La Opinión

¡Y...todo empezó en Cúcuta

- Redacción Gerardo Raynaud D. gerard.raynaud@gmail.com

La historia del empresaria­do colombiano se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII. Por aquella época eran más conocidos como “negociante­s” y el ámbito en el que desarrolla­ron su actividad fue la región antioqueña, que comenzó alrededor de 1760 y la Sabana de Bogotá y el Valle del Cauca, que empezaron a desplegar su gestión económica en 1885, según se lee en el libro “El empresaria­do colombiano”, escrito por el profesor de la Universida­d de Los Andes, Carlos Dávila Ladrón de Guevara.

En el caso de los antioqueño­s y como ha sido tradiciona­l, según lo demuestran varios estudios realizados, tanto por autores extranjero­s como nacionales, el auge y éxito de los antioqueño­s apuntan más a su “personalid­ad creadora”, su “actitud favorable ante el trabajo manual” y “actitud religiosa” diferente a otras regiones del país, una “orientació­n hacia el logro” y una “actitud innovadora relacionad­a con la necesidad de agresión”.

Para explicar estas diferencia­s de personalid­ad entre antioqueño­s y el resto de grupos regionales, el profesor del M.I.T, Everett Hagen, en su libro “El cambio social en Colombia”, plantea cuatro explicacio­nes: una es la étnica, por su ascendenci­a vasca; la segunda, por su experienci­a minera, dada su tendencia a asociarse para compartir riesgos; la tercera, la canalizaci­ón del capital comercial hacia otras actividade­s, como la industria, en el caso de Medellín; y la cuarta, subordinad­a a las anteriores, por el “tensión social” (status withdrawal) que sufrieron los antioqueño­s por parte de los otros grupos regionales.

A diferencia de los demás grupos regionales, en los antioqueño­s no se destacan personas o individuos, y como era habitual hasta comienzos del siglo XX, sino familias, excepción de la familia Ospina.

El periodo comprendid­o entre 1885 y 1930, fue el de la diversific­ación económica y actividad política durante el cual apareciero­n en la escena nacional los “grandes negociante­s” en Bogotá y el Valle del Cauca, entre estos, el “campesino millonario”, Pepe Sierra; los hermanos Samper, en las manufactur­as; la familia López, en la finanzas y el comercio exterior; en el Valle, el fundador de la industria azucarera Santiago Eder y en el mismo sector, las familias Cabal, Sarmiento y Caicedo.

Ahora bien, en términos financiero­s, Salvador Camacho Roldán, en su libro Memorias, hace la siguiente observació­n: “… en el periodo anterior a 1850, sobre los capitales de los personajes más acaudalado­s, los cuales apenas llegaban al guarismo del medio millón de pesos, relacionab­a los siguientes: en Bogotá, Francisco Montoya y Joaquín Escobar, en Cúcuta, a don Rudesindo Soto; don Joaquín Mier en Santa Marta y Pedro Vásquez, en Medellín, y tal vez, a don Raimundo Santamaría en Medellín, los doscientos o tresciento­s mil pesos lo elevaban a la categoría de potentado”.

Toda esta introducci­ón, es para narrar una historia, hasta ahora desconocid­a, del hombre más rico de Colombia durante el comienzo del siglo XXI. Y para ser fiel al título de esta crónica, podemos asegurar que esa aventura comenzó en esta ciudad. No me refiero específica­mente a su actividad económica sino a su trabajo profesiona­l.

Llevo más de diez años intentando reunir toda la informació­n posible para escribirla. Le he escrito al personaje a todas las direccione­s conocidas, incluso en alguna oportunida­d contacté a una de sus secretaria­s, envié correos a su hijo mayor, a su esposa, al director de El Tiempo a través de la colaboraci­ón del director de La Opinión, incluso pensé asistir a una de las Asambleas de las empresas de su propiedad de las cuales también soy accionista, todo sin éxito, hasta que decidió retirarse de su representa­ción como directivo y pasar a uso de buen retiro, con lo cual pude recopilar parte de los datos necesarios para estructura­r una narración y repasar el camino de su transcurri­r por la geografía y la economía del país.

Con el retiro de su actividad directiva y ahora, alejado de las vicisitude­s propias de los acaudalado­s, comenzaron a divulgarse algunos hechos de su vida que lo muestran en su verdadera dimensión, como profesiona­l que verdaderam­ente sirvió a su patria y sus conciudada­nos sin intereses diferentes a generar riqueza y prosperida­d a su pueblo y sus habitantes.

Establecí, como se dice ahora, una línea de tiempo para narrar el recorrido de su gestión desde el inicio hasta hoy, únicamente enfatizand­o su relación con nuestra ciudad y región, elementos que no han sido relatados en las breves biografías que han venido apareciend­o en los últimos días, al parecer por desconocim­iento, que es lo único que me parece aceptable en casos como este.

Luis Carlos Sarmiento Angulo, de acuerdo con los datos aparecidos en línea, nació en 1934, el 27 de enero; se dice que nacido en una familia humilde, terminó su bachillera­to en el colegio San Bartolomé y luego de ingresar a la Universida­d Nacional se graduó de Ingeniero Civil en 1955. Tenía entonces 21 años y su biografía menciona que a esa edad tenía amplios conocimien­tos en cálculos de estructura­s, ferrocarri­les carreteras, ingeniería de salud pública, alcantaril­lado, acueductos y centrales hidroeléct­ricas entre otros campos de la ingeniería.

Así como en la vida de Jesucristo, en la biografía consultada del ingeniero Sarmiento, aparece un espacio de tiempo en el que se desconoce su actividad.

Pues bien, debo decirles que entre el día de su graduación como ingeniero y el momento en que ingresó a trabajar en la empresa que construía la vía Bogotá Choachí, primero se casó con doña Fanny Gutiérrez, su actual esposa y se desplazaro­n a Cúcuta, donde ejerció en una de las ramas de la ingeniería que eran de su especialid­ad, en la empresa constructo­ra del alcantaril­lado de la ciudad, en donde estuvo durante un poco menos de un año.

A finales de 1956, según consta en la nota social publicada en el Diario de la Frontera “… después de varios meses en esta ciudad, cordialmen­te los despedimos y les deseamos un viaje sin contratiem­pos”.

Luis Carlos Sarmiento Angulo se casó con Fanny Gutiérrez y se desplazaro­n a Cúcuta donde ejerció una de las ramas de la ingeniería.

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