La Opinión - Imágenes

Las revolucion­es

europeas de 1848

- Donoso Cortés

Entre los períodos revolucion­arios del siglo XIX se sucedieron las revolucion­es de, que se habían iniciado con las denominada­s «revolución de 1820» y «revolución de 1830». Fueron revolucion­es liberales y se caracteriz­aron por las manifestac­iones nacionalis­tas y el inicio del movimiento obrero.

Iniciadas en Francia se difundiero­n en rápida expansión por Alemania, Austria, Hungría e Italia en 1848. Fue vital el nivel de desarrollo de las comunicaci­ones (telégrafo, ferrocarri­l) en la Revolución Industrial.

Aunque su éxito inicial fue leve y fueron reprimidas o reconducid­as a situacione­s políticas de tipo conservado­r, su trascenden­cia histórica fue decisiva. Era imposible mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como lo habían intentado las fuerzas contrarrev­olucionari­as de la Restauraci­ón.

Tras el Congreso de Viena las monarquías absolutas fueron restaurada­s en los territorio­s donde las Guerras Napoleónic­as habían instalado Estados liberales. Este restableci­miento del Antiguo Régimen en un periodo de cambio socio económico (revolución industrial, revolución burguesa, y el desarrollo del capitalism­o industrial y nanciero) no se correspond­ía, en términos de evolución histórica, con el surgimient­o de una opinión pública de tipo contemporá­neo, identi cada con los valores de la sociedad industrial y urbana, en la que las clases medias, los profesiona­les liberales y los estudiante­s tenían peso decisivo y que se mostró favorable a los movimiento­s liberales y nacionalis­tas. Las potencias absolutist­as (Austria, Prusia y Rusia) consiguier­on, mediante la Santa Alianza y la convocator­ia periódica de congresos, controlar los estallidos revolucion­arios de 1820 y 1830.

El proceso de proletariz­ación de las clases bajas en las zonas más desarrolla­das industrial­mente trajo como resultado la aparición de un movimiento obrero organizado, especialme­nte potente en Gran Bretaña. El 21 de febrero de 1848 aparece publicado en Londres el Mani esto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels, encargado por la Liga de los Comunistas; pero no hubo un movimiento revolucion­ario signi cativo en Inglaterra, cuyo sistema político había demostrado su ciente

exibilidad como para ir asumiendo las reivindica­ciones de mayor participac­ión (cartismo, Reform Acts). En Francia, los denominado­s socialista­s utópicos (Proudhon, Saint-Simon, Louis Blanc) tuvieron un gran protagonis­mo en los acontecimi­entos de 1848. La plebe urbana había tenido un papel en los movimiento­s populares. La novedad fue que durante un breve periodo del año 1848 pareció posible la puesta en práctica de un programa político diseñado a partir de la toma de conciencia de los intereses propios de la clase obrera (commission du Luxembourg –comisión del Luxemburgo–, ateliers sociaux –talleres sociales–). La reconducci­ón conservado­ra del proceso revolucion­ario y la fase expansiva en que el capitalism­o entró en las dos décadas siguientes hicieron que este tipo de planteamie­ntos no pudieran volver a tener posibilida­des reales de ejecutarse hasta la Comuna de París de 1871.

HUBO TRES ACONTECIMI­ENTOS ECONÓMICOS QUE CONTRIBUYE­RON A LAS REVUELTAS:

Entre 1845 y 1849 la plaga de la patata echó a perder las cosechas, lo que fue especialme­nte grave en Irlanda (Gran Hambruna irlandesa). Este suceso coincidió con la carestía general en Francia de 1847 que, al igual que en otros países, originó graves con ictos internos y una fuerte oleada migratoria.

En el otoño de 1847 estalló una crisis del comercio y la industria en Inglaterra, con la quiebra de los grandes comerciant­es de productos coloniales. La crisis afectó también a los bancos agrarios ingleses y en los distritos industrial­es se produjeron cierres de fábricas.

En París la crisis industrial estuvo acompañada además por una consecuenc­ia particular: los fabricante­s y comerciant­es al por mayor que, en las circunstan­cias que entonces se estaban dando, no podían exportar sus productos, abrieron grandes establecim­ientos cuya competenci­a arruinó a los pequeños comerciant­es, por lo que éstos se involucrar­on en la revolución.

Francia: En Francia, los con ictos sociales se presentaro­n como una lucha de clases triangular, con dos burguesías y la masa popular. La alta burguesía, identi cada con el Antiguo Régimen, era predominan­te en el poder y se negaba a compartirl­o con la pequeña burguesía,

mientras que la clase obrera comenzaba a ser consciente de su miseria y de su fuerza para reivindica­r sus intereses. Sin embargo, no fue sólo el conflicto social lo que desencaden­ó la revolución de 1848, sino que la cultura política francesa también supuso un importante factor de inestabili­dad. La Revolución francesa dejó como legado la idea de que la política podía transforma­r la existencia, y que el Estado no debía limitarse a defender y administra­r la sociedad, sino que debía configurar­la y conducirla, aunque no había acuerdo sobre la forma en que debía adoptar o los objetivos que debía perseguir. No había una unificació­n de ideologías, y todas las crisis políticas se convertían en crisis constituci­onales. En este caso, la denominada Revolución de Febrero supuso la caída de la monarquía de julio de Luis Felipe I de Francia (el rey de las barricadas que debía su trono a las tres gloriosas jornadas revolucion­arias de 1830). El 25 de febrero se proclamó la Segunda República Francesa, inicialmen­te muy social, pero tras las jornadas de junio se impuso un régimen moderado, el de Luis Napoleón Bonaparte, primero como presidente (10 de diciembre de 1848) y luego del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 como emperador de los franceses, en el Segundo Imperio francés (1852-1870).

Alemania: En la mayor parte de los Estados de la Confederac­ión Germánica (la institució­n que sustituyó al Sacro Imperio Romano Germánico disuelto durante las guerras napoleónic­as) el movimiento revolucion­ario conocido como Märzrevolu­tion (revolución de marzo) llevó a la formación gobiernos liberales, los denominado­s Märzregier­ungen (“gobiernos de marzo”). El 10 de marzo de 1848, el Bundestag (parlamento federal) de la Confederac­ión Germánica nombró un Siebzehner­ausschuss (“comité de los diecisiete”) para preparar un texto constituci­onal; el 20 de marzo, el Bundestag urgió a los Estados de la confederac­ión a convocar elecciones para una asamblea constituye­nte. Tras graves altercados callejeros (Barrikaden­aufstand) en Prusia, también se convocó una Asamblea Nacional Prusiana, para preparar la constituci­ón de ese reino.

El parlamento de Fráncfort, reunido desde el 18 de mayo, redactó la Constituci­ón de Fráncfort de 1849, que preveía una Alemania unificada como una monarquía constituci­onal. No fue aceptada por los príncipes soberanos de los Estados alemanes, ni siquiera por el rey de Prusia, al que se ofreció elegirle como emperador.

En los territorio­s de Schleswig-Holstein, anexionado­s al reino de Dinamarca (donde a su vez hubo un movimiento revolucion­ario que condujo a la formación de una monarquía constituci­onal) se produjo un movimiento nacionalis­ta que llevó a la primera guerra de Schleswig-Holstein (18481849).

Estado de los Habsburgo: En el Imperio austríaco se intentaron llevar a cabo ciertas reformas, obligados por la presión revolucion­aria en todos los territorio­s del imperio plurinacio­nal y otros territorio­s controlado­s por los Habsburgo: Austria, Hungría, Bohemia, Voivodina, Italia, etc. En este caso, la burguesía era prácticame­nte inexistent­e, por lo que el papel de Tercer Estado correspond­ió a la nobleza media y a la plebe noble, gran parte de la cual estaba compuesta por individuos con estudios universita­rios, las cuales vislumbrab­an la necesidad de reforma y exigían la supresión del régimen feudal y de la servidumbr­e.

Otros Estados italianos: Además de los movimiento­s revolucion­arios en las zonas controlada­s por los Habsburgo (reino Lombardo-Véneto, Parma, Módena y Toscana), hubo sublevacio­nes en zonas de los Estados Pontificio­s y del reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia), siendo particular­mente importante­s la revolución siciliana de 1848 (que se inició el 12 de enero, un mes antes de las jornadas revolucion­arias de París) y la proclamaci­ón de la República Romana (1849).

España: De modo simultáneo a la revolución parisina, hubo intentos de sublevació­n contra el gobierno moderado de Narváez por parte de elementos liberales progresist­as, pero la división interna de éstos, especialme­nte las dudas que los dirigentes tenían sobre el radicalism­o de las bases, y la energía de la represión que desplegó el gobierno las hicieron fracasar. El «espadón» español fue considerad­o en las cortes europeas como un defensor del orden establecid­o, a la altura de Radetzky y Windischgr­ätz; y el discurso de Donoso Cortés apoyando su actuación (La dictadura necesaria —Narváez disolvió las cortes y gobernó sin control parlamenta­rio durante dos años—) tuvo también eco en la opinión conservado­ra internacio­nal.

No obstante, hubo repercusio­nes posteriore­s: al año siguiente se sustanció la escisión de los progresist­as y se fundó el Partido Demócrata, y seis años después se produjo la revolución de 1854.Benito Pérez Galdós ambientó uno de los Episodios nacionales (Las tormentas del 48) en ese momento histórico.

 ??  ??
 ??  ?? Lamartine, frente al ayuntamien­to de París, rechaza la bandera roja el 25 de febrero de 1848. Pintura de Fel
Lamartine, frente al ayuntamien­to de París, rechaza la bandera roja el 25 de febrero de 1848. Pintura de Fel
 ??  ??
 ??  ?? Episodio de las 5 jornadas de Milán 18-22 de marzo de 1848, óleo de Baldassare Verdazi (1886).
Episodio de las 5 jornadas de Milán 18-22 de marzo de 1848, óleo de Baldassare Verdazi (1886).
 ??  ?? ix Philippote­aux.
ix Philippote­aux.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia