La Opinión - Imágenes

En el mes del santo rosario Poemas de Juan Pablo II

CONCENTRAC­IÓN MADURA

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“Las madres saben los instantes en los que el misterio humano despierta un reflejo de la luz en sus pupilas, que prece tocar el corazón con la mirada apenas.

Sé de estas lucecitas que pasaron sin despertar ningún eco y duran lo que dura un pensamient­o.

Hijo mío, complicado y grande, hijo sencillo, conmigo te acostumbra­ste a pensamient­os comunes a todos los hombres y, a la sombra de estas ideas, esperas la profunda voz del corazón que en cada persona suena de manera distinta. Yo soy la madre absoluta y esta plenitud nunca me cansará.

Cuando eres presa de un instante como éste, no sientes cambio alguno, todo lo mío te aparece sencillo. Ya sabes, cuando las madres captan en los ojos de sus hijos el hondo latido del corazón, también estoy allí, recogida en su misterio

La imploració­n de Juan

¡Oh Madre! no detengas el ritmo del corazón que sube a tu miradad; no cambies en nada este sentimient­o, en tus manos trasparent­es has de traerme la misma oleada.

Es Él quien te lo pide.

Soy Juan, el pescador, merezco poco que se enamoren de mi. Todavía lo recuerdo a orillas del lago, cuando de repente, El. No podrás recoger este misterio en mi, pero dulcemente yo estaré en tus pensamient­os, como una hoja de mirto.

Que pueda decirte Madre, como Él lo quiso; te ruego que no toques en nada esa palabra; en verdad no es fácil medir su hondura, cuyo sentido para ambos fue inspirada por El, para que en El encuentre cobijo todo nuestro amor ancestral.

El espacio que permanece en ti

Con frecuencia vuelvo al espacio que tu Hijo, tu único Hijo ocupa. Mis ideas se ajusntan a su forma, pero qudan vacíos mis los ojos y cuelgan de sus labios las palabras de siempre, las mismas tras las que se ocultaba cuando deseaba quedarse entre nosotros.

¿Es posible que estas mismas palabras contengan el espacio mejor que la mirada? ¿Mejor que la memoria y el corazón? ¡Oh Madre!, de nuevo puedes hacerlo tuyo.

Inclínate junto conmigo y acecpta. Tu Hijo tiene sabor a pan, pan de una sustancia eterna.

¿Dónde está este espacio: en el murmullo de mis labios, en los pensamient­os, en la mirada, en el recuerdo, o, tal vez, en el pan? Se ha perdido entre tus brazos, con la cabecita apoyada en tu hombro, porque este espacio ha quedado en ti y de ti procede.

Nunca se ve el espacio. Nuestra unión es tan intensa, que, cuando con dedos tembloroso­s partía el pan

para ofrecerlo a la Madre, me he quedado un momento atónito, al ver toda la verdad en una lágrima que asomaba en tus ojos.

ESCULPIDOR DE SANTOS

Tu eres el más estupendo, omnipotent­e Esculpidor de santos – mi camino está repleto de abedules, repleto de encinas – Mira, yo soy la tierra de los campos, soy un campo en barbecho al sol, Mira, yo soy un joven robusto de los Tatra.

Bendigo Tu siembra en levante y en poniente – Señor, siembra generosame­nte Tu tierra para que sea un campo de centeno, una espesura de abetos mi juventud animada por la nostalgia, por la vida.

Mi felicidad – gran misterio – Te exalta Porque has dilatado mi corazón con un canto original porque has permitido a mi rostro sumergirse en el azul del cielo porque has hecho llover en mis cuerdas la melodía y en esta melodía Te has revelado en visión – a través de Cristo […]

Bendito es el Esculpidor de santos, eslavo y profeta – Ten piedad – yo canto como un publicano inspirado – Exalta alma mia, con el canto y la humildad a Tu Señor, con el himno: ¡Santo, Santo, Santo! ¡Libro eslavo de nostalgias! Resuena hasta los confines como los toques de los clarines en los coros de resurrecci­ón, con puro canto sagrado, con una poesía reverente y con el himno del Hombre – Magnificat de Dios.

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