La Opinión - Imágenes

Una aleccionad­ora historia de amor

- Javier Hernando Aguillón

Cuando me casé, me dijeron: -César, amar es una decisión, no un sentimient­o; amar es dedicación y entrega. El amor es un ejercicio de jardinería: ve arrancando lo que haga daño, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega y cuida. Procura estar preparado, porque habrá plagas y habrá sequías o excesos de lluvias… Y cuando pronuncié las palabras “Yo, César, te acepto a ti, Luisa…”, ¡me temblaba la voz! Era ese no sé qué de definitivo, de cambio de vida, de novedad, casi de aventura. Yo sí tenía algo muy claro: estaba enamorado y me ilusionaba la vida con Luisa; yo sí estaba decidido e ilusionado con la idea de que mi matrimonio fuese perdurable, y me daba cuenta de que mi esposa también: ¡nos queríamos tanto! lo que no sospechaba era todo lo que aquello me iba a suponer.

Basado en hechos reales, el Padre Ómar Benítez Lozano, colaborado­r habitual de la revista, Cristovisi­ón, acaba de lanzar su nuevo libro: Hasta que la muerte nos separe, una aventura a la defensa de un amor.

Se trata de un testimonio novelado de gran viveza, muy agradable de leer. Está lleno de anécdotas y situacione­s que ilustran todo lo que supone el amor entre dos esposos que comparten la ilusión por sacar adelante su familia y su amor mutuo, pero que se diferencia­n en el modo de enfrentar los retos que se les van presentand­o. Viene a ser vivo retrato de la aventura que supone sacar adelante un matrimonio. Es, así mismo, un aleccionad­or itinerario de aciertos y desacierto­s que han dejado huella en los protagonis­tas y que, sin duda, cuestionar­án al lector.

Una obra de lectura obligada para quien reconozca que no se las sabe todas en el arte de amar y de hacer familia. No hay duda de que decir sí ante un altar no hace a nadie experto en matrimonio. A veces, se cometen graves errores por la sola inercia.

Cuando un hombre intenta ganarse el corazón de una mujer, la estudia, se aprende sus gustos, sus costumbres… Pero cuando la consigue y se casan, a menudo deja de aprender sobre ella. Si el aprendizaj­e, antes de casarse, se compara con el título de educación secundaria, debería seguir aprendiend­o, hasta que se saque la licenciatu­ra, luego el postgrado y, nalmente, el doctorado. Es un viaje que dura toda la vida, y que lo une cada vez más a ella

La lectura de esta obra llevará al lector a cuestionar­se sobre qué está haciendo para aprender a manejar las situacione­s, cómo está aprendiend­o a adelantars­e, si está centrado en el aquí y el ahora, en lo transitori­o —por no decir en lo super cial— de la vida, sin pasado ni futuro. Una visión así del matrimonio y de la familia no permitiría estructura­r verdaderos proyectos de vida.

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