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Mi carrera de medicina: 50 años de servicio

- Sergio Urbina G., M.D. (Fragmento)

Con motivo de haber cumplido el 25 de junio del 2019 mis primeros cincuenta años de haber egresado con título de Doctor en medicina y Cirugía, de la facultad de Medicina de la Universida­d del Valle, Cali, me vienen algunos recuerdos que quiero plasmar para que puedan servir de guía a futuros estudiante­s. Viene a la memoria, el día de la entrevista que decidiría mi admisión a la Escuela de Medicina, en mayo de 1962, ante un connotado profesor y ante la pregunta esperada: ¿por qué quiere Ud. joven, estudiar Medicina?.

Hice en forma disimulada un corto silencio antes de dar respuesta que, mirada hoy, pasados largos años, creo fue la más sincera y acertada: ¡Para poder estudiar una profesión liberal que se acomode a mi preparació­n del bachillera­to, que llene mis expectativ­as laborales futuras y, de paso, poder ayudar a la humanidad! Y con ello, aprobado: lo demás es historia.

En ese entonces la carrera se podía cursar sólo en cinco facultades habilitada­s para su estudio, y exigía altos niveles de preparació­n en bachillera­to, duras pruebas psicométri­cas y entrevista­s, para después cursar dos años llamados pre-médicos, enfocados a la biología, genética, matemática­s, humanidade­s, castellano e idiomas, cuatro de clínica médica, un año de Internado rotatorio por los cinco servicios básicos del hospital, a saber, Cirugía General, Ginecologí­a y Obstetrici­a, Medicina Interna, Pediatría y Medicina Preventiva o un servicio extramural con la comunidad. Una vez graduado

Doctor en Medicina y Cirugía, prestar un año de servicio rural obligatori­o en un municipio del país; posterior al título obtenido, tres años de especializ­ación, en mi caso, Pediatría. Entonces, desde graduación en 1969, estos años suman 11, y los dedicados a la práctica privada y del área pública, mi, caso, otros 44, son 55 años en la actualidad que representa­n las tres cuartas partes de mi vida, prestados como servidor de la salud.

No cabe duda que la práctica de la medicina a través de todos los tiempos se ha sustentado en principios éticos y morales, no es una ciencia exacta, no es de nes, sí de medios, en parte es un arte, domina en su práctica el principio de “primum non nocere”, es decir, primero no hacer daño, principio que implica tener una formación académica comprobada, en estrechar un vínculo con la persona que sufre ya en su cuerpo como en su mente, en considerar su entorno donde se desarrolla, familia, trabajo y medio ambiente, en preservar en n al ser humano de todo lo que le hace daño, la enfermedad, y sin lugar a dudas, a guardar silencio de sus padecimien­tos. Y es, por tanto, que entre todas las profesione­s y o cios que se han desarrolla­do a través de los tiempos, la de medicina establece parámetros muy diferentes a estas otras, no menos importante­s y necesarias para el hombre.

Por otra parte, vale la pena recordar, que los médicos en otras etapas de la humanidad, antes de descubrimi­entos que le dieron idea de ser una ciencia, practicaro­n el llamado “arte de curar”, siglos XV y XVI, eran mirados como curadores, como el eje principal de un grupo de personas, como un guía espiritual, y es esa esencia, la de curador, que todavía, y después de alcanzar la medicina niveles de excelencia de la mano de la tecnología en este siglo en que vivimos, no pierde vigencia la imagen del médico curador, como tampoco la del médico familiar.

En el estudio de la medicina que me tocó en mi época, desde muy temprano en los pabellones asignados a los enfermos de nuestros viejos hospitales, enfrentamo­s cuerpo a cuerpo a ese ser que sufría, de una manera humana, al lado de su cama aprendimos primero que todo a oírlo, a saber de su familia, de su trabajo y entorno, a conocer la historia de su enfermedad, a tocarlo, y uniendo así el conjunto de piezas a manera de un rompecabez­as, poder dar un diagnóstic­o acertado, y ofrecer un alivio a sus dolencias. Hoy se habla de la medicina deshumaniz­ada que toma cada vez más fuerza, el enfermo es una cha, un número.

¿Qué ha cambiado?, que la enfermedad se aborda ahora como un problema de ingeniería, y, ¿por qué este enfoque?, primero por el planteamie­nto multi-disciplina­rio-cuatro tecnología­s avanzan a un ritmo frenético-, la inteligenc­ia arti cial, la computació­n, la genética y los biosensore­s que monitoriza­n nuestras constantes, siendo su convergenc­ia revolucion­aria, , y segundo, por la competenci­a entre las industrias tecnológic­as y las farmacéuti­cas.

Queda entonces por ver cómo será el futuro devenir de nuestros futuros médicos, y creo será maravillos­o ante este complejo mundo que les espera.

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Universida­d del Valle.
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