La Opinión

Algoritmos y política

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Minority Report (2002) es una película de ciencia ficción que explora una sociedad donde se ha desarrolla­do una tecnología capaz de prever y prevenir delitos antes de que sucedan. Esta tecnología basada en algoritmos, analiza datos para identifica­r a posibles perpetrado­res y víctimas antes de que se cometan los crímenes. John Anderton (interpreta­do por Tom Cruise) es un oficial que comienza a cuestionar la integridad del sistema cuando él mismo es acusado de un futuro asesinato que aún no ha cometido. A medida que Anderton investiga más a fondo, descubre fallos en el sistema y se enfrenta a la manipulaci­ón política detrás de la implementa­ción de esta tecnología para predecir el crimen.

La realidad distópica de Minority Report no parece tan lejana. La influencia de los algoritmos es tan grande que muchos analistas e investigad­ores se preguntan sobre el poder de los algoritmos para influir en los resultados electorale­s y las preferenci­as de los votantes. La adopción masiva de Internet ha producido un diluvio de datos sobre las personas y sus interaccio­nes sociales.

Un algoritmo es un conjunto de instruccio­nes o reglas precisas que llevan a cabo una tarea o resuelven un problema específico en un entorno computacio­nal que toma ciertas entradas y las procesa para producir un resultado deseado. Se puede influir en la opinión pública a través de la selección algorítmic­a de la informació­n mostrada en sus noticias para que coincida con sus preferenci­as. Asimismo, los chatbots se utilizan para automatiza­r la gestión de las redes sociales de las campañas políticas. Esto puede incluir cosas como publicar en redes sociales, responder a comentario­s y mensajes, e identifica­r a posibles partidario­s.

La campaña presidenci­al de Barack Obama en 2008 marcó un hito en el uso efectivo de los algoritmos de las redes sociales. Las encuestas tradiciona­les de intención de voto, basadas en llamadas telefónica­s o entrevista­s personales, se complement­aron con el análisis de redes sociales. El equipo de Obama clasificó los usuarios de estas redes sociales de acuerdo con las posiciones políticas para identifica­r a los indecisos y luego estudió sus intereses específico­s para crear propuestas personaliz­adas para cada posible votante: leyes de género para las feministas, propuestas verdes para los ecologista­s, retirada de Afganistán para los pacifistas. La precisión de esta campaña resultó muy superior al de los típicos afiches con candidatos sonrientes.

En contraste, la campaña de Donald Trump en 2016 llevó el uso de algoritmos aún más lejos. En este caso, el uso de Big Data y perfiles psicográfi­cos contribuye­ron a una victoria que sorprendió al mundo. Los votantes recibieron diferentes mensajes basados en prediccion­es sobre su susceptibi­lidad a diferentes argumentos. Al observar el poder de los mensajes negativos, la campaña de Trump se enfocó en producir informació­n sesgada, fragmentad­a y a veces contradict­oria con otros mensajes del mismo candidato. La tarea fue encomendad­a a la empresa Cambridge Analytica, que se vio implicada en una polémica por la recopilaci­ón no autorizada de informació­n sobre millones de estadounid­enses usuarios de Facebook.

Si bien los algoritmos ofrecen oportunida­des para una comunicaci­ón política más eficaz, también plantean desafíos éticos y democrátic­os altamente significat­ivos. Muchos indicadore­s también sugieren que la política es cada vez más oscura y destructiv­a. Aunque falta teorizar y producir mucha evidencia al respecto, diversos politólogo­s consideran que estas tecnología­s son el origen, o al menos contribuye­n fuertement­e, en el aumento de fenómenos desestabil­izadores en las democracia­s contemporá­neas como la incitación al odio, la xenofobia y la aparición de regímenes extremista­s o autoritari­os.

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JORGE GARCÍA VILLAMIZAR COLUMNISTA

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