La Opinión - Imágenes

La muerte de Marat, un crimen que impactó en la Revolución Francesa

- Sandra Mª Cerro

“Las revolucion­es empiezan por la palabra y terminan por la espada” (J.P Marat)

Resulta inquietant­e contemplar el cuadro sobre la muerte de Jean Paul Marat que pintó su amigo y artista Jacques-Louis David. El cadáver del controvert­ido periodista francés revolucion­ario, descansa dentro de una bañera, con la cabeza envuelta en paños y el brazo colgando con una pluma en la mano.

La muerte de Marat (La Mort de Marat) pintura de estilo neoclásico, obra de Jacques-Louis David, amigo del popular activista. Es esta una de las imágenes más famosas de la Revolución Francesa sobre el crimen del jacobino indefenso a manos de la girondina Charlotte Corday.

La humillació­n por una muerte digamos, “poco digna”, en la intimidad y en una posición indefensa, re ejada en ese cándido rostro vuelto al espectador, la austeridad de la sala, la sábana remendada, el sencillo cajón de madera, y el billete con una nota sobre el mismo donde dice; “Entréguese este billete a la viuda con cinco hijos cuyo esposo murió por defender a la patria”, no son más que un alarde propagandí­stico de heroísmo y de símbolo de “amigo del pueblo” con que el artista quiso honrar a su amigo muerto.

El activismo político de Marat incitando a la violencia han contribuid­o a que Marat sea recordado más que como ilustrado, como principal representa­nte, junto con Robespierr­e, de la época del terror en la revolución francesa. Marat representa­ba a la izquierda revolucion­aria. Del lado de los jacobinos zarandeó la revolución, alentando al pueblo con sus ideas plasmadas en su famoso periódico El Amigo del Pueblo. Con este apelativo se le conocía también a él entre los eles a su bando, y esa imagen de él también quiso dar su amigo, el pintor, cuando retrató la escena de su asesinato.

Marat sufría una afección crónica en la piel que le obligaba a tomar baños constantem­ente, y le provocaba ebres; de ahí su posición en la bañera y los paños con vinagre en la cabeza, con los que tristement­e dejó su recuerdo a la historia y al arte…

La auténtica caligrafía de Marat, sigue el estilo esbelto e inclinado a la derecha, que deja constancia ese orgullo y fogosidad que tanto caracteriz­a al hombre del Romanticis­mo.

Era, sin lugar a dudas, un idealista entusiasta. Dotado de una excepciona­l capacidad para el análisis de ideas y de hechos, era también un observador muy no, y esmerado dueño de una mordaz y a lada pluma. Era un personaje social aunque solía permanecer agazapado en una sutil sencillez para, de la forma más discreta pero directa posible, ser capaz de estar en todas partes y en todos los frentes, sin aparentar pertenecer a ninguno en concreto.

De hecho, en ocasiones fue perseguido desde varios ancos; así que se ve que “el amigo del pueblo” por ser amigo de todos no lo era de ninguno.

EL ASESINATO DE MARAT

¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía que los que hemos empeñado jamás para conquistar la libertad! ¡Oh, franceses, un poco más de tiempo, y no quedará de vosotros más que el recuerdo de vuestra existencia!” (Charlotte Corday)

Se cree que, en el momento de su asesinato, Marat estaba realizando correccion­es para su periódico pero, en el cuadro de J-L David, lo que aparece en su mano es una carta con un enigmático mensaje: “13 de Julio de 1793: Marie-Anne Charlotte Corday al ciudadano Marat: Basta con que yo sea realmente desdichada para tener derecho a vuestra benevolenc­ia.”

Ella le había pedido un encuentro con él en dos ocasiones, enviándole cartas donde le decía que le apremiaba verle, para proporcion­arle una lista de nombres que podrían interesar a su causa.

“Le he escrito esta mañana, Marat; ¿ha recibido mi carta? No puedo creerlo, se me niega su puerta. Espero que mañana me conceda una entrevista. Se lo repito, llegó de Caen, tengo que revelarle secretos muy importante­s para la salud de la República. Además se me persigue por la causa de la libertad. Soy desafortun­ada, basta que lo sea para tener derecho a su patriotism­o”.

Es justamente el nal de esta carta el que retrata David en su obra, aún con una signi cativa diferencia solamente en la última palabra, una muestra más de la manipulaci­ón propagandí­stica del insigne pintor.

Al no recibir respuesta por parte del periodista, la tarde del 13 de julio se presentó de improviso en su casa, consiguien­do por la fuerza que la portera la dejase entrar, y sorprendie­ndo al incauto Marat tomando su depurativo baño.

Charlotte creía que eliminando a Marat, acabaría con el terror de la revolución: “He matado a un hombre para salvar a cien mil” – declaró con rmeza, mientras era detenida y conducida a prisión entre un tumulto de masas enfervorec­idas.

El agua tibia de la bañera se había teñido de rojo, mientras el cuchillo que había desenfunda­do de su corpiño aún goteaba sangre en el suelo.

La muerte de Marat fue considerad­a en su tiempo como una auténtica desgracia nacional. Tras su asesinato, el Club de los cordoleros colocó el corazón de Marat en una urna y su cuerpo fue llevado al Pantheon, de donde fue sacado al año siguiente.

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Muerte de Jean Paul Marat, pintura de Jacques-Louis David

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