La Opinión - Imágenes

Decir adiós es…

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POCAHONTAS

Pocahontas rompió moldes anteponien­do su deber y sus raíces a su amor por el valiente colono John Smith. No hay despedida más dolorosa que aquella en la que uno no puede irse y el otro no puede quedarse. Pocahontas y John se dicen adiós con la promesa de permanecer juntos, aún separados, con el consuelo de haber tendido un puente hacia el entendimie­nto entre dos mundos aparenteme­nte no conciliabl­es. Una escena emocionant­e en la que la princesa corre para ver desde el acantilado más alto (con un vendaval moviéndole el pelo maravillos­amente) cómo el barco de John Smith desaparece en el horizonte rumbo a Inglaterra. Y que cada uno imagine si alguna vez volvieron a cruzar sus caminos…

CASABLANCA

Para el hombre cínico y misterioso de Casablanca recuperar el amor perdido de Ilsa ha significad­o recuperar los perdidos valores y la fe. Rick Blaine se postula como una relectura del caballero romántico que, además, habla como tal. Lo que dice durante la última escena. Bogart cede a la dama a un hombre al que considera mejor que él y por una causa más importante que cualquiera de los implicados en este triángulo amoroso. Casablanca nos hace pensar que el romance de Rick e Ilsa funciona porque está condenado a ser fugaz. Probableme­nte, tras esos días en París, o de haber huido juntos de Casablanca, nada hubiera igual. A pesar de ser un final no feliz, funciona bien el desenlace. Es muy probable que no vuelvan a verse, pero siempre tendrán París.

EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS (PETER WEIR, 1989)

En los últimos minutos del club de los poetas muertos, tras el trágico suicidio de Neil Perry, Keating abandona el aula por un pasillo lateral mientras la clase sigue su curso. Al pasar junto a Tod Anderson, los ojos de este se empañan ante la injusticia. así que Anderson se pone en pie y grita que el documento que le ha valido el despido fue firmado bajo coacción. Si Keating se va, por lo menos que lo haga sabiendo que no ha sido traicionad­o. Anderson se sube a su mesa para entonar el “¡oh, capitán, mi capitán!” y varios chicos más le siguen, venciendo su miedo. Keating está feliz, ha marcado una generación: “gracias, chicos. gracias”.

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“Pase lo que pase siempre estaré contigo… Siempre.” — Pocahontas
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“¡oh, capitán, mi capitán!”
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Casablanca (Michael Curtiz, 1949)

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