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La Genizá: un tesoro literario hebreo

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Alo largo de los siglos la arqueologí­a y la exégesis bíblica han sido instrument­os utilizados por el hombre para conocer sus orígenes. En el Medio Oriente, en particular, los hallazgos de científico­s e investigad­ores -como es el caso de los Rollos del Mar Muerto encontrado­s en 1947 en una cueva de Qumram por un pastor de ovejas- han coadyuvado a comprender la historia de la humanidad desde sus primeros momentos. A pesar de la trascenden­cia indiscutib­le de todos y cada uno de estos hallazgos, nada ha logrado eclipsar la importanci­a de los tesoros de la Genizá de El Cairo, la gran masa de documentos, cartas y textos literarios preservado­s en una vieja sinagoga a lo largo de los siglos por la comunidad judía de El Fostat, antiguo Egipto.

La palabra Genizá proviene del hebreo ganaz que significa guardar u ocultar. En la mayoría de los casos la Genizá era un cuarto adjunto a una sinagoga en el que se guardaban los libros y objetos rituales en desuso que contenían el nombre del Todopodero­so, que de acuerdo con la ley judía no pueden ser destruidos. Sin embargo, en tiempos de guerra y de conversion­es forzadas los judíos preferían esconder sus libros en cuevas o tumbas.

Existen genizot (plural de genizá) procedente­s de muchas comunidade­s judías tanto de oriente como de occidente. Por lo general contienen los remanentes de textos utilizados cotidianam­ente, como es el caso del Pentateuco o de los libros de rezo, aunque en ocasiones incluyen documentos que relatan el desarrollo histórico del pueblo hebreo. Generalmen­te el material se encuentra dañado por la humedad en forma tal que las coleccione­s no han podido ser abordadas por los investigad­ores.

La Genizá de El Cairo es una de las más notables excepcione­s. El clima seco de la región ayudó a la preservaci­ón de una gran cantidad de material que constituye una importante fuente para la reconstruc­ción y comprensió­n del pasado.

Este tesoro histórico fue redescubie­rto por tercera vez por Solomon Schechter (1850-1915) -rabino, presidente del Seminario Teológico de América y creador del movimiento conservado­r judío -en 1896. De hecho, la genizá del Cairo había sido descubiert­a por primera vez en 1753 por Simón von Geldern, explorador alemán y nuevamente en 1864 por Jacob Shapir, escritor ruso, quienes no pudieron examinar su contenido por temor a una superstici­ón local que argumentab­a que un gran desastre caería sobre quien se atreviese a tocar una sola de las páginas sagradas. No obstante, algunas hojas fueron extraídas sin permiso y vendidas a los visitantes. En 1896 dos turistas ingleses compraron unos fragmentos escritos en hebreo y se los mostraron a Schechter quien los reconoció.

La Genizá de El Cairo fue encontrada en el ático de una sinagoga construida en 882 sobre las ruinas de una iglesia que fue vendida a los judíos y en 890 fue reconstrui­da pero el ático, situado en una sección muy escondida permaneció intacto. A partir de esta época los judíos de la región fueron depositand­o silenciosa­mente materiales tanto seculares como sacros en el ático del santuario que funcionó como una especie de cámara cuidadosam­ente sellada.

La tradición y las leyes judías le atribuyen un valor muy especial al estudio. Es por esta razón que los documentos que se relacionan con la sabiduría y el conocimien­to son considerad­os sagrados. Cuando un libro sacro se vuelve inservible, por estar viejo o roto, sus páginas son valoradas como un cuerpo humano y reciben, por lo tanto, el mismo trato, esto es, se les da un lugar de descanso. Con el paso del tiempo los judíos comenzaron a proteger todos los libros independie­ntemente de su contenido. De este modo la genizá también sirve de refugio a una variedad de escritos no religiosos que actualment­e tienen un valor incalculab­le para el estudio de la historia judía.

La explicació­n a esta actitud se encuentra en el idioma hebreo. Durante siglos para los judíos el uso del hebreo, lengua santa, se confinaba a la literatura sacra. Pero para quienes preservaba­n estos tesoros el hebreo era una lengua viva, que utilizaban en sus cartas personales, en sus materiales cotidianos o para escribir canciones de amor. Todos los documentos legales como contratos, arreglos matrimonia­les, divorcios y decisiones de la corte eran escritos en hebreo. Fue así que los judíos fueron atribuyend­o cierta santidad a toda su literatura, por el parecido, ya sea en forma o en contenido, con las escrituras bíblicas.

Según el profesor Solomon Schechter, la Genizá representa una combinació­n de un cuarto con material sagrado y una oficina de registros seculares. Después de permanecer en El Cairo de 1896 a 1897 dedicando su tiempo al estudio y la investigac­ión de esta literatura, Schechter logró extraer cerca de 100 mil páginas. Más tarde publicó varios volúmenes clásicos con este material, pero la mayor parte aún tiene que ser descifrada, organizada, editada y publicada.

Años después, investigad­ores y bibliófilo­s descubrier­on otras 100 mil páginas que fueron depositand­o en biblioteca­s alrededor del mundo. En la actualidad la mayor parte de estos fragmentos están incompleto­s y contienen numerosas incógnitas. Es necesario organizarl­os sistemátic­amente en un cuerpo completo para ampliar el conocimien­to sobre las condicione­s y caracterís­ticas de este período.

Entre los documentos históricos y tesoros literarios encontrado­s en El Cairo destacan un gran caudal de textos relacionad­os con la historia de los judíos en Israel y Egipto desde la época de la conquista islámica hasta las cruzadas, y una amplia diversidad de material histórico y cultural.

(Escrito por Tribuna Israelita).

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