Aldous Huxley
Aldous Leonard Huxley, Godalming, 1894 - Los Ángeles, 1963. Novelista y ensayista inglés de prosa enciclopédica y a la vez visionaria. Nieto de Thomas Henry Huxley, principal defensor de la teoría de la evolución en tiempos de Darwin, se educó en una familia de tradición intelectual.
“El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás”.
En su juventud quedó prácticamente ciego, y en 1942 publicó un libro, El arte de Ver, acerca de sus esfuerzos para recuperar la visión. Se graduó en literatura inglesa en el Balliol College de Oxford y trabajó para la célebre revista Athenaeum y como crítico de teatro en la Westminster Gazzette. Sus primeras publicaciones fueron colecciones de versos, entre ellos The Burning Wheel (1916), Jonah (1917) y Leda (1920). En prosa, la primera entrega fue Limbo (1920), y prosiguió con cuentos como los de La Envoltura Humana (1922). En 1921 publicó su primera novela, Los escándalos de Crome, crítica mordaz de los ambientes intelectuales.
Huxley viajó constantemente con su esposa por Europa, Estados Unidos, América y la India. Residió en Italia, donde escribió Contrapunto (1928), en la cual despliega su solidez intelectual y las técnicas novedosas del arte de la novela.
En 1932 publicó Un Mundo Feliz, su libro más importante: una ficción futurista de carácter visionario y pesimista de una sociedad regida por un sistema de castas, y donde imagina una sustancia o droga llamada soma, utilizada con fines totalitarios. Un Mundo Feliz ocupa un lugar de privilegio entre las ficciones distópicas del siglo XX, junto a novelas como 1984, de George Orwell, y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. En 1936 publicó Ciego en Gaza, de carácter autobiográfico, en el que desarrolló la contraposición entre intelecto y sexo.
Tras ello comenzó su “época mística”; en 1941 se acercó a la literatura religiosa de la India, tuvo contactos con La Sociedad Vedanta de Los Ángeles y colaboró en la revista Vedanta and the West hasta 1960. En 1944 publicó El Tiempo Debe Detenerse, inspirada por El Libro Tibetano de los Muertos, y en 1946 una colección comentada de textos místicos de todos los tiempos, La Filosofía Perenne; aquí contrapuso la espiritualidad mística a la técnica y pragmatismo modernos.
En 1948 publicó Mono y Esencia, prosa intelectual que influyó en varios escritores, como el cubano José Lezama Lima, que recomendaba su lectura en su “curso délfico”. A partir de 1950 inició una nueva etapa relacionada con las experiencias con las drogas, de las que resultó su popular de seriedad. libro Las Puertas de la Percepción (1954), que tuvo mucha influencia en la sociedad norteamericana. En 1963 dio a conocer Literatura y Ciencia, una aproximación entre ambos mundos.
Además de ser considerado uno de los iniciadores de la psicodelia (meditaciones en torno a experiencias con mezcalina y LSD), Aldous Huxley fue portavoz de la clase intelectual de la primera mitad del siglo XX; siguió a sus contemporáneos desde el escepticismo superficial hasta la angustia trágica de un mundo vuelto impersonal por las nuevas y monstruosas técnicas de las guerras sucesivas. Sus libros poseen la fresca lozanía de su prosa y un cierto sabor original hecho de erudición, de ironía y
Acomienzos de los años sesenta del siglo pasado, el profesor Malcolm Deas visitó Gramalote, por sugerencia de Lucio Pabón Núñez, quien estaba resuelto a participar en los actos inaugurales del monumento a Laureano Gómez. Molestaba a Pabón Núñez, que se le excluyera de aquel evento y más por haberse reintegrado a la política conservadora del momento, en las toldas del ospinismo. El profesor inglés aceptó la sugerencia y, ese día, contemplaba los personajes que asistieron, con cierta mirada risueña, como si estuviera descubriendo un mundo fascinante o, como se dice coloquialmente, “le parecieran chistosos”.
Del evento salió dispuesto a profundizar más sobre la vida política colombiana. Contaba con el respaldo de su Universidad, algo fundamental, para explorar debidamente los temas propuestos y para tener algún reconocimiento. Su intervención en la vida académica de Colombia, por temporadas o por cortas visitas de intercambio, ha sido prolífica y juega en todos los periodos históricos o los inquietantes esquemas de la política.
En su libro titulado “Del poder y la gramática” , encontramos un interesante ensayo sobre Ricardo Gaitán Obeso y su protagonismo en la guerra del 85. Llamativo el tema, si queremos alimentar la imaginación, para mostrar prototipos que pudieron influir en la imagen de Aureliano Buendía de Gabo, aunque, casi hay consenso en señalar a otro, a Rafael Uribe Uribe, como el que más se acerca a la comparación. No es de comparación mi referencia, sino del prototipo del protagonismo, según su origen y su proceder.
Para Deas, Gaitán Obeso es un prototipo de guerrero por fuera de las clasificaciones de otros. Advierte que “Gaitán Obeso no era ni mucho menos un general literato, antes de la guerra no había sido un general tan prominente y ni siquiera después de ella fue figura importante dentro de su propio partido” (Pág. 124). Es más, es quizá el único General enjuiciado después de la terminación de la guerra, algo poco frecuente. Aquí viene la advertencia central sobre él: “Era un hombre de provincia, un individuo promedio que por un momento sobresalió por su audacia y nada más.” (Ibíd.). Un “don nadie”, dirían otros. Cabe decir que partió con pecados muy censurables para la sociedad de su tiempo: oscuro origen social, poco estudio y pobreza. Salir del anonimato en esas condiciones no era posible, en los términos tradicionales y, a pesar de eso, “puede considerarse como el hecho militar central de la guerra de 1885”. Con estas informaciones, tenemos para entender al personaje.
El objeto del ensayo del profesor Deas, se sale de un propósito más amplio, como lo sería la misma guerra, tan crucial en la historia de Colombia, y que encontramos en otros autores, para referencia. Su interés es la caracterización del “caudillo” popular. La destacada actuación arrancó de los años de “la anterior” guerra del 76, en las cuales adquirió fama de violento, según testimonian personas que lo vieron actuar después de “la batalla de Garrapata en 1877, en los llanos del Tolima”, y el autor de una memoria recuerda su actuación entonces, relatando cómo Gaitán ordenó llevar a los cobardes al hospital porque “la cobardía es una enfermedad contagiosa” (Ibíd. Pág. 132). Se supone que era reconocido activista y más cuando alcanzó a ocupar el cargo de Inspector del Tequendama.
Dada la agitación política, que mostraba el rechazo a la política reciente de Rafael Núñez, el rechazo al Gobernador de Cundinamarca, Aldana, y la propuesta de una guerra contra el Gobernador del Estado de Santander, Solón Wilches, el paso siguiente, el de los enfrentamientos, maduraba. A su vez, se afirmaba que los personajes entre sí, tampoco se entendían, por tener miras presidenciales para reemplazar a Núñez; algunos dicen que, también, por simple orgullo. Gaitán Obeso está tentado a actuar.
“…En las elecciones de Cundinamarca, en las que el “muy impopular” general Aldana intentaba prolongar su periodo de dos años a cuatro, sólo hubo “tres muertos y diez heridos”. Pero el 4 de octubre, Ricardo Gaitán Obeso atacó la población de Guaduas, en un intento de dirigir un levantamiento contra Aldana” (Pág. 130). Ahí lo tenemos, pues. Entró por el camino de Chaguaní, con 200 hombres (otros dicen que 300) y dio cuenta sangrienta a 50 o 60 soldados de la guarnición; eventos como estos, de por sí estremecedores, daban “prestigio” en algunos sectores sociales.
Uno podría pensar en la reacción violenta de Núñez, pero no fue así. Se dice que por cuidar su propio “pellejo” frente a Aldana. Hubo una especie de “armisticio”, por sugerencia del General Capella Toledo, del ejército federal, desplazado a “pacificar” y Gaitán Obeso termina tomando té en el Palacio Presidencial. ¿Habrase
visto? Luego aparece un “orientador” político, el señor Francisco de Paula Borda “radical fanático no obstante ser un patricio” y le entrega el “plan de campaña”. ¡Hágame el favor!
Eso de que con té van a comprar a Candelario, es vana fantochería, según dijo. Fuera de Borda, hay un general Acevedo “de vieja y distinguida familia bogotana” y un sargento Sabogal que lo van a acompañar todos los ocho meses de la guerra. Lista la salida por Subachoque, La Vega y de ahí pa’lante, pa’las que sea. Empieza por tomar el rumbo y, en Honda, logra capturar algunas embarcaciones de comerciantes, hacer recolecta de mercancías importadas, intervenir dineros fiscales, tomar ganados, y en Bodega Central , licores y otras mercancías, que luego remata a precios “populares”, café cuero y otros productos de exportación, hasta que su fama llega a Barranquilla, con tal ficción, que los conservadores callan con paciencia y la ciudad es tomada. ¡La guerra es un juego de audaces, dirán sus críticos!
Semejante odisea da para admiración; todo le ha sido fácil. Ahora debe tomar Cartagena y eso es a otro precio, pues, en camino está el señor Santodomingo Vila y nada menos que los Generales Payán y Rafael Reyes, este último, sin graduación, pero con tino de empresario y comerciante; como si fuera poco, la intervención de los norteamericanos está sobre el tapete, pues, un tal Pedro Prestán, acusado de incendiar la ciudad de Colón, es requerido por la justicia de ese país, y todos saben que es para ejecutarlo. Cuando Gaitán rehúsa la solicitud, ofreció argumento para el desempeño de embarcaciones extranjeras.
El precio de la fracasada toma a Cartagena, está en la desmoralización de todos. Además, se conoce la cercanía de los Generales Briceño y Mateus, que vienen de Antioquia.
Los intentos de un tratado de paz, quedan en manos del General Sergio Camargo, recientemente reincorporado; había salido por Venezuela a buscar armamento, eso decían. Foción Soto va a ser el más desilusionado de eso. No se pudo firmar nada, porque se incluía la exención de quienes estuvieran acusados por delitos ajenos, lo cual quería decir, que Gaitán y Acevedo no cabían; la negativa liberal a la firma, conduce a la renuncia de Camargo y otros más.
Pero se insiste en guerrear. Por ahí andan muchos jóvenes del interior llenos de ideales y dispuestos a entregar su vida por ellos. La perspectiva de la derrota era clara, pero podía más el romanticismo. Vargas Vila dará cuenta con los elogios líricos y, Foción Soto, ofrecerá detalle memorioso de todos los acontecimientos. ¡Los bravos no dan brazo a torcer, decían en otros tiempos!
Antes de la odisea de Guaduas, se había empezado a organizar el Ejército de la Reserva, integrado por puros conservadores. Con la anuencia de Núñez, estaban listos para el momento oportuno y no faltaron denuncias de radicales, en el sentido de que el armamento disponible de ellos, era tomado de una remesa reciente del gobierno. Claramente, la conducta de Núñez era la de un “zorro” belicista, que contaba con el silencio de los conservadores; ese Ejército será clave en los momentos precisos.
Antes de la debacle de La Humareda, los generales se recriminaban entre sí, como si no hubieran actuado de conjunto. Y, después de ella, tanto Camargo como Vargas Santos, no atinan con la retirada. Cualquier acuerdo de paz, estaba llamado a cuestionarse, hasta que Camargo se desembarazó del ejército derrotado, haciendo declaración legal del relevo, y Gaitán y Acevedo, caerán presos en el Carare.
El juicio de Guerra se realizó con inusitado esmero. El 14 de octubre del 85, Gaitán y Acevedo fueron condenados a diez años de prisión, en la fortaleza de
Bocachica. Gaitán fue trasladado a Panamá y murió de fiebre amarilla, en el Convento de Monjas de Panamá, el 13 de abril de 1886. No faltaron los rumores de envenenamiento, algo que ya no iba, pues, no era necesario, para un radicalismo postrado, podríamos decir.
El “carisma” de Gaitán podría verse con la siguiente afirmación: “El voluntario en las guerras civiles exige de sus jefes maniobras rápidas y afortunadas. No comprende los movimientos estratégicos de los ejércitos regulares. Se enroló para combatir, y si tardan los combates considera perdida la aventura” (Cita incluida en la Pág. 142). El General acusado de “apasionado en los placeres”, el dilapidador de fondos en juergas, el autoritario para dar órdenes de inversión, jugó como leyenda de una organización llamada La Culebra, existente en muchos lugares por parte de los radicales; sus extraños movimientos y la asesoría que le brindaban algunos desde Bogotá, da para pensar en que fuera un complemento de los planes nuñistas. ¡La lucha armada, es negocio de unos y muerte de otros! Vale la lectura de este ensayo.