En memoria de Fernando Vega Pérez
La mayoría de sus amigos y compañeros de la Academia de Historia de Norte de Santander, lo recuerdan como historiador. A decir verdad, tuvo una faceta que le conocí en grado sumo, y es la de haber sido un excepcional billarista a tres bandas, en los salones del tradicional club Cazadores, donde jugaba con el oftalmólogo Gabriel Flórez Lemus, Banana, Hugo Horacio Lóndero, Daniel Hernández, Pipa Fuentes Pardo, el médico Samuel Velandia, Hernando Angarita y con don Alonso Roca, Hailander Marciales, Jorge Contreras, Roberto Mejía, hoy fallecidos; eran sus duros rivales, por la calidad en el manejo del taco y los diamantes de la mesa de billar. Evoco su técnica y precisión en el tanto de bola y los efectos que le imprimía a las bolas en la mesa de billar, evitando en lo posible el tas, tas.
Me impresionaba su cultura y suavidad en la voz y buen trato con los conciudadanos, Era sobrino de monseñor Luis Pérez Hernández, primer obispo de nuestra diócesis de San José de Cúcuta. Fernando nació en la hidalga ciudad de Pamplona, que es referente histórico en todos los ámbitos. Le gustaba el aguardiente y el cigarrillo y, casi todos los viernes, los compartía con el médico Barajas; hijo del recordado profesor que formó muchas generaciones, con temple, en los salones del centro social aludido, al compás de unos chicos de billar.
Estuvo enfermo, por varios añales, le extirparon un cáncer, el afamado cirujano y académico Pablo Emilio Ramírez Calderón, junto a su Emilio, que es genio en el acto quirúrgico complejo, formado en la benemérita Universidad del Rosario y en el Hospital San José, que forma cirujanos ejemplares.
Perteneció a varias juntas locales, entre ellas la de la Fundación Virgilio Barco Vargas y club Cazadores. Participó en las comparsas del baile de locos, amén: y con todas las orquestas billos y melódicos.
Ya partió al jardín de los dioses y de los césares, para encontrarse con su esposa, que lo comprendió, lo respetó y lo admiró por sus valores y virtudes. Él era uno de mis mejores amigos y asiduo lector de mis escritos.
Tuve el honor de acompañarlo a la misa de inhumación en la parroquia del Espíritu Santo. Y me arropé en el dolor por su partida con los académicos Juan Pabón Hernández, director insigne de este suplemento literario, el penalista Pablo Chacón, y el economista Mario Villamizar.
Resalto a Ernesto Collazos, quien pronunció oración fúnebre en su calidad de presidente, para despedir a su compañero de la Academia de Historia de Norte de Santander. A su cuñado y mi colega y amigo entrañable Quiroga Corzo, lo golpeó su muerte, ya que lo quería mucho.