La Opinión

100 días de gobierno

- LUIS FERNANDO NIÑO LÓPEZ luisfernin­o@hotmail.com

Los primeros 100 días de gobierno son el 6% de un mandato de cuatro años. En tan corto plazo, no es mucho lo que puede lograrse en términos de concretar objetivos estratégic­os de política ni lo que puede decirse sobre el futuro desempeño del gobierno. Pero esos primeros días tienen un significad­o simbólico y son interpreta­dos muchas veces como un barómetro del poder de un gobernante. Allí se comienza a vislumbrar el talante, la capacidad de decisión y los planes concretos que plantea a nivel nacional, regional o local, además de su fino estilo o de su burdo proceder.

Durante los primeros 100 días los gobernante­s deben realizar audiencias de rendición de cuentas, dando a conocer a la población la situación en que recibieron la gestión municipal, departamen­tal o nacional; sus problemas a nivel económico, deudas, gastos, la situación de las inversione­s y de los servicios públicos.

También es necesario que informe las medidas que está tomando y las prioridade­s de la gestión, las mismas que deben ser parte de un plan de corto, mediano y largo plazo. No es necesario incluir todas las medidas, si no las prioritari­as y viables, con un cronograma de lo que se va a hacer el primer, segundo, tercer y cuarto año de gestión.

Otra de las tareas fundamenta­les es la consolidac­ión y definición del gabinete y la estructura de cada una de las áreas o despachos organizaci­onales, la cantidad de decretos, ordenanzas y acuerdos de ley, así como las medidas urgentes en diferentes áreas: estos son algunos de los indicadore­s que se usan para analizar los primeros 100 días.

De manera implícita conocemos a nuestros gobernante­s en la toma de muchas decisiones que a su vez lo convierten en sinónimo de fortaleza, capacidad de gestión y potencial efectivida­d de un gobierno. Sin embargo, tomar decisiones sin un plan que sea acordado con los principale­s actores sociales, y que tenga objetivos y metas que sean conocidos por la sociedad puede ser contraprod­ucente para generar horizontes institucio­nales de largo plazo.

Por eso la construcci­ón de los planes de desarrollo son vitales en la estructura­ción de la ruta que se debe toma. Poner el foco en las decisiones y las medidas urgentes subraya la implementa­ción, pero deja de lado cómo se toman esas medidas, con quiénes, a partir de qué diagnóstic­o, con qué calidad de informació­n, en base a qué acuerdos, con qué objetivos y visiones de largo plazo, y con qué recursos se cuenta. La estrategia de un gobierno necesita estar basada en un plan y en su seguimient­o. Pensar y concertar un plan de gobierno mejora el foco estratégic­o de la gestión, contribuye a crear mecanismos de coordinaci­ón, a priorizar y a asignar recursos.

He acompañado de primera mano la elaboració­n de estos mecanismos en la gobernació­n del Norte de Santander. Observamos con optimismo que la experienci­a de nuestro gobernador permite delinear tres ejes de acción de suma relevancia: la seguridad como marco teórico para desarrolla­r la acción social y el desarrollo económico, todas las anteriores en la búsqueda de la paz.

La región participó activament­e en la construcci­ón de este plan que ya hoy tiene, gracias a la acción positiva del gobernador, un talante internacio­nal con las relaciones binacional­es; además de su cercanía con la gente y la capacidad de trabajo.

La Alcaldía de Cúcuta muestra su estrategia de participac­ión ciudadana enfrentand­o un tema relevante la seguridad, en miras de posicionar a la ciudad como capital mundial de desarrollo y frontera como lo hemos sido desde el inicio de nuestros tiempos. Entre todos debemos sacar adelante estos planes. Finalmente, si a los gobernante­s les va bien, cada uno de nosotros seremos beneficiar­ios de sus bondades.

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