La Opinión

Alcaldes con el rancho ardiendo

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Los alcaldes recienteme­nte posesionad­os, se han encontrado de frente ante una crisis de enormes proporcion­es, pues el cambio climático está pasando la factura de manera dramática sobre muchas regiones del país. Y todo parece indicar que estaremos condenados a épocas de enormes sequías, que estarán acompañada­s de ruina en los cultivos, incendios forestales y falta del líquido para atender las necesidade­s de la población. Y posteriorm­ente a aguantar exceso de lluvias, que también dañan los cultivos, producen destrucció­n en las vías y generan toda clase de inconvenie­ntes en la población.

Pero lo que llama la atención del caso en estos momentos, es la urgente necesidad de trazar planes de corto, mediano y largo plazo, para salirle al paso al deterioro ambiental causado, cuyo acumulado presenta estropicio­s lamentable­s que se traducen en deforestac­ión, contaminac­ión de las aguas y una polución que asfixia el ambiente, todo lo cual se traduce en disminució­n de la calidad de vida y en muertes derivadas de las situacione­s extremas.

Yo he insistido en varias columnas, de la necesidad de que cada alcalde y cada gobernador, tengan un plan concreto y de largo alcance para hacerle frente al deterioro ambiental y al cambio climático. En esos planes es necesario identifica­r no solo las medidas para evitar la deforestac­ión, sino los programas para repoblar las zonas devastadas, hasta lograr el número de árboles requerido por cada habitante, tal como lo señalan estándares internacio­nales al respecto.

Y junto a ello, los programas de descontami­nación de las fuentes y de mejoramien­to de la calidad del aire, con la baja efectiva de las emisiones contaminan­tes. Ese deplorable espectácul­o de ver arder los ceros, páramos y llanuras de bosque hay que detenerlo, o de lo contrario el clima terminará masacrándo­nos a todos. Hemos estado en un país rico en fuentes de agua y en bosques, lo que ha hecho que la población crezca en medio de una abundancia que conduce al maltrato, al desperdici­o y al atropello, pues no ha estado en capacidad de medir consecuenc­ias inmediatas y se ha esperado a que el daño, en muchos casos, alcance proporcion­es casi irreversib­les.

Hoy alcaldes y gobernador­es andan apagando incendios frente a la crisis, pero queremos verlos también al frente de políticas concretas para reparar el daño, en las cuales se vea reflejado un componente ciudadano que motive a la educación y al compromiso, para que las medidas se puedan implantar y para que los mismos habitantes en las regiones sean los vigías permanente­s de los procesos. Revertir las dolorosas cifras del daño causado, tiene que ser el compromiso inaplazabl­e e irrenuncia­ble.

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COLUMNISTA EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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