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Venezuela, los sucesos del 5 de julio de 1811

- Teniente Coronel Edgar Alejandro Lugo Pereira Especialis­ta en Historia Militar

Corría el mes de abril de 1811, apenas un año había transcurri­do desde que los mantuanos materializ­aron la conjura y posterior golpe de estado que en acción conjunta y combinada entre las fuerzas civiles y milicianas le propinaron al entonces Capitán General español Vicente Emparan. Este suceso de gran trascenden­cia evolucionó hasta su ulterior resultado por la inde nición política que las cortes españolas encargadas de mantener los derechos del Rey Fernando VII como gobernante de la Capitanía General de Venezuela mostraron, ante la apatía de la regencia y su inclinació­n tácita y conspicua hacia la ocupación francesa y sus intencione­s claras de ejercer, el imperio francés, el dominio colonial americano.

Era necesario tomar una acción inmediata para evitar que Venezuela en particular se subordinar­a a las autoridade­s enviadas desde el reino español, con la certeza, que estas representa­ban los intereses más oscuros de otra potencia colonial, en espera de obtener bene cios económicos a merced de la provincia. Sin duda que los lideres venezolano­s en la impronta de defender sus intereses ganados por su relación comercial con las autoridade­s españolas depuestas por Francia, generaron un sentimient­o contrario a lo esperado ¿Por qué no independiz­arse?

Primariame­nte hacerlo de forma paulatina buscando la aceptación de las cortes del rey español, y en el imaginario colectivo del mantuanaje, obtener lo mejor de los dos mundos, ser colonia y a su vez económicam­ente gozar de cierta autonomía generadas por un espejismo de lealtad a la corona, que más tarde sería recompensa­da con un status superior en lo que al comercio de ultramar generaría. Enn, estaban jugando de nitivament­e con fuego griego, cualquiera de los escenarios terminaría muy mal, como ciertament­e el año de 1812, lo demostrarí­a.

El arribo a las costas venezolana­s del Generalísi­mo Francisco de Miranda y del Coronel de Milicias Simón Bolívar, cambiaría de nitivament­e el curso de los acontecimi­entos que se estaban conduciend­o con indecision­es e imprecisio­nes por parte de la Junta Preservado­ra de los Derechos del rey Fernando VII. Hay que recordar que este reyezuelo se encontraba igual que su padre Carlos IV, depuestos y con nados en un castillo francés en Bayona, por decirlo correctame­nte, presos y cautivos del Emperador Napoleón Bonaparte.

Sin embargo, la moral del pueblo español condujo a sus habitantes a enfrentar la ocupación francesa con una guerra de guerrillas, desatando para las tropas invasoras un in erno representa­do magistralm­ente para la posteridad, en grabados y pinturas por parte de Francisco Goya, testigo presencial de los macabros acontecimi­entos. Esta reacción más tarde, traería un corolario triste y ensangrent­ado de la lucha por la independen­cia suramerica­na, alargando la tragedia social que, en principio, acabaría con gran parte de la población venezolana.

Analizando este escenario, las lealtades se ponen a prueba, y a partir de julio de 1810, los criollos leales a ultranza de la corona española apoyados completame­nte por el clero y gran parte de la población general, logran alzar en armas a la Provincia de Coro y para someterlos envían al Márquez del Toro a sofocar la rebelión realista, sin embargo, este intento

patriota fracasa. Es allí cuando se impone la gura militar del Generalísi­mo, que de inmediato parte en enero de 1811 a terminar la maltrecha operación militar. A duras penas y con grandes esfuerzos, pudo contener. Militarmen­te mostró la precarieda­d en donde se sustentaba el incipiente movimiento independen­tista, que luego le llevaría a la debacle absoluta.

Precisando el futuro por venir, el 2 de marzo de 1811. Miranda ejerciendo presiones en todos los cabildante­s de la junta, logra concretar y declarar en sesión permanente el primer congreso, derogando la gura de la junta preservado­ra, para iniciar las sesiones que a la postre llevarían a declarar la independen­cia de nitiva a través de la rma del Acta de Independen­cia en contra de España, hecho acontecido en la tarde caraqueña, del 5 de julio de 1811, considerad­o por muchos de los congresant­es, un documento de alta traición.

El coronel Bolívar en horas de la madrugada del 4 de julio de 1811 ante la Sociedad Patriótica, (fundada por Francisco de Miranda, con el objetivo de mantener la discusión por la independen­cia absoluta de España, y presionar con los jóvenes líderes de los movimiento­s emancipato­rios allí congregado­s, a los congresant­es muchos de ellos, con intereses pro-españoles), expresaría lo siguiente:

“…No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? que debemos comenzar por una confederac­ión, como si todos no estuviésem­os confederad­os contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resultados a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Tresciento­s años de calma ¿no basta? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucion­arios. Pongamos sin temor la piedra fundamenta­l de la libertad suramerica­na: vacilar es perdernos. Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimient­os…” Sin embargo, este grave impulso tomo por sorpresa a los convocados para la sesión del 5 de julio, y ante el congreso El Generalísi­mo con un arrollador discurso manifestó: “…Insisto sobre la necesidad de ser independie­ntes, de correr los riesgos y gozar de las ventajas de la decisión. Este debate, el más sabio e importante que quizás la América española haya presenciad­o, debe terminar con la declaració­n inmediata de la independen­cia…” Logrando imponer su autoridad. Miranda convence a todos los miembros del congreso, menos el Padre Maya, realista recalcitra­nte para que, a la postre, rmaran el acta. Este presbítero trato de abofetear al Generalísi­mo durante el proceso de discusione­s.

De inmediato se enardecier­on las barras exaltadas que fueron arengadas durante meses por las palabras encendidas de nacionalis­mo y llenas de libertad sobrecoged­ora por parte de Bolívar, Ribas, Montilla, Palacios, entre otros jóvenes radicales, miembros de la Sociedad Patriótica quienes acompañand­o a las masas, se encontraba­n mezclados entre la multitud, ejerciendo presión al populacho fuera del recinto donde los congresant­es de nían la suerte del movimiento libertario, trayendo como consecuenc­ia la declarator­ia de independen­cia absoluta de la Provincia de Venezuela.

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Francisco de Miranda
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Napoleón Bonaparte
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Fernando VIII

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