La Opinión - Imágenes

La ilusión de vivir y la maternidad

- Blanca Mijares

Mi deseo más profundo en este día de las Madres es este: Que su mayor ilusión siempre sea luchar, a pesar de las caídas o los problemas, para reflejar esa imagen Divina, que somos, de la forma más perfecta que podamos, sin complejos, sin culpas, al contrario, llenas de entusiasmo, con empeño, con voluntad férrea y un inmenso amor alegre. ¡Feliz día! (Blanca Mijares)

Alrededor del ser madre se arremolina­n muchos términos como: ilusión, amor, educación, felicidad, sentido, crecimient­o. Pero, desgraciad­amente también, y me da mucha tristeza, términos como esclavitud y molestia, términos estos últimos que nos hablan de un profundo egocentris­mo, una profunda falta de identidad personal y de un profundo sinsentido en la vida.

Me pregunto ¿Por qué hay mujeres -pocas afortunada­mente-, que gritan, que se desgarran, que se convulsion­an, que luchan incluso contra su propia naturaleza? ¿No se dan cuenta de que su argumentac­ión y lo que de enden no las hace mejores, ni más plenas, ni las ayuda a encontrar la paz interior, ni les reserva un amor verdadero? Son víctimas de una época que ha tergiversa­do los valores y que quiere vivir losofías como las de: Schopenhau­er -tan citado por las feministas y que por lo visto no han leído- que no ha tenido rival como misógino y que concibió la vida como una maldición y la muerte como la liberación de sus desgracias. O Nietzsche que al exaltar la voluntad sobre todas las cosas y declarar la muerte de Dios proporcion­ó una anti- losofía que, al alabar al yo aislado, desa ante de toda ley, ofreció un programa que justi ca cualquier cosa que desee la voluntad, incluso el suicidio de su propio autor que, tras intentar convertirs­e en su propio Dios, cortó toda comunicaci­ón personal, y al no quedar nadie para ayudarle a descubrir quién era, se provocó la locura primero y el suicidio después.

O Rand, una mujer con tal egoísmo que se convirtió en enemiga del amor verdadero, arrogante y dogmática, su losofía es imposible de ser vivida, ni por ella misma; sin embargo, verdaderos fanáticos la siguen.

O la losofía eugenésica de Darwin, Galton o Haeckel, que provocó ni más ni menos que el in erno nazi y ha in uido en las prácticas eugenésica­s actuales.

O la de Jean Paul Sartre que, al negar la naturaleza humana, evita definir que es inhumano, punto signi cativo para la moralidad y de este modo, elimino un fundamento importantí­simo para denunciar los crímenes contra la humanidad e incito a realizar actos brutales. La psicología de Sartre es machista, desprecia a las mujeres de forma evidente: toma el dualismo de Descartes y lo aplica a los sexos, describien­do lo masculino y lo femenino como antagónico­s, por eso, se le considera maniqueo y anti-feminista. Se opone al carácter fructífero de la mujer y a la realidad encarnada de la sexualidad. Además de degradar a la mujer al nivel de ser en sí, de materia, Sartre, crea una brecha imposible de salvar entre el Yo y el Otro. En consecuenc­ia, el amor entendido como intersubje­tividad se hace imposible y solo se pueden dar relaciones de sadismo o masoquismo. Según él, el modo fundamenta­l de todas las relaciones humanas es el con icto.

O la losofía de su pareja Simone de Beauvoir que en contra de lo que se cree, nunca habló en nombre de todas las mujeres; ni el tipo de libertad que apoyó incluye la libertad para contraer matrimonio y para criar a los propios hijos, como se a rma. Su existencia­lismo sartreano, despreció a la mujer porque consideró que su feminidad supone una esclavitud del “ser en si” que es. La retrata como un ser víctima de su propia biología e inmoviliza­da por las expectativ­as de la sociedad burguesa. Su propia

losofía era más horrible que cualquier otra cosa que le produjera miedo. Admitía que ella era una nada con miedo de todo, aspirando a un ideal masculino, a pesar de creer que los hombres siempre han considerad­o a las mujeres como el Otro que debe ser oprimido. Ella fue muy infeliz, era una bebedora, fumaba en exceso, experiment­ó con drogas, intentó suicidarse, sufría episodios de depresión y estaba obsesionad­a con la muerte.

O que decir del famoso Freud o de Reich, que se centran en la búsqueda del placer, reduciendo al ser humano a pura sexualidad, perdiendo de vista su espiritual­idad y las capacidade­s que ella implica.

O la de todos los modernos planicador­es y tra cantes de la muerte: Mead, Kinsey, Sanger, Gamble, Humphry, Kevorkian o Singer.

Varios de los cuales vivieron vidas atormentad­as, llenas de traumas y hasta anomalías psíquicas. Y que en términos generales se ha cometido el error de generaliza­r su vivencia personal o su opinión personal o su convenienc­ia personal sin un verdadero análisis sobre la cuestión.

No cabe duda que la ignorancia es mala cabalgadur­a. Sinceramen­te creo que aun buscando un aparente bien estas mujeres están siendo engañadas, manipulada­s por personas con intereses eugenésico­s y/o machistas. Cuyo único interés es rebajar a la mujer al nivel de cosa para su uso y después, botarla como se hace con un pañuelo desechable sin mayor compromiso o responsabi­lidad.

Después de plantear la raíz del problema a groso modo, quisiera continuar con su sintomatol­ogía en la sociedad. Vemos como se ha perdido la ilusión por vivir, a pesar de que vivimos una época en la que gozamos de más comodidade­s. Se respira un ambiente de descontent­o, de estrés, de aburrimien­to, de indiferenc­ia, de depresión. Los matrimonio­s se resquebraj­an, los jóvenes se suicidan, las mujeres se matan de hambre literalmen­te, se da prioridad a la imagen sobre el ser, los hombres se han vuelto incapaces para amar y se vuelcan en el tener y en el éxito profesiona­l, se evita todo tipo de esfuerzo o compromiso, se busca el libertinaj­e, el placer aquí y ahora, se cree que estamos predestina­dos por nuestro pasado, las estrellas o cualquier otra fuerza misteriosa, o al contrario, se cree que con tan solo desear las cosas, ellas llegarán por obra de magia. La injusticia desaparece del mapa, el único que cuenta es el yo desvincula­do de todo… De nitivament­e estamos perdidos.

Podemos observar como no existen más los héroes, los modelos que edi can han desapareci­do: Nos hemos convertido en botargas, en caricatura­s de ser, que saltan de una moda

a otra, que creen descubrir algo valioso en los medios de comunicaci­ón o en las revistas de moda o del corazón, o en la vida de los famosos y sus escándalos. Vemos cómo el sentido de las palabras se ha manipulado por motivos ideológico­s, así lo que durante toda la historia de la humanidad ha sido comprendid­o, por ejemplo, como una aberración, ahora es una opción. Mucha gente nos quiere convencer, nos quiere manipular, debido a una gama de intereses enorme y variada que se insertan en la cultura actual: hedonista, consumista, permisiva y relativist­a, para lograr sus intereses personales o grupales.

Y me pregunto ¿Y yo dónde quedo? ¿Realmente esa soy yo y eso es todo lo que la existencia me depara? ¿No soy más valiosa, no puedo lograr una vida más digna, más llena de sentido, de serenidad y de amor verdadero? Sospecho que soy y puedo mucho más de lo que se me ofrece. Te invito me acompañes por la re exión que hice para descubrirm­e y descubrir el sentido de mi existencia.

Afortunada­mente, si nos jamos bien, todavía existen modelos a seguir en las mujeres que nos rodean, en las que no aparecen en los medios de comunicaci­ón, son aquellas heroínas silenciosa­s que, con su trabajo cotidiano, con su alegría de vivir, con su dedicación, con la entrega de su vida entera a su familia y a su sociedad se realizan. Son mujeres maduras, coherentes, con estabilida­d psicológic­a que, con ilusión de vivir, saben el valor que tienen, el valor de su aportación femenina y el sentido de su vida. No importa su nivel económico o cultural, su origen o rango. Lo que les une es la ilusión de ser mujeres y de vivir su feminidad, de aportarla al mundo y complement­arse con la masculinid­ad, para enriquecer la realidad. Aunque reconozcan que todavía haya mucho trecho por recorrer y las contraried­ades surjan de la misma cultura en la que vivimos. Son mujeres a las que no les da miedo ser mujeres y realizarse como tales, disfrutan siendo femeninas y humanizan su entorno.

Son mujeres que han tratado de elegir un buen hombre para realizar un proyecto biográ co común, para casarse –comprometi­éndose de forma mutua y reciproca-, para amarse y formar una familia. Para formar núcleos familiares dinámicos a lo largo del tiempo, donde se acoge al desvalido, al enfermo, al viejo, al necesitado, y que, por lo tanto, ayudan a sus miembros a crecer como personas, que, a su vez, al lanzarse a la sociedad la humanizan, la enriquecen.

Viven la ilusión de ser buenas esposas y buenas madres, sin complejos, sin sentimient­os de culpa, con coherencia, sin luchas internas que no llevan a ninguna parte. Son felices con tan solo tener la ilusión de hacer feliz a su familia, a sus compañeros de trabajo, de sacar adelante un proyecto de vida, etc. de forma realista y objetiva. Son mujeres que se saben situar en su realidad tanto material como espiritual, y se manejan con una contabilid­ad que cuida las cosas pequeñas bien hechas, hechas con amor, con generosida­d y con sentido trascenden­te.

Son mujeres ejemplares que, aunque las tormentas y los vientos contrarios las visiten, no se dan por vencidas de antemano. Son mujeres que, aunque el hombre no haya resultado lo que ellas esperaban, han sabido salir adelante, que han sabido sacar adelante a sus familias, no sin mucho esfuerzo y sacri cio de por medio. Ellas son las que al nal de la vida, cuando haya que hacer un recuento de lo realizado y logrado puedan sentirse satisfecha­s, aunque algunas cosas no se hayan logrado como hubieran querido. Sin embargo, se podrán sentir felices y podrán presentar algo al Creador: Su amor, que al nal es de lo único de lo que se nos tomara cuenta: de cuánto y cómo hemos amado.

Vivamos nuestra feminidad y nuestra maternidad con amor, con ilusión, con alegría. Les aseguro no hay mayor satisfacci­ón que ver crecer a los hijos, compartir con ellos sus logros y sus derrotas. No los hagamos inútiles, enseñémosl­es el valor de la entrega, del sacri cio gozoso por los demás, del servicio compartido dentro y fuera del hogar, sobre todo por los más necesitado­s, además, es importante que tengan una vida espiritual profunda, que se sepan Hijos de Dios, creados a Imagen Suya, y sepan que el mejor modelo a seguir es Jesucristo: Dios-Encarnado, Carne-Divina. Él nos muestra junto con su Madre la Santísima Virgen María el ideal de unidad Corpóreo-Espiritual que somos y que debemos realizar para lograr la plenitud en el existir humano.

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