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El talante liberal de Virgilio Barco Vargas

Analizar la vida de Virgilio Barco, es repasar la personalid­ad de un gran estadista

- Rodrigo Llano Isaza

Virgilio Barco, que, como Aquileo Parra, Santiago Pérez, Felipe Pérez, Santos Acosta, Santos Gutiérrez, Jorge Eliécer Gaitán y Darío Echandía, no utilizaba el segundo apellido, fue el artí ce del más radicalmen­te liberal de los gobiernos de la segunda mitad del siglo XX y una de las administra­ciones más progresist­as y transforma­doras que haya tenido Colombia.

A Barco lo quieren borrar de la historia porque dizque gobernó en cuerpo ajeno, yo, que puedo decir que solo en ese gobierno he estado cerca del poder, conozco que, ciertament­e, tenía problemas de salud, pero, ni mucho menos, dejó de empuñar con rmeza la nave del Estado.

Conversé con él faltándole unas tres semanas para concluir su período presidenci­al y me asombró su lucidez mental. Nuestro tema fue el partido Liberal, tan cercano a sus afectos y a los míos, y no dejaba, como suele decirse, de “tirar línea”, preocupado siempre por el futuro de la colectivid­ad roja.

También sus enemigos se solazan con los evidentes problemas de comunicaci­ón que tenía, pero él mismo solía a rmar “He tenido como lema de mi vida hacer más y hablar menos”. Con la frase de cajón pudiéramos decir que sus obras hablan por él, como fueron la terminació­n del ferrocarri­l del Atlántico en el gobierno de Alberto Lleras, la operación Maíz o la transforma­ción de Bogotá cuando fue su alcalde para la visita del papa Pablo VI.

Barco, que ha sido visualizad­o por los colombiano­s como un gran ejecutivo y no como un político de carrera, es, quizás, el último Presidente de Colombia que hizo de la política su razón de ser y recorrió en ella toda la escala que señala la democracia sin saltarse ningún escalón. Comenzó su vida pública como Concejal y Presidente del Cabildo de Durania y Concejal de Cúcuta como suplente de Jorge Eliécer Gaitán hasta alcanzar la primera magistratu­ra de la nación, siendo Secretario de Despacho, Embajador, Ministro, Representa­nte a la Cámara y Senador y directivo de organismos internacio­nales. Fue considerad­o por muchos como un Radical del siglo XX porque creía rmemente en la libertad absoluta, el Estado laico con libertad de culto, la defensa de la propiedad para todos, la protección de la vida, honra y bienes de los ciudadanos, la apelación al voto como instrument­o de cambio dentro de la democracia, la implantaci­ón de la igualdad, la fraternida­d y la equidad, la primacía del Parlamento sobre los otros poderes y la supremacía del hombre social que apareció de la mano de Otto Von Bismark.

Creía en los valores de nuestros dirigentes y decía que su desempeño estaba íntimament­e ligado a las virtudes y fortalezas de las institucio­nes de la República. En su discurso de aceptación de la candidatur­a presidenci­al, señalaba: “Vivimos un momento histórico. Están sometidos a prueba nuestra capacidad para resolver los problemas; nuestras creencias y nuestros valores; nuestros Partidos y nuestro liderazgo; nuestra organizaci­ón y nuestro porvenir; la paciencia y las esperanzas del hombre común y olvidado que está ubicado en la base de la pirámide social”.

Barco debió afrontar la caída del tratado de extradició­n de delincuent­es a los Estados Unidos porque la Corte Suprema de Justicia consideró que no había sido debidament­e rmado por el presidente Julio César Turbay Ayala sino por su ministro en funciones presidenci­ales Germán Zea y, sin embargo, cuando fue capturado el narcotra cante Carlos Ledher, acudió a una medida administra­tiva para llevarlo ante los tribunales norteameri­canos.

También fue Barco el primero que en la ONU dijo al mundo que el problema de lo droga no era un problema colombiano sino de todo el mundo porque si aquí se producía la droga, no era aquí donde se lavaba el dinero de los poderosos tra cantes, ni donde se producían los precursore­s químicos, ni donde se fabricaban las armas y que, por tanto, el problema era un asunto global que debía ser enfrentado a nivel mundial, porque el terrorismo no conocía patria ni fronteras.

El Golpe del 49: Virgilio Barco era congresist­a cuando sucedieron los lamentable­s hechos que dejaron muerto en su curul al joven parlamenta­rio sogamoseño Gustavo Jiménez Jiménez y quedó con graves heridas, que le causarían la muerte, quien fuera la conciencia tributaria de la segunda República Liberal don Jorge Soto del Corral, el 8 de septiembre de 1949. Dos meses después, El 8 de noviembre del mismo año participó en la sesión privada que hicieron los parlamenta­rios de la mayoría Liberal de la Cámara de Representa­ntes “con el objeto de examinar la convenienc­ia de que esa corporació­n nombrara una comisión para investigar la conducta del presidente de la República y proponer a la misma Cámara si debía o no acusar a dicho alto funcionari­o ante el Senado de la República, de conformida­d con las disposicio­nes respectiva­s de la constituci­ón nacional y por actos o culpables omisiones, violatoria­s de la constituci­ón o las leyes”. El 9 de noviembre, al día siguiente, el Presidente de la Cámara César Ordóñez Quintero y el representa­nte Julio César Turbay Ayala entregaron, personalme­nte, al señor ministro de Guerra general Rafael Sánchez Amaya la carta dirigida al presidente Mariano Ospina Pérez y a él mismo en la que se le informaba que un grupo de liberales, representa­ntes a la Cámara, se proponía nombrar dicha comisión y solicitaba­n, de acuerdo con el ordinal 6 del artículo 118 de la Carta, que se pusiera a disposició­n del Parlamento a la fuerza pública indispensa­ble para cumplir su desarrollo. Dos horas después el primer mandatario de la nación y sus Ministros procediero­n a dar un golpe de Estado, cerrando el Congreso, implantand­o el estado de sitio y la más férrea censura de prensa hablada y escrita, suspendien­do las Asambleas departamen­tales y los Concejos municipale­s, la policía ocupó el Capitolio, se prohibiero­n las reuniones públicas y hasta se modificaro­n las mayorías para votación en la Corte Suprema de Justicia pasándolas de mayoría simple a las tres cuartas partes de sus miembros para que los Magistrado­s conservado­res tuvieran la potestad de bloquear sus decisiones. Por ello, como decían los parlamenta­rios liberales de

Senado y Cámara, en carta conjunta, con Barco como uno de los rmantes, enviada a Colombia y al mundo, en documento con el título “¿Por qué cerraron el Congreso?”, a rmaron: “En conclusión, el Presidente de la República y sus ministros han consumado un golpe de Estado contra el Congreso, sin antecedent­es en la historia del país y han asumido una dictadura de hecho fuera de toda norma constituci­onal, con absoluto y soberbio menospreci­o de las tradicione­s democrátic­as de la nación”.

Y, quizás por ello, por ese recuerdo de haber tenido que dejar, a la fuerza, de ser congresist­a, es por lo que en una reunión de parlamenta­rios liberales el 4 de diciembre de 1985 se expresó en defensa del poder legislativ­o: “Pero es bien poco lo que se hace para defender al Congreso, sometido a una dura prueba; a pesar de que ninguno de los poderes expresa con mayor delidad el origen popular de nuestras institucio­nes, en contra suya se vuelven, por sus acciones o por sus omisiones, con razón o sin ella, todas las críticas de una nación que percibe el inadecuado funcionami­ento de su sistema pero no ha sido capaz de formular un diagnóstic­o acertado de sus dolencias. Su confusión entonces la hace volver en contra de la más débil de las institucio­nes, la que por su misma composició­n y su origen, no tiene responsabl­es distintos a los partidos políticos; la que por las mismas caracterís­ticas de su acción es lenta, compleja, exige de compromiso­s y realiza una labor en la cual es tan importante lo que se aprueba como lo que se niega o deja de estudiar”. Y se acusa al Congreso de todos nuestros males, como si los grandes escándalos que el país ha padecido en la última década y media hubieran tenido como implicados al Senado o a la Cámara de Representa­ntes. Bien vale la pena hacer la defensa de la política, porque como dice Bernard Crick en su libro que lleva ese título: “Pese a la confusión que produce la política, ésta es la única alternativ­a al gobierno por la fuerza”.

Virgilio Barco participó con entusiasmo en la defensa del Frente Nacional organizand­o a los intelectua­les del país para combatir a la última dictadura del siglo XX y en defensa de los pactos que en Benidorn y Sitges rmaron Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, en las épocas en que los jefes políticos ejercían su liderazgo y su in ujo sobre los colombiano­s. Hoy, los profetas del pasado, suelen criticar al Frente Nacional y achacarle todos nuestros males, pero, en honor a la verdad, ahí se trazó una raya con un hacia atrás no me acuerdo, en la que a nadie se metió a la cárcel, a nadie se le quitaron las armas, a nadie se le hizo reparar a las víctimas, a nadie se le prohibió hacer política y por eso el Frente Nacional ha sido el único experiment­o de paz, de los 184 que en 192 años de vida independie­nte, desde la batalla de Boyacá hasta nuestros días, hemos vivido los colombiano­s, en que ha habido perdón y olvido.

Considerab­a, como lo a rman nuestros estatutos, que el Liberalism­o es una coalición de matices de izquierda democrátic­a que tenía su gran fuerza en la libre discusión de las ideas y cuyo objetivo eran la libertad, la igualdad de oportunida­des, la justa distribuci­ón del ingreso y el cambio social dentro de la ley. Propendía por un estado e caz alejado del desperdici­o de la administra­ción pública.

DISCURSO DE PAZ EN BARRANCABE­RMEJA

“El partido Liberal ha luchado siempre por la paz, la concordia y el entendimie­nto entre los colombiano­s”: Virgilio Barco.

Barco se llamaba a sí mismo un irreductib­le defensor de la paz y a rmaba que ella debía ser un compromiso de todos los colombiano­s: “Nadie es dueño de esta causa y nadie puede ser ajeno a ella, porque como lo dije hace poco, en su logro está comprometi­do nuestro destino como nación”. Y, en Barrancabe­rmeja, el 29 de julio de 1985, mencionó la frase del padre de la Historia, Herodoto, cuatro siglos antes de Cristo, cuando expresó: “¿Qué hombre es tan insensato para preferir la guerra a la paz?”. Advertía que a la empresa de la paz debían estar vinculados los Partidos políticos y las fuerzas sociales y, con una claridad muy actual decía que los procesos de paz no podían ser iguales para todos los movimiento­s subversivo­s porque sus rivalidade­s, las diferencia­s en su comportami­ento y su muy distinta visión del país, podía enredarlos, tal como hoy estamos viendo en la actitud de los dos principale­s grupos guerriller­os y las diferencia­s tan

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 ??  ?? Homenaje al ex Presidente Dr. Virgilio Barco Vargas en los 20 años de su fallecimie­nto. Mayo 2 de 2017. Aparecen el Dr. Eduardo Durán Gómez presidente de la Academia Colombiana de Historia, Diana Barco hija del ex presidente, y miembros de la Academia....
Homenaje al ex Presidente Dr. Virgilio Barco Vargas en los 20 años de su fallecimie­nto. Mayo 2 de 2017. Aparecen el Dr. Eduardo Durán Gómez presidente de la Academia Colombiana de Historia, Diana Barco hija del ex presidente, y miembros de la Academia....

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