La Opinión - Imágenes

La promesa del arquero

- Eduardo Yáñez Canal

El lunes miraban la tabla de posiciones en el periódico. Luego, en el colegio, comentaban la jugada del ‘Marciano’ Miloc, la viveza de Zapirain y la capacidad de driblar de Walter Gómez. O el olfato goleador de Omar ‘Totogol’ Verdún, Walter Sossa y Hugo Horacio Lóndero. También, la alineación del Cúcuta, único zoológico del fútbol colombiano: ‘Palomo’ Ramírez, ‘Mico’ Santander, ‘Burrito’ González, ‘Culebro’ Rojas y ‘Chita’ Gómez.

Pero no se quedaron como observador­es y en el club social se animaron a competir en la liga local. Sus padres pertenecía­n a la élite, y aprovechar­on esas in uencias para conformar un equipo en la categoría infantil: el Bellavista Fútbol Club.

Sergio Yances, al que llamaban Zele, reclutó a los jugadores. Al principio, acudió a su círculo social. Pero los hijos de papi no estaban acostumbra­dos al esfuerzo continuo y a moverse en las canchas de polvo de la ciudad. Descartó a unos por ojos, a otros por lentos, al de más allá por falta de visión futbolísti­ca o al que prefería irse a cine con la mujer de su vida. Un mes antes de iniciar el campeonato tenían camisetas, pantalonet­as y medias. Eso sí, los guayos los aportaba cada jugador.

Las directivas del club contrataro­n a Walter Rojas, uruguayo y entrenador que adornaba sus indicacion­es: “Pibe, tú vas a jugar de wing”, “Flaco, cogé al centroforw­ard” o “Marcá a ese boludo Che”. Pero volvió a su país y le tocó dirigir al Zele. A Hernandito Villa lo puso de portero suplente cuando llegó Jair Machado. En la defensa, apeló a jugadores fuertes como Ricardo Duval y Edgardo Sánchez. Él se ubicó como defensa centro manejando con sutileza los cambios de frente y la voz que imponía respeto. En el medio se alternaban Quico Vargas, Mario y Felo García, artistas a la hora de distribuir juego y cubrir espacios. La delantera la encabezaba Hernán Lora y lo acompañaba­n Jorge y Carlos Villota. Como “wines”, ‘Puyo’ Pérez y ‘Toño’ Ochoa.

No era fácil triunfar en un campeonato donde estaban el Deportivo Zulia y el Juan Atalaya. O el Ever t, equipo de La Playa donde se destacaban Chepe Quintero y Curro Benítez. Pero, sobre todo, estaba Baterías Exide, integrado por estudiante­s de La Salle como Alexis Marín y Esteban Ronquillo. Exide tenía la gran estrella: Jaime Bonazo, un fuera de serie que seguía los pasos de Álvaro Contreras Serpa que jugó en el Cúcuta, Cali y la Selección Colombia.

Pero los del Bella Vista Fútbol Club no se amilanaban y con el apoyo de su hinchada (mamá, papá, otros socios del club, vigilantes, meseros y uno que otro directivo) empezaron el torneo con pie derecho. Enfrentaro­n al Real Santander y lo apabullaro­n 3 a 0. Fue un cometa en la noche estrellada, pues luego perdieron dos partidos lejos de su terruño con único césped bien podado.

Fue la tónica que se impuso: ganar en casa y perder por fuera. Zele buscó quien volteara la torta. Y apareció Iznardo Orozco, un paisa que resultó una echa marcando goles que le permitiero­n al equipo colocarse de tercero. Sin embargo, el asunto era peliagudo, pues debían jugar con Exide en el General Santander y, luego, visitar al Deportivo Zulia, primero y segundo de la tabla.

Zele con ó en Machado como titular. Alto y exible era seguro a la hora de atrapar el balón. Sin embargo, el domingo anterior falló ante Pepalfa al permitir que este conjunto, penúltimo en la tabla, lograra una insólita victoria en la cancha del Bellavista al soltar dos balones fáciles.

Machado empezó a llamar todos los días por teléfono al Zele para suplicarle que lo alineara, que prometía sacar el arco invicto. Accedió el capitán y dispuso al resto. Orozco había vuelto a las montañas, así que planteó una defensa sólida con ando en que los de adelante anotarían. Esa tarde el estadio vibraba de entusiasmo ante el partido que enfrentaba a la élite de la ciudad contra Baterías Exide. Era el encuentro entre los de la vida muelle con los que sabían regatearle a la vida.

El primer gol marcó el inicio del n para el Bellavista Futbol Club y la peor tarde de Jair Machado. Marín robó el balón a Mario ‘El Cabezón’ García y proyectó la esférica para Ronquillo. Este, luego de una pared con Fredy ‘Torero’ Espitia, lanzó un pase al vacío, a espaldas del Zele y Sánchez. Surgió la gura de Jaime Bonazo que con un quiebre de cintura dejó postrado a Duval y enfrentó al portero. Machado salió con los brazos abiertos en un intento desesperad­o por reducir espacios. Pero el atacante disparó rasante. El arquero no pudo evitar que el balón pasara bajo sus piernas. Al sufrir el ordeño, Machado solo recogió sus piernas en el césped mientras se tomaba la cabeza con las manos.

Los insultos no se hicieron esperar. El Zele replegó sus líneas. Pero Bonazo concretó el segundo cuando recibió de espaldas un centro de Camperos y, en una chilena espectacul­ar, dejó a Machado con la boca abierta, atornillad­o al campo de juego. El tercero fue una obra de arte iniciada por el goleador en el anco izquierdo: uno, dos, tres, cuatro amagues le despejaron el camino y, al enfrentar a Machado, solo la tocó para que Marín anotara.

Aunque los del Bella Vista apelaron a codazos, golpes e insultos impublicab­les, su destino estaba marcado: Jaime Bonazo y otros dos tantos. El primero, de penal, cuando el Zele tuvo que barrerlo en el área. Y el otro, ante un centro del ‘Turro’ Velasco, Bonazo cabeceó por encima del arquero que ya no veía un culo. Esa tarde nadie acompañó al equipo en el bus de regreso. Tampoco cuando fueron derrotados 1 a 0 por el Zulia. Luego, en su cancha, empataron el último partido con Ever t y ocuparon el quinto puesto. Mientras tanto, el Zulia derrotó a Exide y se coronó campeón. Al año siguiente el Bella Vista Futbol Club desapareci­ó del campeonato.

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