Centenario de María Ofelia Villamizar Buitrago
22 de enero de 1921 a 30 de enero de 1991
Desde Tipacoque Boyacá, me uno para expresar un sentido reconocimiento de admiración y respeto de quien se erige como uno de los baluartes de las letras norte santandereanas y nacionales, al cumplir cien años de haber nacido en el corregimiento de Villa Sucre, (Arboledas), bañado por el río Zulia y las quebradas la Esplayada, la Uribe, la Peñonera, con sus diecinueve veredas y excelente clima donde se cultivan diferentes productos. Sí, en esa región afortunada nace una niña alegre, inquieta y juguetona, que su pasatiempo lo empleaba en escudriñar la naturaleza y el paisaje para regocijarse en los secretos de un incipiente halo poético que empezaba a merodearla. Sus cinco sentidos se agudizaban con el paso del tiempo, la mirada ensimismada en cosas profundas de la vida; de la misma manera, su oído musical transformado en melodías naturales para buscar la dulzura de sus himnos que engalanan muchas instituciones que la recuerdan con cariño. Es la poetisa de la naturaleza, del alma y del espíritu, quien nos legó su cantar lírico y prodigioso en renglones inmortales: “No moriré del todo, cuando pase al otro lado del espejo, como un cable tendido en el abismo se quedarán mis versos. Con ellos volveré y cuando alguien abra los frágiles cuadernos que llené de palabras estaré viva en ellos”. Es cierto, el poeta escribe para la posteridad, sólo se comprende cuando el tiempo le da sentido al despertar con nuevos ojos para mirar más allá de las palabras, porque los versos quedarán como el cable que conduce la chispa de quienes desean admirarla. En las palabras perdidas en los añejos cuadernos se presencializa la vida y los recuerdos.
Sus merecidos reconocimientos hacen parte de la labor silenciosa, tesonera, y de su trayectoria literaria que supo cultivar con esmero: Poemas: Hágame una Carta, Torcoroma, Mater Admirábilis, Mañana, como despedida al humilde borrico cucu-teño. Libros: Cántaros de Greda, Raíz Afuera, Isla verde, Esta es mi Voz, Noira. Bambuco Cascabelero y once himnos escolares.
Del poema, Hágame una Carta, cuando dice: “una sola puerta da paso al olvido y a la remembranza”, se siente el peso del tiempo, el transcurrir del hombre y, al mismo tiempo, da luces para recordarlo. “un roído estante con sabor a escuela”, nos transporta en el tiempo a cada uno a los inicios de la escolaridad… “y es frente a la muerte vacilante llama el rostro del viejo se surcó de brechas, se blanqueó la cabeza y la barba para darle lo que él nunca tuvo, para izar el pendón de su raza, porque no siguieron pegados al surco, porque fueran señores mañana ¡Son hombres de talla! ¡Pero, pobrecitos, son dignos de lástima…! Se olvidaron del campo, su cuna, con esfuerzo digno de una buena causa; se olvidaron del viejo labriego de la pobre anciana desesperada. ¡Pobrecitos hombres… son dignos de lástima…! Señorita… hágame una carta que parezca que es hecha de ellos y creiga la vieja que ésos se la mandan…”. Por la profundidad de los sentimientos que alberga la carta es difícil seguir explicando la profunda realidad que maltrata los sentimientos, aguan los ojos a quienes sus palabras en el poema se convierten en latigazos que hieren lo más profundo de los seres, que se olvidan de sus padres, de sus ancestros, de su terruño y en especial del agradecimiento, que es propio de personas íntegras.
(Recopilado por Álvaro Rondón Espinosa)