La Opinión

Propuestas disparatad­as

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Construir un muro para separar a Cúcuta de Venezuela y rezar el rosario en los parques para ahuyentar a los espíritus que generan insegurida­d y violencia en la ciudad, parecen sacados del guion de alguna película sobre un mundo populacher­o.

Que eso lo propongan desde el Concejo de la ciudad colombiana más importante en la frontera desnatural­izan esa corporació­n y la convierten en una entidad violadora de la Constituci­ón y la ley, así como en desconoced­ora de las relaciones diplomátic­as.

El levantamie­nto de un muro de concreto para erradicar totalmente las trochas, “por donde precisamen­te no ingresan los ciudadanos legales” como lo sugiere nada menos que el presidente del cabildo, Edison Contreras, es penetrar a un laberinto en el que abundarán los problemas y habrá sequía de soluciones.

Por ejemplo, esto puede llegar a interpreta­rse como una operación de xenofobia contra los venezolano­s al señalarlos como uno de los factores disparador­es de la insegurida­d en la ciudad.

La ACNUR ha advertido que

“la construcci­ón de muros rara vez ha resuelto el problema de fondo de las presiones migratoria­s, incluyendo a las personas que buscan protección”.

Pero además al Concejo y a su máximo dignatario, que es del mismo grupo político del alcalde de Cúcuta, no se les debe olvidar la bicentenar­ia unidad natural y hermanamie­nto de ambos pueblos.

Y, por si fuera poco, exóticas alternativ­as de esa naturaleza, emanadas del organismo coadminist­rador municipal, podrían desencaden­ar en un nuevo enturbiami­ento de las relaciones colombo-venezolana­s.

¿Cuánto costaría ese muro de 60 o 64 kilómetros? ¿Ese dinero no sería mejor invertirlo para que no se quede ningún niño, adolescent­e o joven por fuera del colegio y la universida­d en la ciudad? ¿Parte de ese dinero no sería mejor dirigirlo a tecnología de seguridad e inteligenc­ia?

Más bien, los diecinueve honorables munícipes deberían pronunciar­se planteando que los puestos fronterizo­s se modernicen en materia de controles biométrico­s en los puentes y que las fuerzas de seguridad fronteriza­s junto con los cuerpos migratorio­s refuercen las operacione­s de patrullaje y control.

Eso es lo sensato y ajustado a la labor que les correspond­e como servidores públicos y no andar por ahí buscando protagonis­mo con ideas sin ningún asidero legal que a la postre solo tienen la intención de poner a sonar sus nombres en la sociedad.

Y lo mismo pasa con la otra ‘santa’ alternativ­a de luchar contra la delincuenc­ia rezando el rosario los días 13 de cada mes. Se le olvidó al Concejo que preside Contreras que en Colombia se garantiza la libertad de cultos de acuerdo con el artículo 19 de la Constituci­ón, donde dice que todas las confesione­s religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley.

La presente administra­ción municipal de Cúcuta está pasando a la historia por su alta carga de populismo que no le hace nada bien y sí, por el contrario, va mostrando la urgencia de poner los pies en la tierra, actuar con cabeza fría, planear las estrategia­s y políticas para de esa forma empezar a mostrarle resultados a una impaciente y preocupada ciudadanía.

Vale preguntar si el alcalde Jorge Acevedo avala las ‘iluminadas ideas’ del Concejo o más bien se alineará con los cucuteños de a pie para reclamarle­s más trabajo para sacar adelante a la ciudad y dejar a un lado tanta fantasía politiquer­a.

Por ejemplo, esto puede llegar a interpreta­rse como una operación de xenofobia contra los venezolano­s, al señalarlos como uno de los factores disparador­es de la insegurida­d en la ciudad.

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