Los fusiles de la madre Carrar
Madre Carrar es esa madre que intenta que sus hijos no participen en la lucha y esa defensa de la neutralidad la lleva a acabar dentro de esa misma guerra junto con los dos seres queridos que le quedan vivos: su hermano y José, su hijo menor sobreviviente. Así volvemos a ver a una de esas mujeres que encontramos en tantas obras referentes a batallas o guerras, mujeres luchadoras aunque no por convicción poítica sino por protección o defensa de lo suyo. Bretch pensaba que en todas las guerras, en todos los con ictos existirán estas madres que se implican en las guerras no por convicción sino por defender a los suyos de esas mismas contiendas. Madres y esposas que lucharán contra la guerra, no contra los enemigos.
Siempre será preferible ver la vida sobre un escenario que sufrir en directo el zarpazo malsano de quien pretende poner y ponerse la vida a su servicio. (Los fusiles de la señora Carrar, 1937), basada libremente en Riders in the
sea (Jinetes hacia el mar, 1904), un breve drama del irlándés John Millington Synge sobre una madre que ha perdido a su marido y sus cinco hijos, todos pescadores, y trata en vano de evitar que su último hijo se arriesgue en el mar.
En las cercanías de Motril en abril de 1937 (esa relocalización andaluza es problemática: un sacerdote en activos en tierras republicanas resulta poco versosímil fuera del País Vasco)
La señora Teresa Carrar perdió a su marido en la revolución de Asturias de 1934 y ahora ha prohibido —bajo amenaza de suicidio— que sus hijos Juan y José se alisten con la República, obligándolos mediante el chantaje emocional a seguir vida de pescadores aun a costa de convenirse en el escarnio de sus vecinos, y aunque el frente esté a punto de ser quebrado. No está dispuesta a perder también a sus hijos y confía en que Franco sabrá respetar a los neutrales: por eso se niega a entregar a su hermano miliciano los fusiles de su marido, tan necesarios en el Frente, y rechaza la idea de estar actuando así a favor de los generales. Al contrario “somos pobres, y los pobres no pueden permitirse la guerra”. Al nal de la obra, la señora Carrar pierde de vista la barca de su hijo y lo maldice por desobedecerla, en el mismo momento en que entran tres mujeres, rezando el Ave María y dos pescadores que llevan en brazos el cuerpo de Juan, que ha sido ametrallado par un barco nacionalista. La madre cambia de postura en el acto, condena...
La señora Carrar entrega a los compañeros los fusiles que tenía ella escondidos en casa y se va al frente a luchar por la causa republicana. Con esta obrita, Brecht quiso demostrar que la lucha contra el fascismo era inevitable y debía llevarse solidariamente.
Es bonito porque bonito es lo que, honradamente trabajado, busca despertar en cada uno de nosotros algo como una emoción, un sentimiento, una sensación, etc. Y eso es para nosotros la obra de Bertolt Brecht.
Es dramático porque dramático, en toda su dimensión, es vivir acontecimientos como los que aquí se presentan, en un nivel de ajuste a la realidad que nace de la intensidad y sinceridad del trabajo que hemos realizado a todos los niveles.
Y es nuestro porque la acción discurre en una población de pescadores de la costa almeriense, con un telón de fondo que, aunque duela recordar, ninguna persona de bien debería olvidar nunca.
El lósofo dijo que los pueblos que olvidan su propia historia están condenados a repetirla. Esperamos que nuestro trabajo sirva como humilde contribución a que esto no ocurra.
eresa Carrar forma parte de la serie de guras maternas que ya antes de la época del exilio se había iniciado con el tipo de la viuda Begbick y de la señora Peachum. La cantinera Anna Fierling, llamada Madre Coraje, es una especie de amalgama de ambos tipos de mujer. La señora Carrar, por el contrario, está, por su carácter y modo de expresarse, muy cercana a la madre Pelagea Wlassowa, así como, un año después, la mujer pez de El
proceso de Lúpulo. La conclusión decisiva de la mujer del pescador andaluz para