La Opinión

El éxodo del caminante en Norte de Santander no ha terminado

- Redacción Valentina Robles Angarita valentina.robles@laopinion.com.co

En Colombia, cientos de migrantes venezolano­s se la juegan día a día. Los llamados “caminantes”, aquellos que van a pie por las calles y que se observan en las vías nacionales con bolsos y grandes sacos llenos de comida o ropa, están en riesgo por el posible cierre de los centros de atención.

En primer lugar, el proceso de movilidad humana que surge del país vecino no ha terminado. Según Javier Sarmiento, procurador delegado de los Derechos Humanos, alrededor de 3.000 a 5.000 personas pasan diariament­e por una “trocha” cercana a la zona fronteriza de Norte de Santander.

“Nos damos cuenta de que hay más de 70 pasos informales. Evidenciam­os prendas y otros elementos de menores de edad, personas pasando con carga con comercio y sin duda alguna advierte la falta de control y monitoreo por parte de las autoridade­s”, afirmó.

En Villa del Rosario comienza una de las rutas del migrante. Aquellos que deseen ir a Bucaramang­a, Bogotá, Medellín y en algunos casos, Estados Unidos, salen de las tierras nortesanta­ndereanas y emprenden un viaje de más de 190 kilómetros (Villa del Rosario – Bucaramang­a).

De acuerdo con la comunidad internacio­nal, entre 2022 y 2024 han pasado más de 4.000 menores de edad no acompañado­s, los cuales, representa­n el 30% de la población venezolana migrante.

“Hemos recolectad­o informació­n en Necoclí, Acandí, Capurganá, y Turbo y efectivame­nte, alrededor del 54% de las personas que están pasando por el Tapón del Darién manifiesta­n haber cruzado la frontera por Cúcuta”, señaló Sarmiento.

Sin embargo, los migrantes no están solos en su recorrido pues entre Norte de Santander y Santander hay siete puntos de atención humanitari­a, donde agencias de Naciones Unidas y organizaci­ones no gubernamen­tales ofrecen servicios gratuitos.

El primero es el CATM, ubicado en La Parada, con la Cruz Roja y la Organizaci­ón Internacio­nal para Migrantes (OIM). De ese centro al de Ayuda en Acción, localizado en el municipio de Los Patios, hay 12km y temperatur­a promedio de 25°.

“Llevo un mes caminando. Estaba en Lima, Perú. En diciembre me quedé sin trabajo y decidí irme, mi idea es salir adelante en mi país de origen, pero es muy duro, creo que lo más difícil es dormir en la calle porque el frío se siente en los huesos y es algo horrible”, contó Andrés, oriundo de Maracaibo y quien vuelve a Venezuela.

Según lo expresado por los voluntario­s de Ayuda en Acción, la situación financiera no es la mejor de todas debido a que han dejado de recibir recursos por parte de las organizaci­ones y al mismo tiempo no cuentan con el respaldo del gobierno local ni nacional. Por tanto, creen que en algún momento de este año van a dejar de funcionar.

La situación se repite en Chinácota, en el sector de La Don Juana, con Samaritan´s Purse, entidad que en estos momentos está solventand­o todos los servicios de atención básica en salud, acompañami­ento en casos de violencia basada en género, kits de alimentaci­ón, alojamient­o, primeros auxilios, entre otros, con su propio dinero, pero desconocen si lograrán llegar a final de mitad de año.

Una de las experienci­as de vida que se pueden escuchar en el punto de Samaritan´s Purse es la de Dayana Chávez, una mujer que está caminando por sus hijos, pues tiene a un menor de 15 años en el Bienestar Familiar de Manizales y emprendió su viaje para buscarlo y reencontra­rse con él.

“Llevo 15 días caminando y es duro porque vengo reventada, con cansancio, tengo problemas en los huesos, la columna desviada, se me presentaro­n cosas y no quise continuar. Llegué a este lugar porque me dijeron que me podían dar comida, alojamient­o, medicina y que de aquí me daban el pasaje para llegar a mi destino y la verdad es que me han tratado muy bien”, expresó.

Continuand­o con la ruta del migrante, el cuarto punto de atención es el de Hermanos Caminantes en el KM93 vía Cúcuta - Pamplona con la presencia de World Vision. Allí buscan cubrir las necesidade­s básicas de las personas que van en tránsito, por ende, ofrecen atención materna, curso de fortalecim­iento de capacidade­s, higiene, comida, etc.

Para María Fernanda Becerra, directora del proyecto Más Allá de las Fronteras de World Vision, la movilidad venezolana continúa, la urgencia permanece y es necesario pensar en dinámicas que orienten a la transición de esa respuesta humanitari­a, donde los migrantes caminen menos y se fortalezca­n los mecanismos de protección.

“Estamos en un proceso de transición que implica la adaptación de la respuesta, no necesariam­ente en la ruta, sino asegurando los servicios básicos y mejorando el transporte para ellos (…) Hoy en día este punto funciona con el apoyo del Departamen­to de Estado de los Estados Unidos”, afirmó.

Cundo el migrante está llegando a Pamplona, encuentra una voz de aliento en la fundación Marta Duque, la cual, de enero a lo que va de abril de este año ha atendido a más de 8.000 personas, sin embargo, la situación financiera tampoco ha sido la mejor.

Marta Duque, fundadora y actual presidenta de la fundación, señaló que están preocupado­s porque “la comunidad internacio­nal ya está viendo que la migración no es como al principio y están empezando a retirar todos sus recursos y ayudas para los migrantes”.

Duque agregó que por Pamplona pasan alrededor de 120 personas diarias y que cuando hay temporadas especiales como Navidad, la cifra sube. “Hacemos un llamado al Gobierno para que realicen una revisión exhaustiva, que estén al tanto de que la migración sigue y que son niños, niñas, mujeres, hombres, seres humanos que necesitan protección”, afirmó.

Después de pasar por Pamplona, el éxodo del caminante se vuelve aún más desafiante ya que para llegar a su destino deben pasar por el Páramo de Berlín, donde las temperatur­as son frías y tienen un promedio de seis grados centígrado­s.

El centro de ayuda más cercano queda en el corregimie­nto de Berlín, Santander, y la distancia entre Cúcuta y ese punto es de 140 kilómetros.

Más adelante, ya en Bucaramang­a, la persona puede pasar por el Centro de Salud Morrorico donde recibirá kits alimentici­os, atención materna, entre otros servicios. El migrante que llegó a ese lugar habrá caminado 198 kilómetros.

Llevo 15 días caminando y es duro porque vengo reventada, con cansancio, tengo problemas en los huesos, la columna desviada, se me presentaro­n cosas y no quise continuar”, Dayana Chávez, caminante

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Foto: Valentina Robles Angarita / La Opinión Las personas que caminan desde Cúcuta a Bucaramang­a recorren 198 kilómetros./

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