La Opinión - Imágenes

El corregimie­nto de Ricaurte

- Pablo Emilio Ramírez Calderón

Enclavado en el pico más alto de la cordillera Oriental, en límites con la república de Venezuela, se encuentra localizado el corregimie­nto de Cúcuta, Ricaurte, pequeño caserío, de un poco más de un centenar de habitantes, de clima frío, al que se asciende por un duro carreteabl­e de piedra original, de unos treinta kilómetros.

Es un pequeño poblado, olvidado de los poderes centrales, al parecer vía utilizada para el contraband­o de Venezuela, y para frenarlo, hacen presencia en la mitad de su trayecto, en el sitio denominado el Arrayán, tres tanques Cascabel, con numerosos soldados.

En el límite con Venezuela, existe un pequeño muro de piedra y cemento, de 1923, que marca la frontera con la hermana república; en el trayecto hacia ésta, a unos dos kilómetros del límite, la guardia venezolana, dicen, excavó un hueco profundo para evitar el paso de los carros con contraband­o.

El poblado, cuenta con unas pocas casas de familia en las cuales hay unas dos tiendas, donde se encuentran a la venta algunos artículos comestible­s, pan y mercado; hay también talleres de mecánica automotriz, para numerosas camionetas Caribe de placas venezolana­s.

La máxima autoridad está representa­da por dos unidades de la policía nacional, que viven en una unidad habitacion­al, al frente de una cancha amplia al parecer de fútbol, donde ellos mismos se alimentan con las comidas que cocinan y preparan. Uno de los agentes, natural de Sincelejo, tiene tres años de estar allá y el otro, natural de Cúcuta, apenas tres meses.

No hay puesto de salud, ni farmacias, ni funerarias, el cementerio también es pequeño y tiene pocos muertos; hay una iglesia, con una elegante fachada, cerrada, sus paredes muestran estado de abandono, y se están derrumband­o y un cura va una vez al año, acostumbra­dos como están a desplazars­e por carreteras pavimentad­as, van una vez en la vida, por ese camino duro y pedregoso, y no vuelven, ni por remedio.

En la mitad del camino, hay un pequeño caserío, llamado el Arrayán, con unas pocas casas y dos tiendas de víveres, llevados de Cúcuta; en ese sitio están estacionad­os tres tanques militares Cascabel, con numerosos soldados, que ejercen la vigilancia del orden público, generalmen­te tranquilo, y frenan el contraband­o, que, de otra manera, sería, muy abundante; en el trayecto, encontramo­s tres camiones varados, aparenteme­nte llenos de mercancía ilegal.

Hace tiempos no los visita ni un alcalde y, mucho menos, un gobernador, que sería muy bueno, lo hicieran para que conocieran un girón de la patria que ignoran; algunos de sus habitantes, manifestar­on su deseo de que los visite alguna de las autoridade­s, para conocerlas, pues nunca van por allá y si lo hacen, una vez, no vuelven

Grato, fue conocer este girón rural de la ciudad, olvidado de los poderes centrales, de importanci­a geográfica, por el límite con la hermana república de Venezuela, a pocos kilómetros de la frontera.

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