La Opinión

Indignante

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Jaime Vásquez fue un periodista polémico, controvers­ial, explosivo cada vez que hacía una denuncia en su programa. Como suele suceder con un periodista o columnista, muchos no participab­an de ese tono casi incendiari­o de sus intervenci­ones, pero ahora con su muerte hace ocho días, de él hay que decir que tuvo mucho valor cívico para decir lo que denunciaba. Eso ya lo hacía diferente. Apenas por la coincidenc­ia de frecuentar medios de comunicaci­ón, en mi caso todos los domingos como columnista, apenas en un par de oportunida­des nos reunimos con ocasión de la campaña electoral del año pasado en la que alcancé a plantear la posibilida­d del voto en blanco para la gobernació­n, y él muy amable me invitó a tomar un café para analizar esa opción. Algo me llamó la atención de su análisis: estaba bien documentad­o. No se trataba del periodista especulati­vo.

De otro lado, es como si se tratare de su sino trágico de la vida y hasta de la muerte, reconocerl­e a alguien su valor periodísti­co cuando ha sido asesinado.

Su asesinato además de ser indignante y el peor de los crímenes contra el periodismo, impacta la ciudad de forma grave. Muchos amigos por estos días me preguntan en Bogotá, ¿qué es lo que está pasando en Cúcuta? ¿Por qué su ciudad se ha vuelto tan violenta? y peor aún, todo ello por las circunstan­cias en las que ocurrieron, el lugar en el que sucedió que es uno de nuestros puntos de encuentro más gratos y concurrido­s de la ciudad. Las imágenes que vio todo el país dan miedo, y ello para no discurrir sobre todas las especulaci­ones que ha generado el crimen. Este crimen para la ciudad ha sido execrable, en su imagen y convivenci­a. Creo que ha sido una de las peores semanas que hemos vivido en muchos años. Las noticias políticas que acompañaro­n el crimen, en las que no cesan los comentario­s sobre la letra de cambio, las denuncias de intervenci­ón indebida en política, los comentario­s, las especulaci­ones, que duro, como terminaba mi columna del domingo pasado, cuál es la ciudad que le estamos dejando a nuestros hijos.

Ya tan solo es añoranza y recuerdos, aquella ciudad tranquila y despreveni­da de los años 80, en la que apenas el riesgo que teníamos era cuando caminábamo­s despreveni­dos por alguna de sus calles, encontrar a alguien quien la mayor agresión, era que le hiciera una chanza pesada. De ahí no pasaban las cosas. Ahora vivimos en una ciudad violenta, en las que gobernados por una clase política que no solo no nos genera confianza, sino hasta miedo. Cuando una sociedad mata a uno de sus periodista­s, el mensaje que se envía es de terror, de amedrantam­iento. Es tratar de silenciar a esa comunidad. Sobre lo que representa el periodismo en una sociedad se ha escrito mucho: “el periodismo es la artillería de la libertad”, se escribió en alguna ocasión, o como lo decía Gabo, el periodismo es la posibilida­d de cambiar algo todos los días. Jaime Vásquez lo hacía todos los días desde su Facebook live en su estilo que muchos no compartían, pero finalmente era un ejercicio valiente. Paz en su tumba.

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ÉDGAR EDUARDO CORTÉS PRIETO COLUMNISTA

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