¡Ambulancia!
Juan Moreno, aun cuando era pálido, nació con la marca en el alma de servir a la humanidad en los momentos crueles, sobre todo en las etapas gozosas en las cuales acaba el placer y cobra vida con réditos exigentes el deber.
Desvelado, sin desdén se dedicó a ayudar al prójimo y el destino le pasó la factura, de su pasional entrega.
Blanco en su niñez jugaba a atender emergencias, por su mente pasaban accidentes de tránsito, de aviación, tragedias naturales y demás episodios donde se necesita dar protección al desvalido.
Adolescente se vinculó a organizaciones de bienestar social y ante el sonido de la sirena de un auto o cial o de una ambulancia, caía al piso presa de un extraño frenesí.
En su momento entró a servir, presto se volvió normal verlo laborar en tragedias y su destreza llegó a tal nivel que se ganó el mote de ambulancia.
Firme en su idea sobre los coches de llevar achacosos, consiguió trabajo en la Colonia Ausentista. En ese lugar aprendió a atender orates agitados, pasivos, risueños, cantantes, vagos crónicos, locutores mudos, futbolistas sin piernas y masajistas carentes de brazos.
Ambulancia cayó en el alcoholismo, en los tranquilizantes y en someter contra natura, a las internas.
Cuando se trataba de hombres no hacía distinción alguna. Se volvió drogadicto y confundió los días de descanso con las fechas laborables.
Cruel, despiadado, bestia parlante bípeda, no escondía la ira a golpes contra los hermanos ausentistas y se robaba la comida que llevaban los visitantes.
Tal era de esperarlo perdió el empleo con deshonra y Ambulancia luego de una larga borrachera, fue llevado por la Policía desnudo, atado, listo a pintar eses con sus heces, amordazado para que no se escandalizaran las beatas del barrio al sitio de sus desvíos y los compañeros de labor, blanco de las mismas jaciones, celebraron la llegada del instructor.
Se sentaba en una bacinilla a tomar tetero bajo un árbol durante horas bajo el efecto de las grageas, y ahí fue donde Ambulancia empezó a pagar bajo protesta la deuda de su ejemplo a los alumnos, sin poder revisar aspectos contables del siniestro saldo que le labró el azar.
LE INSPECTEUR FOU
Fiel a su amor justiciero, el jefe de Policía Gastón Cornu se dispuso a inventar un detector de mentiras para atrapar sordomudos; lo logró en largo tiempo, pero tuvo que inventar signos con los dedos de los pies y guardar silencio con la boca del estómago, en ayunas, muerto abrasado entre miles de cables.