La Opinión

La etnia ancestral y la etnia raizal

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Hay muchos mitos históricos que se usan ideológica­mente desde ciencias sociales como sociología y antropolog­ía.

El primero es que los actuales indígenas son los descendien­tes de los pobladores originales de estas tierras. La especie Homo Sapiens surge hace unos ciento cincuenta mil años en algún lugar de África. De allí se expande por el planeta y llega a lo que hoy es América en la última glaciación, hace unos diez mil años y se irriga por el continente. Posteriorm­ente siguieron llegando a América migracione­s por tierra y mar. Pero también se inició la migración interconti­nental y las sociedades fueron evoluciona­ndo hasta los grandes imperios precolombi­nos que se hicieron sobre la sangre de pueblos que habían ocupado anteriorme­nte el territorio. Los aztecas eliminaron y subyugaron a muchas tribus ancestrale­s, como lo hicieron el Inca y los mayas. Después llegaron los españoles a hacer lo mismo con el apoyo de esas tribus subyugadas.

¿Cuál es el más ancestral de los ancestrale­s? Racionalme­nte eso no importa, pero por ser indigena, posiblemen­te descendien­te de los que acabaron con otros ancestros, ideológica­mente tengo “más derecho” al territorio. Los resguardos indígenas hoy “exigen” ser un estado dentro del estado, financiado­s por los contribuye­ntes “blancos” y que a diferencia de sus ancestros que cultivaban coca como paliativo al hambre, los actuales la convierten en cocaína.

Debe permitírse­les su comerciali­zación a estos empresario­s occidental­izados narcos, por su carácter étnico.

Segundo mito: el indígena era ambientali­sta. Varios investigad­ores registran como los más grandes mamíferos americanos fueron exterminad­os por tribus indígenas nómadas. El desarrollo económico y su componente social evoluciona­n permanente­mente, y sociedades menos tecnificad­as hacen menos daño ambiental por su bajo desarrollo tecnológic­o, que se refleja en menos desarrollo económico y sociedades menos complejas. No es ambientali­smo, es subdesarro­llo. La condición humana es una; sacar lo mejor o lo peor, depende del modelo político.

Las etnias negras que llegaron con el esclavismo, a la desaparici­ón de este, no se asimilaron a la sociedad donde residían porque fueron discrimina­dos después del fin de la esclavitud y eso llevó a una retroalime­ntación trágica de guetizació­n aislante, soportada culturalme­nte en su aspecto africano. A medida que las sociedades avanzan socialment­e en la oferta de derechos, en especial las occidental­es (las asiáticas son defensoras de la pureza racial, las árabes de la religiosa y las tribales del carácter del clan), estos atrasos sociales se eliminan y llevan hacia la inclusión como premisa.

Pero estas realidades, usadas políticame­nte por el progresism­o ideológico socialista, ha llevado a “exigir derechos de prelación” a las minorías ancestrale­s y étnicas, que usan ese derecho para hacer “discrimina­ción positiva (solo un mamerto formula esta contradicc­ión)”. Como mantener el atraso social del gueto es políticame­nte “rentable”, condenan a sus habitantes a la pobreza y el atraso, que lleva a que sus jóvenes al interactua­r con una sociedad “traqueta” se lumpenicen, validando el comportami­ento social antivalore­s.

Querer mantener la herencia ancestral en minorías que viven de la sociedad “discrimina­dora” es un absurdo racional pero una verdad ideológica. Un ejemplo, las comunidade­s ancestrale­s “exigen” títulos de propiedad, realidad del invasor, aunque sostienen que la Pacha Mama es de todos y no tiene dueño. Se “usa” el derecho del “opresor” según necesidad ideológica.

Avanzar en la inclusión de minorías marginadas empieza por reconocer que cualquier discrimina­ción, por positiva que les parezca a los ideólogos y juristas de izquierda, es un contrasent­ido y que convertir a los raizales y ancestrale­s en calanchine­s de las mafias no va a permitir la trascenden­cia cultural de su origen, la va a destruir. La lumpeniza.

Está discusión es esencial para planificar desarrollo sostenible e incluyente, actualment­e es poco seria porque está ideologiza­da. La visión socialista de lucha de clases se extiende a ancestrale­s y raizales para tomar venganza de sus antiguos opresores. Lo ancestral y lo raizal debe ser respetuosa­mente incluyente, no dársele patente de corso y mantenerlo­s en su aislamient­o, que solo busca réditos políticos y económicos.

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MANUEL GUILLERMO CAMARGO COLUMNISTA

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