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“Mi tiempo va a ser mío”: Monseñor Luis Madrid Merlano

Monseñor Luis Madrid Merlano nació en Cartagena el 27 de octubre de 1946. El 30 de marzo del 2010 el Papa Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Nueva Pamplona, cargo del cual se ha retirado para disfrutar de su jubilación.

- Juan Pabón Hernández

Monseñor Luis Madrid Merlano re eja una dignidad sacerdotal innata, algo así como un halo que infunde respeto y con

rma los atisbos de sabiduría que uno le ha percibido al escuchar sus homilías.

Mi encuentro con él signi có, además, un aliciente para aliviar mi propia fragilidad. La verdad es que, cuando conversé con él, por sugerencia de Sergio Entrena López, acerca de su retiro de la vida eclesiásti­ca, hallé un soporte especial; fue, quizá, como la presencia de un ángel circunstan­cial para ayudarme a entender la vida y justi car, un poco, mis inconsiste­ncias. UNA AVENTURA LUMINOSA

Me acoge una sensación de desasosieg­o ante el momento actual de la Iglesia el cual, creo, es común a muchos católicos, de esos de los viejos, los de las tradicione­s, los del valor y del sentido de la fe como fundamento moral.

Pero mi conversaci­ón con Monseñor Madrid fue redentora y, en ella, fui rati cando la convicción, previa e intuida, de estar ante un religioso idóneo, a anzado en una vocación que surgió mágica, como ocurre con los sucesos magnos, detrás de los hilos del destino, porque su primera inclinació­n fue hacia medicina.

Una visita ocasional al Chocó lo hizo presentir el servicio misionero y lo condujo al sacerdocio. Al conversar con el obispo de Istmina, monseñor Gustavo Posada Peláez, supo que había encontrado la razón de su existencia. Así, estudió en el seminario de La Ceja y en Bogotá. “TODO CAMBIA EN UNO SIN DARSE CUENTA”

Comenzamos hablando de la situación actual de la espiritual­idad, con la queja –lamento- que tengo de estar desfasado unos doscientos años en el tiempo. En cierta forma, padecemos del mismo mal, aunque él lo interpreta, por supuesto, con más sabiduría: “Todo cambia en uno sin darse cuenta”.

Monseñor Madrid posee un pleno convencimi­ento de que existe un total desconcier­to en las relaciones humanas del siglo, en la radical diferencia de conceptos que aqueja a todos, de los diversos escenarios que acrecienta­n la brecha de la tolerancia y la comprensió­n con otra mentalidad que ha venido a imperar en el mundo.

Y hace una reflexión importante acerca de la tecnología y de cómo se viene tratando en la Iglesia, para acometer acciones preventiva­s y no dejarse abatir por una circunstan­cia que no tiene reversa: “Aún no está inventado lo que dentro de diez años será novedad”.

Sin embargo, aunque los jóvenes viven un mundo distinto, tienen cosas positivas, más independen­cia mental y familiar, pero están menos protegidos: “los veo valientes, abiertos, como lo observé en las jornadas de misión que realizamos hace poco, parecidas a los Cursillos de Cristianda­d. Pero, en otras esferas, se perdió el sentido de la ética, del respeto: ahora la tecnología, las redes sociales, en n, afectan ese valor.

Se dice que somos católicos, pero qué es serlo, sino poner en práctica la palabra que se escucha, ser respetuoso, bondadoso, amplio, con principios. Pero si aquel es el enemigo, le digo de cuanta cosa haya, sea bueno a malo”. UN REPASO BREVE A LA SOCIOLOGÍA

Indudablem­ente, la estructura de la sociedad se basa en aspectos fundamenta­les: familia, sociedad, escuela y religión. En mis clases de sociología las trataba con predilecci­ón, sin excluir del todo una más, la política, por la cual siento aversión patológica. La familia

La valoración de la dignidad de la persona en la familia es esencial. Al respecto, dice Monseñor, “…se acabó el despotismo del hombre, con la mujer especialme­nte. El Papa Francisco, incluso, abrió muchas facilidade­s para que los matrimonio­s fueran declarados nulos cuando no se pudieran superar las condicione­s estables de sus relaciones y no pudieran validarse los principios fundamenta­les de respeto. Ahora es más valiosa la persona, ya no hay esclavitud, y se da más valor al matrimonio. Cambió el tiempo del respeto”.

Y ante un tema trascenden­tal concluye: “El matrimonio se volvió desechable al no tener un vínculo sólido. Ahora no es un acto solidario, en el cual se compromete­n las voluntades de una pareja en un proyecto de vida. Si no funciona, no hay capacidad de aguantar, se volvió deleznable. Los hijos del uno con los del otro”. La mujer

El desempeño de la mujer en todos los ámbitos es valioso. Es relevante su papel en el hogar, en la vida profesiona­l, en el cumplimien­to de los deberes, la honestidad y todo aquello que la ha hecho especial, e importante, para la sociedad.

Monseñor opina que “el hombre no ha sido capaz de suplirla en lo que a ella le correspond­e por derecho propio, el hogar, en el cual hay un vacío de ternura descomunal, desafecto y falta de cohesión familiar. El hombre no tiene esa genética, aunque ha cambiado mucho…Una señora gerente tiene horario: el hombre no se pone sino la camisa y el pantalón, pero la mujer tiene muchas complicaci­ones. Tiene que llevar a los niños al jardín, subrogando su función maternal. Pero esas señoras del jardín también tienen esas necesidade­s; ¿en manos de quien quedan sus hijos?; es una cadena de sacri cios. ¿Dónde quedan los niños de las personas que sirven? Una secuencia en la que las verdaderas madres están poco tiempo con sus hijos.

Pero no hay nada qué hacer; no se puede reversar. Las estructura­s sociales tendrán que cambiar y dejar espacios. En muchos países los horarios de las señoras son

exibles y pueden escoger, proporcion­ar la forma. Ojalá ese tiempo dé mayor calidad y un esfuerzo por la calidez humana”. La escuela Algo así ocurre con los seminarist­as: el seminario debe suplir las de ciencias del

colegio y la familia, ayudar a los muchachos a superar los vacíos humanistas y los con ictos, tiene que llenar los vacíos. Porque no leen, ni escriben, y su capacidad de análisis es escasa. Lo que impera no es el análisis lógico, sino la tecnología.

Lo aclara Monseñor: “académicam­ente todo ha tenido que cambiar. Una clase es distinta. Como en todo, cuando por ejemplo los sacerdotes que iban a Europa a estudiar iban en desventaja, porque los de allá les ponían al frente el celular y los pobres de Colombia miraban asombrados el teclado que traducía. Tenían diccionari­o de griego, hebreo, latín, italiano etc. Ya no hay nada que hacer.

Montan aplicacion­es que todo lo hacen…”

La Iglesia

El modernismo ha entrado en la Iglesia con toda esa exageració­n de normas, en las cosas pastorales, en la predicació­n, en la relación con el Estado, las cuentas, la contabilid­ad, la seguridad social, una cantidad de cosas que, lamentable­mente, entorpecen el trabajo ante la presión enorme de la tecnología.

Un objetivo análisis del prelado lo autentica: “es difícil para quienes estamos en los 70 años, afortunada­mente terminando. Pero eso ha ocurrido en todas las generacion­es. Un obispo me decía que hace 40 años no era capaz con las máquinas de escribir eléctricas; progresiva­mente nos está ocurriendo lo mismo con los computador­es y equipos modernos.

Hasta a los cementerio­s ha llegado, porque es necesario establecer nuevas operacione­s ante el concepto de los desechos. Una señora del banco me decía que las o cinas del futuro serán aparatos. Y, ni yo, manejo las cosas, como lo hacían los analfabeta­s, quienes reconocían un billete por la imagen, sin saber leer.

Debemos crecer en humanismo, adaptarnos para vivir en una nueva clase de vida. Las universida­des se plantearon eso cuando observaron que las ciencias humanas iban decayendo; al menos tenemos que poner electivas en humanidade­s”.

Es inevitable hablar de la relación de la Iglesia con los acontecimi­entos actuales; su opinión es que no puede casarse con ideologías, ni meterse en tantos con ictos: “que cada uno tenga su convicción es de fuero interno”.

El Papa Francisco, en su primera homilía, lo advertía al decir que “la Iglesia corría el riesgo de convertirs­e en una ONG si descuidamo­s la evangeliza­ción y nos enredamos en política, sea social o económica. Otra cosa es que la iluminemos”.

La verdad es que es difícil enjuiciar a su propia Iglesia: pero, algunos obispos toman partido y terminan entre todos cuestionán­dose, lo cual no es convenient­e: “sólo debemos dar directrice­s, sin compromete­rnos en corrientes políticas, con una total imparciali­dad. Y, en especial, no expresar abiertamen­te, en público, todo lo que se debate en el seno de la iglesia”.

UNA ESPECIE DE RENACIMIEN­TO

“El Papa Francisco ha reestructu­rado todo: tenemos que defender la vida, tenemos que respetar, y todo lo demás, pero debemos ir a lo central que es la misericord­ia: volver a las fuentes del cristianis­mo. Un padre Dios nos manda su hijo y esa es la estructura fundamenta­l por la que fuimos creados, por amor, fuimos dirigidos a una vida de amor, eso fue lo que hizo Jesús, es la columna de la espiritual­idad que ha sido manipulada, en todo.

Cuando hay un escándalo ahí aparecemos. No podemos estar difusos en todas las cosas: como en el cuento de los aviones, que vuelan millones, pero sólo son noticia cuando se cae uno. El Papa va en esa línea y no se aparta de esa estructura central, de los temas en esa raíz. La iglesia existe en cuanto da papaya para controvert­ir, aborto, eutanasia. Si no tenemos de qué hablar bien no hablemos”. (sin comentario­s).

“SÉ QUE DEBO SALIR, LO SIENTO EN EL CORAZÓN…”

Se siente satisfecho. Quisiera haber hecho más, dice, haber tenido menos de

ciencias humanas. Monseñor se alegra de que la gente le agradezca y no haya notado los lunares. Se retira a tiempo, como debe ser. Ojalá venga una fuerza nueva: “Mi tiempo va a ser mío. Voy como un residente a una casa de personas mayores; no quiero dejarme enredar. Por eso me voy para no estar en comidas, ni hacer viajes. Una de las cosas de las que huyo es al “tengo que…”. Que no me digan qué tengo que hacer, sólo actuar con el si puedo, si quiero …

No tengo nada proyectado, sé que debo salir, lo siento en el corazón, lo he hablado con el señor, lo mejor es que me retire. Sé lo que tengo que dejar.

No tengo nada de nido por hacer, sólo que voy a vivir en una casa para sacerdotes en Cartago, donde haré algo, dirección espiritual, en n...”

EPÍLOGO

La etapa de ajuste en que se encuentra Monseñor Luis Madrid le irá de niendo espacios y tiempos nuevos: cuando le propuse que escribiera, me respondió que nunca ha sido constante para ello. Que, al año, sólo escribía una homilía, para la misa crismal y las siete palabras: “me gusta escribirla porque es un tiempo preciso”.

Las homilías las prepara consciente­mente, rara vez son improvisad­as y las estructura en su mente para acometer lo que va a decir: la acción de dios es muy grande cuando uno se dispone a trasmitir un mensaje y uno se pone en oración para que todo salga bien.

Hay una anécdota bonita: “Una monja en Cartago me grababa siempre y no me di cuenta. Cuando murió mi mamá encontré tres tomos que esta hermana había hecho. Mucho trabajo para transcribi­r mis cosas”.

De seguro, la inspiració­n del espíritu santo será bondadosa para aprovechar el talento de un hombre que dedicó su vida al servicio de Dios y de la Iglesia.

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Juan Pabón Hernández
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Monseñor Luis Madrid Merlano
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Papa Francisco

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