La Opinión

Deforestac­ión y conflicto

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Celebrar el Día de la Tierra no resultó muy gratifican­te en Colombia, porque la deforestac­ión se niega a retroceder en nuestro territorio, persistien­do como uno de los devastador­es males contra el medioambie­nte.

El respiro vivido el año pasado cuando se registró una disminució­n que fluctuó entre el 35% y 40% quedó asfixiado porque ya en los tres primeros meses de 2024 el ‘cáncer’ revivió con un incremento del 40%.

Estar hablando de esto en un país diverso como el nuestro nos lleva a otra paradoja puesto que sigue ocupando una lista de diez en el mundo con mayor tasa de deforestac­ión, como lo señala un informe de World Resources Institute.

Aquí de lo que se trata es de un daño de mayúsculas proporcion­es puesto que la pérdida de bosques afectó a 66.083 hectáreas en 2023, prácticame­nte la mitad de las 128.455 hectáreas de 2022, teniendo en cuenta lo dicho por la citada organizaci­ón.

Además, para 2023 en los Parques Nacionales Naturales de la Amazonía colombiana se estimó una deforestac­ión de alrededor de 2.544 hectáreas. Es decir, solo el 7% de la deforestac­ión estimada para el año se concentró en este tipo de áreas.

Y para sorpresa de la ciudadanía, esta depredació­n de nuestros bosques es también un producto del conflicto armado, hecho que nos indica que el fragor de la violencia va dejando amplias zonas verdes completame­nte destruidas, con los consecuent­es daños y efectos para la naturaleza y el hombre.

Es preocupant­e lo indicado por Indepaz de que la disidencia de las Farc conocida como el Estado Mayor Conjunto ha empezado una colonizaci­ón dirigida en los departamen­tos de Caquetá y Meta. “Lo que ellos buscan es generar no solo la sensación, sino también el control de la población en ciertos espacios que el Estado no domina y donde el grupo armado puede ejercer presión, sobre todo en las zonas de especial protección ambiental. Controlan la forma de vida del campesino”, advierte la organizaci­ón investigad­ora.

En otra manifestac­ión que todavía faltan muchos esfuerzos por concretar y que es urgente desligar del conflicto armado al medio ambiente (llámese por los impactos de la minería ilegal y ahora la deforestac­ión), para lo cual debería llegarse a tratar en una mesa paralela para tratar ese caso, cuyas implicacio­nes para la seguridad alimentari­a, la estabilida­d medioambie­ntal, la preservaci­ón del agua y el cuidado de la naturaleza son evidentes.

El propio gobierno por intermedio de la ministra de Ambiente, Susana Muhammad, admitió la colonizaci­ón dirigida por actores desconocid­os” y “por actores que están trayendo personas vulnerable­s a operacione­s de deforestac­ión” en la región amazónica colombiana.

Ahí está ocurriendo una clara violación al Derecho Internacio­nal Humanitari­o puesto que las afectacion­es al medio ambiente están prohibidas como forma de presión armada, razón por la cual el Estado debería elevar la correspond­iente denuncia internacio­nal y no permitir esta clase de mecanismo para la demostraci­ón de fuerza por grupos que están negociando dentro del proceso de Paz Total.

Es urgente la fortaleza para desarrolla­r opciones para que la tala desbordada se logre frenar adecuadame­nte desde el Consejo Nacional de Lucha Contra la Deforestac­ión para fortalecer la investigac­ión criminal y más acciones en el territorio.

Este año hay una tendencia al alza en la deforestac­ión por la coacción de los grupos armados ilegales en la zona amazónica y el fenómeno de El Niño.

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