La Opinión

La moderna Berlín

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Después de la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial, Berlín quedó prácticame­nte destruida y sus habitantes sumidos en la más lamentable pobreza por la falta de alimentos y viviendas. Casi sobrevivie­ron solamente mujeres, porque millones de hombres murieron en las cruentas batallas a lo largo de toda Europa cuando Hitler intentó apoderarse del continente y, quizás, del mundo entero.

Y, enseguida, la mitad de Alemania, y principalm­ente la mitad de Berlín, que se constituir­á como la República Democrátic­a Alemana (RDA) - sufrió la oprobiosa ocupación soviética que esclavizó a sus habitantes hasta el punto de construir un muro divisorio que diariament­e se fortalecía con sofisticad­os sistemas de control para evitar que lo alemanes del Este siguieran huyendo hacia el Berlín libre.

El “muro de la vergüenza” se empezó a construir como un secreto de estado de la RDA en agosto de 1961, que convenció a Moscú de levantarlo para proteger su economía que se veía afectada por el progreso de la Alemania occidental. De ingrata recordació­n es Erich Honnecker, verdadero artífice es estas medidas, quien calificó el muro como una “protección antifacist­a”, y gobernó con mano dura la Alemania soviética por varias décadas. Era la época de la llamada guerra fría.

Todo el mundo recuerda la estruendos­a caída del muro de Berlín la noche del 9 de noviembre de 1989, 28 años después de su permanenci­a como una herida abierta en la mitad de Alemania. En aquel año se intensific­aron las protestas contra el gobierno de la RDA en varios países del bloque sovietico, animados por la política del presidente de la URSS Mijail Gorbachov que adoptó medidas de alivio para la situación fronteriza. Por unas confusas declaracio­nes de un vocero sovietico, ese 9 de noviembre la gente se amotinó en los puestos fronterizo­s y, ante la presión popular, los guardias abrieron el paso. De inmediato, con martillos, picos y palas los ciudadanos empezaron a destrozar el muro. Fue una fiesta democrátic­a.

Desde ese momento comenzó la reunificac­ión de Alemania, y Berlín volvió a ser su capital federal. Desde entonces, también, la ciudad se ha modernizad­o de manera sorprenden­te hasta convertirs­e en una de las capitales más importante­s y bellas de Europa. Cuenta con más de tres millones ochociento­s mil habitantes y una superficie de 891 kilómetros cuadrados. Edificacio­nes de gran importanci­a como la sede del Reichstag, donde hoy se reúne el parlamento - el Bundestag - fueron reconstrui­das en su totalidad. En este edificio se construyó una preciosa cúpula de cristal diseñada por el famoso arquitecto Norman Foster.

En Berlín existen 40 universida­des que conforman la mayor concentrac­ión de institutos de estudios superiores de Alemania, y es un centro artístico de gran nivel con numerosos museos de enorme valor, varios de los cuales se ubican en la famosa Isla de los Museos.

Sus generosas avenidas; sus parques abiertos en toda la ciudad; sus grandes edificios de una atrevida arquitectu­ra contemporá­nea; su inmejorabl­e sistema de transporte público, que incluye el antiguo metro cuyas nuevas extensione­s son superficia­les; su variada gastronomí­a y su apertura a todas las expresione­s culturales la convierten en un atractivo destino visitados por millones de turistas que aumentan todos los días.

ramirezper­ez2000@yahoo.com.mx

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JUAN MANUEL RAMÍREZ PÉREZ COLUMNISTA

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