Los hermosos vuelos de la virtualidad
Algunos de mis buenos amigos me invitaron para que despegara de los escritorios e hiciera un vuelo utilizando las herramientas tecnológicas de moda, justamente ahora que se requiere ser muy recursivos en nuestro trabajo; acudiendo al fruto de la imaginación asumí el reto y aquí les cuento esta experiencia: Lo prometido es deuda, decían los abuelos, aquellos venerables señores de otras épocas que con el puro honor de la palabra cumplían sus pactos sin acudir a notarías, sólo mirándose al rostro y con un apretón de manos, como simbología a la amistad, consolidaban los acuerdos.
Les ofrecí recrear un viaje a España desde mis fantasías virtuales y contarles los detalles de mi pasantía por la Madre Patria y aquí estoy para, en la brevedad, hablarles de ese imperio territorial que a la distancia nos impusieron a punta de catecismo, religión y saqueos; corto acá, la política se la dejo a los colegas de sociales, estos sí que saben del atropello histórico. De mi parte, lo mío son curiosidades, imágenes, encuentros furtivos, paisajes de sol, de luna, simples cartillas de cuándo y cómo nació el mundo.
Bueno, al grano: Les comento que al llegar a la Península Ibérica volví a desempolvar la vieja amistad con Pedro, ese tremendo Calderón muy De La Barca y hasta quimérico de una realidad vivencial que se nos va en un segundo mientras fabricamos utopías para la inmortalidad, vaina fugaz, porque lo único que realmente prevalece es el cambio. Le doy la razón a su pensamiento existencialista; y es que en la perseverancia hay que soñar despiertos, así la vida sea un sueño.
Luego visité a los Reyes, el patrón Juan Carlos dizque andaba de caserías amorosas o huyéndole a sus mezquinos intereses; con Él no me vi o tal vez se me escondió por física vergüenza, aquello de los escándalos fiscales, coimas y lo tradicional de por aquí, porquerías. Más tarde, por supuesto de paso, hice un recorrido por el Camino de Santiago, Cádiz, la Mancha por donde se paseaba el Quijote, Toledo, Pamplona aunque ya habían pasado las de San Fermín, Albacete, allí saludé a Teresa Gelvez, mi tía política que ahora habla españolete; la Rioja, Salamanca, Vivar, el Mío Cid iba caminando hacia Burgos, me consta, Málaga con su Picasso y el Mediterráneo; en esta franja azul, mar de mares, asistí a un concierto con Serrat y Sabina, más poetazos que cantantes, aún de vanguardia y acompañados de su pesada edad que no les quita la grandeza. Muy calidosos.
Por asuntos de economía en el tiempo salto a otros personajes que por estos días estuvieron de moda. Vi a Colón listo a emprender un nuevo viaje a las Américas. Desde su pedestal me saludó, pero no le respondí y no es que me faltara cortesía, sino por pura dignidad; muy a pesar de mi posición de forastero, le dije que por aquí no asomara las narices porque estaban muy, pero muy bravos con El, con su tripulación y con la encopetada reina por los ultrajes culturales y usurpaciones disfrazadas de conquista. Cuando llegaron – Le grité -, fue a pisotearnos las raíces ancestrales, a invadirnos y a adoctrinarnos con lo de ustedes sin importarles un bledo lo autóctono, desconociendo la diversidad como identidad universal de los pueblos. También le recriminé, a pulmón abierto que este mundo es nuestro propio mundo, somos sus dueños y nos pertenece, no es botín para forajidos oportunistas, que no fueran descarados, y más bien, si se atrevían a regresar, que esta vez atracaran con su trío de carabelas repletas de maleantes en el parque de Chinácota o en el municipio de Arboledas a ver cómo les iría allá, donde sí saben pelear, al menos las mujeres y aquí menciono a la valiente Zulia, mínimo les darían un recibimiento a pata, puño y tierra por los ojos, claro, sí llegaban con las mismas intenciones de despojos.
No puedo seguir con los detalles porque corro el riesgo que me deje el avión; y por si fuera poco, para aque
llos que no creen en lágrimas de mujer ni en rengueras de perro, antes de atravesar el charco obtuve, gracias al cielo, una pequeña entrevista con García Lorca, “Verde que te quiero verde”, y con el famoso Antonio Machado, el de “Caminante no hay camino se hace camino al andar”. Trafalgar me esperaba, pero sólo pude acariciar el papel con mis manos, todos sabemos que la vida es un soplo y ya soplaban vientos de retorno sobre la ruta de regreso.
Ah, una buena amiga mía, muy buena, cuando hacía el último gasto de mis horas libres por el paseo de la Castellana, en pleno Madrid, me recomendó el jueves pasado que no girara al nuevo continente sin visitar a Israel; imposible por distancias, pero sí me encontré en el templo de nuestra historia con Belén, Chuchito, y unos cuántos más de los que han anunciado la tierra prometida. No tuve que sacar la brújula, Dios siempre está conmigo y es mi guía, pocas veces me pierdo, asuntos de orientación y disciplina.
De vuelta, ya en el aeropuerto Adolfo Suárez, ahí en el distrito de Barajas, el ángel de mis sueños me premió con otro regalito, no es mi culpa, conocer en vivo a Paloma, no a la derechista y peliona del Congreso, esta fue la San Basilio con su chorro de voz, la de “No llores por mí Argentina”. Iban de gira para cualquier parte del planeta con José Carreras y Plácido Domingo, éste último bajó su tradicional bufanda, me saludó, volvió a cubrirse parcialmente la cara y se le retiró unos metros a la prensa; me dio la impresión que algo escondía con su tenor de conquistador en auditorios vedados al amor.
Sin ser un trotamundos, menos posar de chicanero, pero me llovieron llamadas de amistades estando en las Europas, ofreciéndome sabios consejos que me sugirieron desde aquí, por ejemplo, pilas con el distanciamiento, tapabocas y alcohol que llevaba hasta para ofrecerle a Messi que tampoco estaba en Barcelona, me dijeron que había partido a tierra gaucha buscando un cupito al mundial de Catar 2022; una más, y no se molesten, compartí avión con el Nairo boyacense. Venía con el cuero lacerado por una mano de porrazos que le brindó el suelo francés, me dijo que llegaba a sus cultivos de papa a arquearse unos días mientras le cicatrizaban las peladuras, que regresaba a prepararse porque algún día no muy lejano ganaría la vuelta al mundo; muchos recuerdos les mandó a los de mi colegio y, eso sí, me hizo demasiado hincapié, para que después de esta horripilante peste continuáramos viviendo en pazdemia. A nombre de todos mis compañeros le agradecí sus buenas intenciones.
En la travesía de esos vuelos siderales recordé con los míos el problema discriminatorio de mi raza; la tripulación brindó un café colombiano a nombre de la remembranza. Y aquí llegué puntual a cumplirles. Finalmente, a manera de moraleja y conclusión, como dirían los fabulistas: En tiempos de crisis y con la tecnología a cuestas hay que tomar la emergencia por el lado amable, caminarle lejos muy lejos a las dificultades, fantasear, soñar y no perder la sonrisa ni el humor; espero que nadie de mis colegas se haya quedado en casa; tengan en cuenta que si se quiere viajar se viaja, y es posible; como dice el poeta: “Uno se va sin barcos, sin aviones, incluso sin trenes”, cuando uno quiere irse, uno se va y punto, “muérase quien se muera”, de envidia o de nostalgia. No soy casa sola, les traje regalitos, vino, tapas, paella y para todos; esta media semana pásense por mi casa, lamentablemente el Covid 19 no me permite llegar hasta sus hogares; ahí les guardé su detallito. Y como ustedes al igual que yo son curiosos, por no decir otra cosa, ya tengo lista la mochila para la siguiente peregrinación virtual, no les digo el lugar porque descuidan el trabajo. Por ahora voy a cumplir con mi deber, ahí donde a los buenos maestros nos espera la Institución de los asuntos pedagógicos. Éxitos.