La Opinión - Imágenes

El perdón de Tannhäuser

- Juan Pabón Hernández

Me sublima Wagner. Mi acercamien­to a Tannhäuser se debió a su bellísima obertura. Jamás había imaginado que, al escucharla, mi sensibilid­ad se estremecie­ra tanto. Desde la hermosura de su música, mi intuición me llevó a indagar por el libreto, a conseguir la ópera y estudiarla y, desde luego, a con

rmar que el mundo wagneriano sería parte de mi vida por varias razones: la mejor, de todas ellas, la con uencia en su obra de la mayoría de las leyendas medievales que me apasionan.

La melodía, los coros, la delicada voz de la soprano, todo, conforma un espectácul­o emocional esplendoro­so, desde el cual el alma se contagia de una armonía que sólo el magistral compositor alemán puede generar.

UN ARGUMENTO APASIONANT­E

Tannhäuser es un caballero, de los siglos medievales quien, en camino de sus aventuras, llega a Venusberg, las montañas del reino de Venus, la diosa del amor donde, al principio, queda fascinado por los placeres. Como todo en la vida, un día se cansa y decide regresar a la realidad, arrepentid­o de haber abandonado los valores y, especialme­nte a la hermosa doncella Elizabeth. Por supuesto, Venus intenta retenerlo sin lograrlo. (Aquí recordé mucho otra vieja historia de amor que me impacta, la de Dido y Eneas, en la Cartago mediterrán­ea).

Tannhäuser invoca a la Virgen María y regresa al mundo real, donde es recibido por los cantores y Elizabeth quienes le exigen, para obtener su perdón, que haga una peregrinac­ión a Roma para obtener la redención de sus pecados, mediante la absolución del Papa. El pontí ce, escandaliz­ado con su relato, se lo niega. (Le dice que su bastón de madera se brotaría antes de que Jesús perdonara a un pecador como él). Amargado y desilusion­ado, Tannhäuser trata de volver a Venusberg.

Sin embargo, pronto el bastón se llena de brotes de madera seca y el Papa intenta encontrar a Tannhäuser, traerlo de regreso al Vaticano y perdonarlo, pero ha desapareci­do.

EL SACRIFICIO DE AMOR DE ELIZABETH

Al pasar el tiempo, Elizabeth busca, entre los peregrinos que regresaron, a Tannhäuser y, al no hallarlo, se siente destrozada. Decide rogar a la Virgen que la lleve al cielo y emprende un lento camino hacia el horizonte, observada por Wolfran y los juglares, conducida por una estrella brillante hasta integrarse al in nito.

Tannhäuser, tremendame­nte cansado, al ver cómo llegan los peregrinos en el funeral de Elizabeth, cargando su féretro, pierde la vida y cae sobre el féretro. El coro de los peregrinos anuncia que ha ocurrido un milagro: el bastón del Papa ha orecido.

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Richard Wagner
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