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Muerte de Emiliano Zapata

- IGNACIO LÓPEZ TARSO

Poema en homenaje al Grito de Independen­cia de México (15 de septiembre de 1810) Escuchen señores, oigan el corrido de un triste acontecimi­ento: pues en Chinameca fue muerto a mansalva Zapata, el gran insurrecto. Abril de mil noveciento­s diecinueve, en la memoria quedarás del campesino, como una mancha en la historia. Campanas de Villa Ayala ¿Por qué tocan tan doliente? -- Es que ya murió Zapata y era Zapata un valiente. El buen Emiliano que amaba a los pobres quiso darles libertad; por eso los indios de todos los pueblos con él fueron a luchar. De Cuautla hasta Amecameca, Matamoros y el Ajusco, con los pelones del viejo don Porfirio se dio gusto. Trinitaria de los campos de las vegas de Morelos, si preguntan por Zapata di que ya se fue a los cielos. Le dijo Zapata a don Pancho Madero cuando ya era gobernante: -- Si no das las tierras, verás a los indios de nuevo entrar al combate. Se enfrentó al señor Madero, contra Huerta y a Carranza, pues no le querían cumplir su plan que era el Plan de Ayala. Corre, corre, conejito cuéntales a tus hermanos -- ¡Ya murió el señor Zapata, el coco de los tiranos!... Montado con garbo en yegua alazana era charro de admirar; y en el coledero era su mangana la de un jinete cabal. Toca la charanga un son de los meros abajeños; rueda un toro por la arena, pues Zapata es de los buenos. Una rana en un charquito cantaba en su serenata: -- ¿Dónde hubo un charro mejor que mi general Zapata? Con mucho entusiasmo aplaude la gente y hartas niñas concurrier­on, que el jefe Zapata y sus generales dondequier­a se lucieron. Con jaripeo celebraba su victoria en la refriega, y entre los meros surianos, que es charro, nadie lo niega. Camino de Huehuetoca preguntaba así un turpial: -- Caminante, ¿que se hizo del famoso caporal? Nació entre los pobres, vivió entre los pobres y por ellos combatía. -- No quiero riquezas, yo no quiero honores. A todos así decía. En la toma de Jojutla dice a un mayor de su gente: -- ¡Tráete al general García que le entre conmigo al frente! A la sombra de un guayabo cantaban dos chapulines: -- ¡Ya murió el señor Zapata, terror de los gachupines! Fumando tranquilo se pasea sereno en medio de los balazos, y grita: -- ¡Muchachos, a esos muertos de hambre hay que darles sus pambazos! Cuando acaba la refriega perdona a los prisionero­s, a los heridos los cura y a los pobres da dinero. Estrellita que en las noches te prendes de aquellos picos, ¿Dónde está el jefe Zapata que era azote de los ricos? -- Cuando yo haya muerto, dice a su subalterno, les dirás a los muchachos: con l’arma en la mano defiendan su ejido como deben ser los machos. Dice a su fiel asistente cuando andaba por las sierras: -- Mientras yo viva, los indios serán dueños de sus tierras. Amapolita olorosa de las lomas de Guerrero, no volverás a ver nunca al famoso guerriller­o. Con gran pesadumbre le dice a su vieja -- Me siento muy abatido: pues todos descansan, yo soy peregrino, como pájaro sin nido. Generales van y vienen dizque para apaciguarl­o; y no pudieron a la buena un plan ponen pa’ engañarlo. Canta, canta, gorrioncit­o, di en tu canción melodiosa: -- Cayó el general Zapata en forma muy alevosa. Don Pablo González ordena a Guajardo que le finja un rendimient­o, y al jefe Zapata disparan sus armas al llegar al campamento. Guajardo dice a Zapata: -- Me le rindo con mi tropa, en Chinameca lo espero, tomaremos una copa. Arroyito revoltoso, ¿Qué te dijo aquel clavel? -- Dice que no ha muerto el jefe, que Zapata ha de volver... Abraza Emiliano al felón Guajardo en prueba de su amistad, sin pensar el pobre, que aquel pretoriano lo iba ya a sacrificar. Y tranquilo se dirige a la hacienda con su escolta; los traidores le disparan por la espalda a quemarropa. Jilguerito mañanero de las cumbres soberano, ¡Mira en qué forma tan triste ultimaron a Emiliano! Cayó del caballo el jefe Zapata y también sus asistentes. Así en Chinameca perdieron la vida un puñado de valientes. Señores, ya me despido, que no tengan novedad. Cual héroe murió Zapata por dar Tierra y Libertad. A la orilla de un camino había una blanca azucena, a la tumba de Zapata la llevé como una ofrenda...

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Emiliano Zapata

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