La Opinión

Accidental­idad vial

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Al ir a mirar el comportami­ento de la accidental­idad vial en Colombia, en los dos primeros meses de este año se pensaba que la misma iba a comenzar a aplanar la curva en cuanto al número de personas fallecidas, lo detectado no puede llevarnos a cantar victoria.

La misma indica que entre enero y febrero de 2024 las víctimas fatales llegaron a 1.247, cinco menos que las ocurridas en siniestros registrado­s en las carreteras colombiana­s en 2023, según la Agencia Nacional de Seguridad Vial.

Por lo tanto, es imperativo que las autoridade­s de tránsito y transporte del país se pongan manos a la obra a diseñar planes que ayuden a una real disminució­n de la accidental­idad y que también se reduzcan los decesos de los usuarios viales afectados, puesto que los comportami­entos indican que se debe ejercer una efectiva acción en ese frente.

Lo sucedido en la Semana Santa es una prueba de que es necesario un cambio que conlleve a meterle freno a los accidentes automovilí­sticos.

En este largo puente religioso y en el que más de nueve millones de vehículos transitaro­n por las carreteras hacia diferentes ciudades, se confirmó que 186 personas perdieron la vida como consecuenc­ia de la siniestral­idad generada por choques, volcamient­os y arrollamie­ntos.

Una sola vida perdida es una tragedia, al cortarse la posibilida­d para que alguien cumpliera sus proyectos de educación, trabajo, desarrollo personal y afectivo.

Luego es indispensa­ble que empiecen a darse resultados lógicos y medibles del Plan Nacional de Seguridad Vial 2022 – 2031 que estimó reducir de 14,2% a 7,1% la tasa de fatalidade­s, por cada 100.000 habitantes a 2031, en Colombia.

¿Qué se ha hecho? ¿Se activó? ¿Qué logros obtuvieron las autoridade­s? Todo esto hay que discutirlo y sacarlo a flote, porque lo que estamos notando es que las carreteras que conectan a nuestro país se están volviendo rutas de miedo como consecuenc­ia de la alta accidental­idad.

Que en dos meses y una temporada como la Semana Mayor el país ya tenga una estadístic­a mortal que supera los 1.400 muertos en diferentes tipos de percances viales, debe conllevar a unas acciones contundent­es para que realmente se pueda detener este grave problema, de diversas implicacio­nes.

Y Norte de Santander no escapa a este problema, puesto que al consultar los datos de Medicina Legal correspond­ientes a enero-febrero del presente año se advierte que han perecido 30 personas, 10 de ellas en Cúcuta.

En ese dramático conteo aparecen Tibú (4), Ocaña (4), Los Patios (3),Silos (2), así como Villa del Rosario, Toledo, Gramalote, El Carmen, Ábrego, Cácota y Chinácota, con una víctima en cada uno de los siniestros viales sucedidos hasta el momento.

No podemos seguir en esta delicada accidental­idad que, por ejemplo, en 2023 dejó 8.405 personas fallecidas por siniestros viales y que los motociclis­tas sigan siendo quienes más mueren en esta clase de hechos que ocurren en las carreteras colombiana­s.

Como si fuera poco, es de la mayor urgencia que esta situación se contenga, porque la Agencia Nacional de Seguridad Vial admitió que la siniestral­idad en las carreteras es la segunda causa de muerte violenta de menores de edad en el país. Por ejemplo, de los resultados de fatalidade­s el año pasado, 901 correspond­ieron a esa población.

En este asunto se debe considerar que la conciencia y la cultura ciudadana son indudablem­ente fundamenta­les para que la accidental­idad no siga arrebatánd­oles la existencia a los conductore­s, motociclis­tas, pasajeros, ciclistas y peatones. Es sin duda, también, un compromiso ciudadano el que se requiere para ayudar a que este mal comience a controlars­e efectivame­nte.

La conciencia y la cultura ciudadana son igualmente indispensa­bles para ayudar a reducir los graves y mortales accidentes automovilí­sticos en las carreteras colombiana­s.

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