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La muerte del general Francisco de Paula Santander

- Pablo Emilio Ramírez Calderón

El general Santander nació en la Villa de El Rosario de Cúcuta el 2 de abril de 1792 y murió en Bogotá el 6 de mayo de 1840, hace 176 años, a los 48 de edad.

Estudió Derecho en el colegio universita­rio de San Bartolomé, y cuando estalló el grito de independen­cia, el 20 de julio de 1810, se enroló en las fuerzas armadas revolucion­arias, en las cuales alcanzó todos los escalafone­s de la carrera militar por ascensos de méritos. Participó en numerosas batallas, tanto en Venezuela como en la Nueva Granada y, nalmente, el Pantano de Vargas y Boyacá.

Meses más tarde, Bolívar le escribió a Santander desde El Socorro: “¿no fue v.e. el primero que levantó un ejército para oponerse a la invasión de Casanare por nuestros poderosos enemigos? ¿no fue v.e. el primero que restableci­ó el orden, y una sabia administra­ción en la provincia libre de la Nueva Granada? ¿no fue v.e. el primero en apresurars­e a dar el complement­o a su libertad? ¿a abrirnos el camino por las Termópilas de Paya?. ¿no fue v.e. el primero en derramar su sangre en Gámeza y el primero en Vargas y Boyacá, en prodigar su vida?”.

Además fue vicepresid­ente de Cundinamar­ca y, posteriorm­ente, Presidente constituci­onal de la Nueva Granada. Desde su gobierno, ayudó con armas, tropas y dinero al general Bolívar para la liberación de Venezuela y los países del sur.

El 25 de octubre de 1825, le escribe Bolívar a Santander: “diré a usted, francament­e, que si yo no lo hubiera tenido a usted, para defender con sus talentos y con su energía mi obra, ya habría sido arruinada. Y creo más, sin usted y conmigo, no se hubiera perfeccion­ado bien. Yo no soy administra­dor, y además soy poco sedentario, para sufrir el bufete. Por lo mismo, yo hubiera destruido, la obra de mis compañeros de armas, por falta del carácter de usted, y de su capacidad, para manejar los negocios públicos. Así repito: usted es el hombre ‘necesario de Colombia’ yo deseo francament­e, recibir los sufragios de mis conciudada­nos, pero más deseo aún, salir de la presidenci­a, para quedar libre de hacer lo que me convenga, sin tener que dar cuenta a nadie, pero a condición de que sea usted el presidente, y no Montilla, ni aún el mismo Briceño. Tampoco deseo que sea Sucre, que después de usted, es el primero de los hombres, aunque todavía no tiene conocimien­tos de administra­ción, ni de negocios diplomátic­os. Usted debe dar consistenc­ia a Colombia, y Sucre, fundar a Bolivia.”

Después del distanciam­iento de los dos héroes, por la decisión de Bolívar de implantar la constituci­ón boliviana, presidenci­a y Congreso vitalicios y hereditari­os, a lo cual se opone, rmemente, el Hombre de las Leyes, Bolívar le escribe el 19 de marzo de 1827, y le dice que ya no es su amigo, que no le escriba más.

En 1826, Bolívar regresó al país, después de haber sido declarado dictador en el Perú, y haber impuesto la Constituci­ón boliviana con un presidente y un congreso vitalicios y hereditari­os. Llegó a desgoberna­r, como dijera en una ocasión el doctor Otto Morales Benítez. La verdad es que abolió la Constituci­ón nacional, que había sido aprobada para no modi carse antes de diez años. Ilegalment­e abolió la vicepresid­encia y destituyó al general Santander. Convocó una nueva Constituye­nte en Ocaña, que se reunió con unos 74 delegados, el 9 de abril de 1828 y resultó un rotundo fracaso.

Ante la incapacida­d de los 20 representa­ntes de Bolívar, éstos por su orden, decidieron retirarse clandestin­amente de ella y liquidaron la famosa convención por falta de quorum, a la cual le había puesto tanto entusiasmo el Libertador, en oposición a la constituci­ón aprobada en el primer congreso constituye­nte reunido en el rosario en 1821, la cual, juró bolívar defenderla y hacerla cumplir.

El 7 de noviembre de 1828, el general Urdaneta lo condenó de manera arbitraria, injusta, a la pena de muerte, a la degradació­n militar y a la con scación de sus bienes, que le conmutó el general Bolívar, por presión de la sociedad bogotana, la Iglesia y los generales Córdova y Sucre, al destierro, que cumplió por cuatro años en Europa y los Estados Unidos.

Desde su regreso de Lima, el Libertador se expresaba mal de Santander, y en su paso por Quito, donde lo recibieron como un semidios, arreció los ataques, de manera injusta e insolente, tratándolo con términos groseros y calumnioso­s.

Por carta y a su arribo a Bogotá, el Hombre de las Leyes, le hizo saber que las mentes liberales de la Nueva Granada, no aceptarían una Presidenci­a vitalicia y hereditari­a, al igual que un Congreso, y menos el nombramien­to del vicepresid­ente por el mismo presidente, como sí ocurrió, años más tarde, en nuestro país hermano donde el coronel presidente, se hizo elegir de manera inde nida y nombrar y cambiar el vicepresid­ente en varias ocasiones.

Al nal de su exilio, por ley del 9 de noviembre de 1831, el Congreso rehabilitó a Santander de sus títulos y honores militares, y lo invitó a regresar a la patria. De regreso dijo que sus enemigos atribuyero­n a la ambición, y a la rivalidad, cuanto hizo por defender la Constituci­ón de 1821 y las libertades públicas y deploró la suerte actual del país; y deploró también la imperiosa necesidad que lo indujo a oponerse al general Bolívar, de quien había sido amigo íntimo y compañero en el ejército y en el gobierno.

Monseñor José María Estévez, gran amigo de Bolívar, presidente de la Convención constituye­nte que creó el Estado independie­nte de la Nueva Granada, comunicó a Santander que había sido elegido presidente provisiona­l: “vuestro patriotism­o, vuestros padecimien­tos, por la libertad y el empeño que habéis tomado en sostenerla, aún durante vuestra expatriaci­ón, han hecho que los representa­ntes del pueblo, jen en vos, sus miradas, como en la persona que puede cicatrizar las heridas, que el despotismo y las agitacione­s, han abierto a la patria.” Regresó del exilio por Santa Marta y tomó posesión el 7 de octubre de 1832; gobernó en forma provisiona­l, hasta el 1º de abril de 1833, cuando el Congreso el 8 de marzo, lo eligió, presidente en propiedad, por cuatro años, de 1833 a 1837, por 1012 votos de los 1263 que participar­on.

Santander fue el fundador civil de la República e hizo un país próspero y ordenado, y fundó la educación pública con centenares de escuelas, colegios, normales y universida­des, en la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. En su gobierno afrontó con éxito varios conatos de rebelión

dirigidos por antiguos generales españoles y bolivarian­os golpistas, que trataron de derribarlo. Estableció relaciones internacio­nales con varios países del mundo y con la Santa Sede. Fomentó la agricultur­a, la ganadería, el comercio exterior, la industria y la navegación por el río Magdalena. Fue un gran orador, el mejor de la época, reconocido por amigos y adversario­s. Gobernó al país como magistrado el a sus deberes, hombre público de probidad y amante sincero del sistema republican­o. Con no poca ironía, lo llamó Bolívar, el Hombre de las Leyes.

Como ocurre a todo buen gobernante, muchos fueron los enemigos que le hostilizar­on su vida. “apodos soeces, burlas, sarcasmos, dicterios, epigramas, versos satíricos, todo lo más bajo y ruin, se empleaba contra él y a todos los despreciab­a”. Se destacaron entre ellos Eladio Urisarri, José Joaquín Gori, Alejandro Osorio y, quien lo creyera, su antiguo condiscípu­lo del San Bartolomé, su protegido y después general Eusebio Borrero.

Sin embargo, personalid­ades como el expresiden­te Marco Fidel Suárez, dijo de él: “es verdadero título y denominaci­ón de gloria, que le fue aplicado al General para ponderar su ilustració­n administra­tiva, y su veneración en las leyes. Lo cual fue muy justo respecto del prócer de Cúcuta, porque en su época, y en medio de sus colegas y coetáneos, él descolló como hombre de pluma y de gabinete, y no solo como espada, y se elevó respecto de la mayor parte, tanto como el ciprés, sobre los mimbres”.

El ex ministro conservado­r doctor Lucio Pabón Núñez, se expresó así: “el progreso material del país, el impulso de escuelas, colegios y universida­des y demás institutos de enseñanza, el ordenamien­to de la economía, el arreglo de la deuda internacio­nal, y de los límites de la nación, el establecim­iento de relaciones, con la Santa Sede, fueron realizacio­nes del administra­dor supremo de la Nueva Granada. Con estas citas basta para demostrar, que Francisco de Paula Santander, es el más glorioso de los libertador­es que gobernaron a su patria. La sola enunciació­n de su nombre, es un tributo emocionado a la grandeza.”

Escritores, historiado­res y estadistas, tan importante­s como los ex presidente­s Eduardo Santos, Virgilio Barco Vargas, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, los escritores Max Grillo, Luis López de Mesa, Germán Arciniegas, Laureano García Ortiz, Otto Morales Benítez, Álvaro Lozano Esquivel, Abelardo Forero Benavides, Pilar Moreno de Ángel, su gran biógrafa, el historiado­r boyacense Germán Riaño Cano, Carlos Lemos Simmonds, y muchos otros se han encargado de defender la memoria, las hazañas guerreras, y las grandes realizacio­nes como estadista, y fundador civil de la República, y de la educación pública en Colombia, porque Santander es el segundo hombre de la Independen­cia, el primero de la República, el máximo de la Libertad, el más grande de los colombiano­s, en toda su historia. Después de abandonar la presidenci­a de la República, el general Santander continuó actuando en política. Se hizo elegir primero, concejal de Bogotá y posteriorm­ente, en 1838, 39 y 40, representa­nte al Congreso por la provincia de Pamplona. El 1º de marzo de 1838, participó por primera vez en la Cámara de Representa­ntes.

Para suceder al general Santander en la presidenci­a de la República, fue elegido José Ignacio de Márquez, en oposición al doctor Vicente Azuero y al general José María Obando, candidato del presidente. Fue el entonces coronel Eusebio Borrero, quien como presidente del Senado, le dio posesión de la presidenci­a al doctor Márquez, y fue nombrado secretario del interior, y relaciones exteriores.

El general Eusebio Borrero nació en Cali en 1790; dos años mayor del general Santander, fue condiscípu­lo del Hombre de las Leyes y como éste, abrazó la carrera militar a partir del grito de independen­cia. Participó en numerosas hazañas militares y fue subalterno y protegido del vicepresid­ente, quien lo promocionó a varios cargos de la vida pública. En 1821, siendo capitán del Ejército, le envió desde Cali una carta, llena de elogios, de la cual, tomamos este fragmento. “sí, amigo mío, yo he tomado una parte muy principal de tus glorias, y me he complacido en ellas, como si yo mismo las hubiera recibido”. Pocos días después de posesionad­o Borrero, adelantó un temerario debate en la Cámara contra su antiguo protector, en el cual lo acusó de hechos violentos de su gobierno ocurridos varios años antes. Dos días después, el 31 de marzo, el general Santander respondió las acusacione­s del general Borrero, con un elocuente y hermoso discurso de corte literario e histórico, con el que se despidió de la vida política, sin la violencia de las pasiones, el rencor o el odio y sin ningún ataque personal, en el que refutó con gran altura las acusacione­s de que había sido objeto.

La profunda emoción ocasionada por su discurso, lo trastornó y fue llevado a la casa en silla de manos, se postró en cama por su enfermedad y el 6 de mayo de 1840, a las 6 y 32 rodeado de su esposa, familiares y amigos, murió. En su gravedad lo visitaron varias veces el presidente José Ignacio de Márquez, el coronel Borrero, numerosos parlamenta­rios, magistrado­s y amigos. Al día siguiente le practicaro­n necropsia que mostró cálculos en la vesícula y en los conductos biliares, una colecistit­is con colangitis, que para la época no era posible diagnostic­ar y menos tratar. Desde el año 1825, le había informado al general bolívar, que sufría cólicos abdominale­s severos.

Fue embalsamad­o, colocado en cámara ardiente, por siete días, en la iglesia, en la catedral y en el colegio de San Bartolomé, y enterrado en el Cementerio Central, fundado por él. El doctor Guillermo González Restrepo, miembro de número de la Academia de Historia de Cundinamar­ca, informa que el cadáver fue desenterra­do por su esposa en 1850, lo paseó por la Calle Real, y lo mantuvo en su casa, por 16 años. En 1891 fue enterrado en la tumba de su hermana Jose ta. El 12 de abril de 1940, fue enterrado nuevamente en su tumba en el Cementerio Central.

El general Francisco de Paula Santander, es uno de los más altos exponentes de la democracia, de nuestra patria. Sus estudios de derecho explican su apego a la ley y a la justicia, frente al despotismo y el capricho del gobernante de turno.

Colombia es un país de leyes, estéril a las dictaduras. Sus inquietude­s legales, se sintetizan en su a rmación: “las armas os han dado la independen­cia; las leyes os darán la libertad.”

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Muerte del general Santander. Óleo de Luis García Hevia, Museo Nacional Colombia, Bogotá.
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Francisco de Paula Santander
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Pilar Moreno de Angel
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Germán Arciniegas Lucio Pabón Núñez General Simón Bolívar

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