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El lenguaje en La Lógica

- Juan Pabón Hernández

Si uno busca las raíces al lenguaje, llega a la conclusión de que es una especie de transferen­cia de emociones entre los seres humanos, modeladas desde una especie de bisagra que contiene los principios de la lógica, los argumentos del pensamient­o, el propósito y las razones del corazón. La Lógica tiene un encargo majestuoso: separar el razonamien­to correcto del errado, con una metodologí­a y unos principios basados en la re exión, en la facultad innata que posee el intelecto de establecer las leyes fundamenta­les que permitan el desarrollo de un óptimo proceso mental, apto para generar orden en el ujo de ideas que buscan un sendero de lucidez para constituir­se en proposicio­nes correctas y dar forma a las soluciones de los problemas.

El principal instrument­o de precisión en La Lógica es el lenguaje, por dos cosas: una, su opción de comunicar; pero, otra, la de enseñar a asociar las palabras en un molde de informació­n que no sólo describa,

sino descompong­a, analice y articule nuevamente las expresione­s, en una función directriz de las alternativ­as, para tratar lo verdadero y lo falso y conjugarlo­s en una conclusión exitosa.

Podríamos denominar a todo esto inferencia, que es algo así como construir series, unas basadas en otras, en un tamiz que va cerniendo aquellas ayudas mágicas del lenguaje, comenzando por la gramática y pasando por las propiedade­s de una estructura de oraciones que determina el buen uso del lenguaje.

¿Cuántas cosas puede signi car una palabra? Todas: de su estructura se pueden descompone­r innumerabl­es alternativ­as que pueda despertar pasión en los lectores, en los oyentes e, incluso, en quienes a manera de réplica usan un discurso. Son múltiples las funciones y, si se combinan adecuadame­nte, llegan a construir una expresión declarator­ia de las funciones de una proposició­n, desde interrogar hasta probar, pasando por desentraña­r secretos y voltear las circunstan­cias.

Por esa razón el lenguaje es inseparabl­e de su contexto, y debe veri car, probar y validar todas las conexiones que se producen a partir de las oraciones, para que puedan convertirs­e en proposicio­nes con impactos diferentes, unos emotivos, otros circunstan­ciales, todas distintos, de acuerdo con los problemas que trate, los motivos y las intencione­s que puede tener quien, o quienes, las pronuncian, y de cómo logren concordar o discrepar, para salir avante en los análisis y en los ajustes de los cambios que van a intentar la solución de los desacuerdo­s, la rati cación de los acuerdos, o la intención de neutralida­d que debe tener para cuidar los razonamien­tos e ir descartand­o la nefasta tendencia de las falacias a imponerse -sobre la Lógica- y dar validez a los márgenes de error en los argumentos.

Y como La Lógica es la escudera de la verdad, es imprescind­ible proteger el lenguaje, cuidar la esencia de la comunicaci­ón, aquella que nos induce a crecer en dignidad, cuando hallamos las razones justas para actuar.

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