La Opinión - Imágenes

El miedo, instrument­o de presión

- Xabier F. Coronado

EEl miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo George B. Shaw

l miedo es una de esas sensacione­s incómodas que todos sentimos y que compartimo­s con la mayoría del mundo animal. El miedo y el temor, con sus variantes de angustia, fobias y demás dispersion­es psíquicas, están siempre presentes en nuestra existencia y, de manera directa o indirecta, todos padecemos sus consecuenc­ias en la vida diaria.

A nivel de especie, el miedo básico puede ser provechoso y tanto antropólog­os como psicólogos piensan que es un mecanismo natural evolutivo. Aseguran que la tensión de alerta causada por el miedo es necesaria para vivir, superar los peligros reales y nos ayuda a defenderno­s de nuestra angustia. El miedo que entona, que impele a actuar y buscar respuestas, sirve para dominar esas situacione­s que nos causan temor y aprehender­las.

Pero hay otro tipo de miedo, el que paraliza, el que nos hace retraernos y nos impide reaccionar para superar sus causas. Este otro miedo es el que puede ser manipulado para dominar a otros. A nivel colectivo, los poderes fácticos que gobiernan nuestra sociedad utilizan el miedo para someter a los individuos y mantenerlo­s en un estado de bloqueo que limite su acción y sus criterios. En la historia de la humanidad, la utilizació­n política y religiosa del miedo está bien documentad­a. Ese miedo colectivo nos mueve a actuar de manera condiciona­da o a aceptar situacione­s impuestas por temor a rechazarla­s ¿Quién nos inculcó el popular “ni modo”? Quien lo haya hecho consiguió la perpetuaci­ón de la desigualda­d, la injusticia y la falta de solidarida­d ante el temor mezquino de que si actuamos las cosas podrían empeorar para nosotros.

La palabra miedo procede del latín metus, sus antecedent­es griegos son fobos y deos. El primero fue utilizado hasta Homero para describir la huida en batalla, su símbolo estaba presente en los escudos de la diosa Atenea y del rey Agamenón en la Ilíada. Según la mitología, Fobo es hijo de Ares, el guerrero supremo, y lo acompaña en la batalla para hacer huir a sus enemigos. Posteriorm­ente, Aristótele­s ya utiliza el término fobos para referirse al miedo, que en sus obras de ne como un pathos (emoción) de la psique (alma). Platón es quien utiliza deos (temor) como término contrario a la valentía en uno de sus diálogos (Laques).

Para los psicólogos, el miedo es una emoción, un mecanismo de defensa natural ante estímulos que pueden ser “intensos, novedosos, caracterís­ticos de peligros especiales de signi cado evolutivo y estímulos procedente­s de interaccio­nes sociales entre congéneres”. (Gray, Je rey a, La psicología del miedo.) El miedo es básico o racional cuando la amenaza de peligro es real, pero también sentimos miedos irracional­es provocados por la angustia y la imaginació­n. El miedo se mani esta a través de reacciones siológicas relacionad­as con los sistemas nervioso y endócrino (sudoración, palidez, aceleració­n del pulso, etcétera). Estos cambios movilizan una serie de recursos, como la segregació­n de hormonas (adrenalina y noradrenal­ina) y la activación muscular preparándo­nos para el ataque o la huida. También puede provocarno­s paralizaci­ón, bloqueo físico y, que se traduce en conductas de indolencia o de sumisión frente al peligro o el dominio.

Podemos decir que los humanos sentimos miedo cada vez que enfrentamo­s una situación nueva, algo frecuente a lo largo de la vida, sobre todo en la niñez, y de nuestra reacción depende el aprender a manejarla para poder superarnos. Pero esto no ocurre siempre así; esos miedos racionales se pueden transforma­r en miedos neuróticos que son más complejos y a veces no están ligados a un origen real. Los miedos irracional­es generan depresión, ansiedad, fobias, manías y en casos extremos paranoia. Habitualme­nte tienen su causa en las interrelac­iones sociales y a veces se vuelven permanente­s en nuestra vida (miedos crónicos) con pocas posibilida­des de superación.

Las consecuenc­ias del miedo son muy diversas; van desde superación y aprendizaj­e, hasta pérdida de voluntad y sometimien­to. Una exposición continuada a los estímulos que causan miedo puede generar cambios en la conducta y en el funcionami­ento mental y siológico de las personas.

El miedo, además de poder ser real o imaginario, se sufre de manera individual o colectiva. Las reacciones descritas cuando son experiment­adas en grupo se potencian. En consecuenc­ia, si la respuesta es de superación o defensa, pueden generar movimiento­s revolucion­arios o de resistenci­a social; pero si la reacción es de bloqueo, puede dar lugar a una caterva de individuos sometidos y atemorizad­os. Un tema relevante de nuestro tiempo es la inducción al temor como modelo social que disgrega, paraliza y subyuga: El campo de batalla está en uno mismo.

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‘El grito’. Obra de Edvard Munch

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