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La vía que comunica a Cúcuta con Ocaña

- Guido Pérez Arévalo

El 30 de julio de 1946, fue inaugurada solemnemen­te la carretera que serpentea sobre las estribacio­nes de la cordillera, como un pequeño río que busca el destino del mar. Hubo pico y pala desde el 23 de febrero de 1920. Y fueron sacudidas las entrañas de la montaña para integrar el valle encantado de Ocaña a la capital del departamen­to. Corrían entonces, sobre el lomo de aquellas tierras ariscas, justi cados resentimie­ntos por la poca atención recibida de la burocracia cucuteña.

La inauguraci­ón o cial lleva el sello del doctor Alberto Lleras Camargo y un reconocimi­ento a la colaboraci­ón de los ministros de Obras Públicas, Álvaro Díaz y Luis García Cadena, y a uno de los directores de la obra, Guillermo Tejeiro Caro. La placa que recuerda el acto fue instalada en el Alto del Pozo.

Los periódicos regionales informaron sobre la visita “a esa apartada provincia” de importante­s funcionari­os, el gobernador Luis Alberto Lindarte, y sus secretario­s, José Manuel Villalobos, César Lara Camargo, Ciro A. Osorio y Ciro Eloy Caballero; el alcalde de Cúcuta, Eleazar Pérez P. y los comandante­s del Ejército y la Policía.

VIADUCTO LA NEVERA

La capital quedó íngrima. Doce horas se tomó la caravana porque en las poblacione­s intermedia­s hubo demostraci­ones de gratitud y simpatía.

También asistieron los senadores Luis Buenahora y Alberto Durán Durán y los señores Manuel Buenahora, Luis Alejandro Bustos, Carlos Julio Villamizar Girón y Rafael Canal Sorzano.

La junta de recepción fue integrada por Marcos Arenas Buenahora, rector del Colegio Caro, Carlos Daniel Lemus, Luis Maichel, Manuel Guillermo Jácome, Blanco Ibáñez Díaz, Alejandro Prince, prefecto de la Provincia, Noel Prince, Pablo Jácome y Rafael Contreras, alcalde de la ciudad.

Hojita Parroquial, boletín de las parroquias de La Playa de Belén y El Cincho, dirigido por el presbítero Francisco Angarita, publicó el 23 de febrero de 1913: “El derrotero—dice el escrito—, señalado por los prácticos, es el siguiente: De Cúcuta se toma la vía que conduce a Sardinata; de esta población se sigue pasando por La Victoria con dirección a El Cincho; y de este punto se toma la vía que conduce hasta aquí, para seguir con dirección a Ocaña aprovechan­do la nueva variante y el puente que pronto se concluirá sobre el río Algodonal”.

Por esta vía han transitado partidas de recuas conduciend­o harina, jabón, sal, petróleo y otros artículos, sin mayor di cultad. Sobre el particular, cito un artículo del doctor Arminio Piñeres, ‘Marginalid­ad Vial del Departamen­to y la necesidad de su integració­n’, el cual se re ere a la existencia de un proyecto (vía Cúcuta a Ocaña por La Playa de Belén), cuya nanciación fue aprobada por el Banco Mundial.

Este trazado interconec­taría con la Ruta del Sol, mediante el tramo nacional Ocaña-Aguaclara-Puerto Acapulco, que sería el primer puerto uvial.

En junio de 1934, dice Luis Sánchez Rizo en su monografía de Ocaña, una comisión de ingenieros elaboró los trazados, con los cuales empezaron las obras en agosto del mismo año, bajo la dirección de Francisco Rueda Herrera. En febrero de 1936 “se trabaja con todo empeño y la carretera presta un correcto servicio hasta el caserío de La Ermita a 10 kilómetros de la ciudad”.

Don Benjamín Pérez Pérez, en una entrevista de 1974, me contó que los primeros en comunicars­e por ruedas con Ocaña fueron, Convención, que guraba como objetivo inmediato del programa “Carretera a los pueblos”; y Ábrego, en dirección inversa, privilegia­damente situado al paso de la Central del Norte (Sector 4o.).

En aquel tiempo—dijo—, el recorrido a Cúcuta se realizaba en varias etapas que podían comprender una semana, así: de Ocaña a Gamarra, en cable aéreo, siete horas aproximada­mente; de este puerto a Wilches, uno a dos días de navegación según el barco que acertara a subir. Los barcos de carga, por ejemplo, propulsand­o tres o cuatro planchones resultaban de una desesperan­te lentitud. De Wilches a Bucaramang­a en autoferro, saliendo al amanecer para llegar por la tarde.

Y nalmente de esta ciudad a Cúcuta en bus, en una no muy confortabl­e jornada de unas doce horas de duración, por una carretera destapada, frecuentem­ente obstruida por los derrumbes.

Por el camino de herradura el viaje se hacía en cuatro etapas: Una a Puente Reyes, la otra a El Placer, adelante de Villacaro —después de haber traspasado el páramo de Bucarasica— y la tercera a la población de Gramalote, donde al día siguiente tomaba muy temprano el bus que en tres horas lo conduciría a Cúcuta.

Constituía de verdad un riesgo cumplir este itinerario pues la ruta era muy escarpada, semejante en algunos trayectos a una escalera, el tiempo regularmen­te tormentoso y no había posada que no fuese increíblem­ente inmunda. Ojalá tuviera uno la fortuna de unirse a una caravana de arrieros.

De todas maneras, se llegaba a la capital con ampollas en las plantas pues la enclenque cabalgadur­a que se lograra etar no arriscaba a terminar la segunda etapa y había que devolverla con el correo que invariable­mente se hallaba de regreso y siempre andaba de a pie con su fardo de correspond­encia a las espaldas”.

No obstante, la presencia de varios ministros de la región en el despacho encargado de las obras públicas nacionales, la vía hizo fama por los accidentes de tránsito, los derrumbes, los asaltos de la delincuenc­ia común, los retenes guerriller­os y los contratos amañados.

Hemos avanzado mucho durante los últimos años. Viaductos, puentes y otras importante­s obras invitan a un viaje sin tantos sobresalto­s. El puente de La Curva, inaugurado el 20 de febrero de 2013, tuvo una inversión de 6.500 millones de pesos y mide 72 metros. Reemplazó más de 400 metros de carretera que generaban grave peligro para transporta­dores de carga pesada.

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PUENTE LA CURVA La inversión es poderosa y los proyectos en ejecución prometen un viaje de tres o cuatro horas de placer sobre el superado camino de herradura.
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