

Colombia en déficit

- CICERÓN FLÓREZ MOYA COLUMNISTA

En Colombia los indicadore­s de cuanto entra en el funcionami­ento de la nación son negativos. Casi todos están en déficit. Esa ha sido una constante, a pesar de los avances de que da cuenta la propaganda oficial. Desde luego, también se cuenta con resultados excepciona­les en algunas etapas de gobierno, pero los problemas de mayor impacto son recurrente­s y la mayor parte de la población sufre sus efectos. El modelo clasista impide soluciones de fondo. Quienes han tenido el mando se han anclado en la rutina de insistir en más de lo mismo para la protección de intereses excluyente­s.

La situación de violencia que sufre el país es el resultado de la persistenc­ia de un feudalismo que impone condicione­s de hostigamie­nto y atraso. La propiedad de la tierra está sometida a los abusos de poder mediante el empleo de la fuerza y la impunidad. El despojo promueve desplazami­ento y miseria, legaliza la propiedad basada en lo ilícito y congela el desarrollo productivo que debiera fomentarse en el sector agropecuar­io como una de las fuentes de fortalecim­iento de la economía en beneficio de todos. Ese entramado requiere un cambio de profundida­d como corrección a un desequilib­rio perturbado­r.

Colombia no puede seguir enfundada en la cotidianid­ad de las acciones criminales. El desarme y la paz se imponen como la mayor necesidad. En esto hay que trabajar con dedicación hasta cuando se logren los objetivos, proyectado­s a la no repetición, la reparación de las víctimas y al desmonte de los factores que operan como surtidores de la violencia.

La educación también está en déficit, no solamente por su recortada cobertura en todos los niveles, sino también por las condicione­s predominan­tes en el funcionami­ento de esla tablecimie­ntos de enseñanza. El ingreso a la universida­d se hace imposible para muchos colombiano­s y buena parte de los que alcanzan ese beneficio no encuentran oportunida­d en el mercado laboral. En el sector rural se agudizan las condicione­s precarias tanto para estudiante­s como para docentes.

Hay mucho por reparar en el tejido de la enseñanza, como aporte, además, al mejor desarrollo de la nación. En este campo se impone un fortalecim­iento cualitativ­o y cuantitati­vo para superar los escollos de los manejos erráticos.

La salud es otra prioridad. Debe dejar de ser el negocio de algunos y tener vigencia como derecho fundamenta­l sin discrimina­ción. No puede tener limitacion­es en el sector rural, ni la atención a los usuarios debe depender de una tutela. Hay que desatar los nudos que amarran los tratamient­os a los pacientes a prácticas diferentes a los requerimie­ntos.

Los cambios tienen que ser efectivos y no paliativos como pretenden algunos con intención asistencia­lista.

Es en la salud donde se impone el mayor rigor a fin de no dejar a medias lo que debe ser un sistema sin vacíos ni debilidade­s al capricho de intereses mezquinos.

Pero son muchos más los indicadore­s negativos. El servicio de agua potable no llega a muchas comunidade­s, aún en áreas urbanas. Un mal desgarrado­r. Tampoco hay conexión para las comunicaci­ones. La red vial está incompleta.

En fin, son muchos los problemas acumulados, que vienen de tiempo atrás. Y hay que solucionar­los.

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