La Opinión - Imágenes

Tu risa crece y crece como un barco que viene…

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TERRITORIO AMOROSO

Hoy creces en mi frente como un árbol de sueño y las horas se inclinan sobre el alma golpeando claramente con manos de campana. Celeste en la espuma del alba, azul de ala y cielo en la espada de luz del mediodía, dorada al oro del crepúsculo, te amo territorio de frágil presencia, de miradas caídas como ríos de espanto y de frutas aún no redondas.

Patria del beso y del asalto, cuando me acerco a ti un pequeño temblor creciendo va subiendo, poblando mis dominios donde crece el recuerdo de la muerte, y hay una conmoción de golondrina­s en mi sangre y un verde-azul y oro itinerario de lentas mariposas en mis venas.

Un clima de metales y sombra y lentitud me envuelve, yo no voy a las cosas; los jardines se acercan con su luz y sus ojos de pétalo y pájaros volando a mi rincón de bruma.

Tú eres la más rebelde ola del más oculto océano y yo salgo en ti con la frente de sal y con la voz de mar y los ojos oscuros.

Ahora como entonces a la muerte va todo, pero he aprendido a sonreír.

¿Qué aguas turbias me inundan sepultando campanas del corazón, lunas de infancia, espantando palomas de jazmín en cielos de perfume, deshaciend­o paisajes y pupilas y brazos de niebla? Sólo tú equidistan­te, firme entre la sombra y la luz, de metales ardiendo y de dulzura, en el sitio del corazón, golpeas con lágrimas y dientes y sonrisas.

Con tu cintura de promesa y brisa bajo dos llamas de piedra y de temblor, con tus piernas de paralela fuerza insospecha­da, con tu mirada de repentina y larga entrega y tu cabeza revuelta de ala, de bandera, de felino, me arrastra a la luz furiosa, definitiva, rubiamente. El sendero se alarga cuando hablo de las rosas. Tu risa crece y crece como un barco que viene.

Y eres mía, eres mía entre ausencias y raíces y besos, y yo soy de las cosas, de la materia, de la luz, de los guijarros y las rosas.

Mira mi corazón que tiene la forma justa de una lágrima.

Desnúdalo como si fuera un niño de niebla y de rocío.

Dile de qué manera el sol se transfigur­a en el redondo instante detenido con alas de perfume y corazón de miel.

Cómo la luz se interna en las raíces para ser ojos de la tierra con párpados de pétalo. Cuando pasa el crepúsculo se inundan tus pupilas de campanas.

Eres delgada y rubia como un tallo de luna y te acaricia el sueño como al agua la brisa.

En ti se derrumbaro­n las hélices del tiempo, las alas del espacio.

De ti nacieron todos los ríos de campanas que van desde tus labios a mis venas.

De ti se desprendie­ron las estrellas que devolvía tu sueño cuando en tus ojos se refugiaban los crepúsculo­s. Territorio amoroso de cálidos y largos brazos.

Patria del oro defendido por pequeña blancura matemática.

Tu longitud de estrella se alarga temblando y crece el corazón hacia las rosas.

Ah! pequeña salvaje como espada tendida con su filo de luz bajo los párpados.

Eres llena de fuego entre todos mis sueños ahora y en la hora de nuestro amor.

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Carlos Martín
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