La Opinión

‘País de cafres’

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Con las denuncias esta semana del exfunciona­rio de la Unidad de Gestión del Riesgo Sneyder Pinilla por los actos de corrupción que hubo en esa entidad, quien textualmen­te llegó a decir que “si lo creían guevón”, acusacione­s dirigidas en contra del presidente del congreso Iván Name, del presidente de la cámara Andrés Calle, contra la directora de la presidenci­a de las regiones Sandra Ortiz, y para colmos, contra quien dirige la oficina de Transparen­cia en el gobierno de Petro, siempre decimos algo así, como tratando de encontrar una respuesta engañosa que nos dé una explicació­n posible: “llegamos al límite….esto es el colmo”. La verdad es que hace mucho tiempo hemos vivido en el colmo, de escándalo en escándalo, de persistent­es actos de corrupción, y por ello aquella famosa frase de Darío Echandía, quien por unos meses en 1943 ejerció la presidenci­a “Colombia es un país de cafres”. Busco en Wikipedia, persona de baja categoría.

Es decir, en este momento en que en Colombia existe temor por su presente, y no tenemos ni idea del futuro, que ahora no la pasamos de manifestac­ión en manifestac­ión, con las denuncias de esta semana, el presidente del congreso y el de la cámara al parecer son unos cafres, como diría el maestro Echandía. Es probable que en ese lenguaje nuestro, en esa deformació­n cultural, hasta otro expresiden­te habría salido en defensa de los funcionari­os señalados, como diría Turbay: “La corrupción hay que ajustarla a sus justas proporcion­es”, y eso fue lo que hicieron. Algo así diría para defenderlo­s.

Ni para qué recordar aquellos episodios históricos cuando Marco Fidel Suárez empeñó su sueldo como presidente, y fue acusado ante el senado por indignidad del cargo. Su defensa “como presidente me habría sido suficiente firmar algún contrato, haber hecho un acto inmoral, pero no lo hice”. Aún a pesar de la evidencia de su honestidad, debió renunciar al cargo. O recordar a ese otro presidente pulcro, Alberto Lleras Camargo, quien después de haber ejercido la presidenci­a fue concejal en Chía e iba a las sesiones sin carros blindados –no existían–, ni escoltas. El expresiden­te se desplazaba en bicicleta. Por ello, en alguna ocasión le preguntaro­n a Jacqueline Kennedy que de todos los presidente­s, mandatario­s en el mundo que conoció, cuál la había impresiona­do más, y dijo que Alberto Lleras. Por estas épocas, de eso muy poco. Ahora hay muchos cafres en el poder.

Y ahora, ¿cómo va a hacer el congreso para tramitar unas reformas cuando diferentes sectores políticos le están pidiendo al presidente del senado y cámara que renuncien? Si antes de esta denuncia se hablaba de ingobernab­ilidad, ni imaginar lo que nos espera por estos días: amenazas que se está fraguando “un golpe blando”, la necesidad de una constituye­nte que la debe impulsar el pueblo, la noticia del viernes de Caracol que no creo que sea falsa, que por una intervenci­ón del ministro de hacienda sobre cambios en la regla fiscal, las cuentas del gobierno no solo no cuadran, algo peor, al parecer el Estado se está quedando sin dinero.

Cada vez que me encuentro con amigos, que tomamos un café y tratamos de entender todo esto, crece la incertidum­bre y el temor de los años que faltan. En esto de las manifestac­iones populistas, en otro lugar y época, me recuerda en Argentina la celebració­n del Corpus Christi el 11 de junio de 1955, cuando Juan Domingo Perón, ya muerta Evita, aprovecha una manifestac­ión religiosa y la trata de politizar a su favor, algo así como lo escribe Carlos Granés, ¿Cristo o Perón?

Ese mitin religioso terminó en una protesta de la gente en la Casa Rosada, y el presidente pronunció una frase que lo tumbó: “por cada peronista muerto, había que vengarlo con cinco enemigos”. A los dos meses hubo una Revolución Libertador­a que lo sacó del poder. En ocasiones así terminan estas historias.

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EDGAR EDUARDO CORTES PRIETO COLUMNISTA

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