Vacío, Uno y Todo
El tiempo no va a dejar de ser nunca tiempo, los humanos sí dejaremos de ser humanos, al menos en nuestra dimension mortal, en la que somos apenas una brisna circundante en un movimiento eterno que ni siquiera alcanzamos a vislumbrar sino, sólo, a imaginar. Ese misterio me encanta, porque me ha generado inquietudes maravillosas para mi estudio, en una especie de auto currículo académico por desarrollar, el cual se va nutriendo -por sí mismo- cada vez que avanzo en mis investigaciones y me integro a su inmensa red de dificultades por discernir.
No sé si la vida es una minúscula parte desintegrada de la eternidad, que se sincroniza con el suceder de los instantes, como en las matemáticas, en un paréntesis que se produjo por azar o, algo más sencillo, que fue un pedazo que sobraba en ese proceso de depuración que poseen las cosas universales, como los cometas, que caen por carecer de función en el proceso cosmológico.
Incluso, me parece que no tengo claro el sentido de su dirección, porque todo apuntaba a que era hacia adelante pero, de acuerdo con las últimas teorías, ciertas y científicas, es probable que haya una opción inversa de su transcurso que nos haga repensar –e invertir- sus modos de ser presente, pasado o futuro y nos deje, otra vez, abismados ante su enigma, como si estuviéramos apenas comenzando.
UNO Y TODO
El paso del tiempo por nuestros sentidos es como el préstamo de un pedacito de eternidad, la cual pretende aportar giros en el alma de cada uno de nosotros, para superar esa especie de irrealidad vacua que somos, y sentirnos primordiales en esa dignidad filosófica que nos hace parecer inmortales.
Hay una inferencia interesante que hace que un segundo se vaya proyectando en medidas más amplias -hasta llegar a ser siglos- y nos advierta que, así como un punto es el inicio del espacio, el instante único se multiplica en reflejos que continúan vigentes por siempre: la labor es cultivarlos y mantenerlos dentro de nuestro esquema de inteligencia.
Cada uno de nosotros es un suspenso colgado del tiempo, no sabemos cuántos años, sólo que fuimos un recuerdo sostenido hasta que nos llegó la oportunidad de participar en el cosmos, con una compatibilidad generosa con las reservas universales que flotan esperando su turno para hacerse realidad.
O como las ideas de la belleza que se reflejan en la música, en los colores, en los números, en la geometría, en el arte, o en el caudal intelectual que conforma la muestra superior de una dimensión fundamental de la razón.
Una razón que está más allá de lo que somos capaces de definir, a la que debemos aportar mucho pensamiento y acogernos a una benevolencia especial del tiempo, para superar nuestras limitaciones e inducir algunas variantes sabias que nos permitan una opción de merecer su bondad.
EL RUMBO NO ESTÁ DEFINIDO
Y nos pide valernos de la imaginación, fundamentalmente, de la posibilidad de que mediante la combinación apropiada de los instantes percibamos las aristas del universo y registremos los intervalos de inspiración que concede el destino -su aliado-, para asomarnos a la rendija que abre el cosmos al asombro de los mortales.
La eternidad tiene su propia manera de llegar a nosotros en el tiempo, agitando nuestro deseo, incentivando nuestra inquietud intelectual, zafándonos de esas visiones engañosas de la vida en torno a la materia.
El problema está en el presente, que es la conjugación de los elementos del pasado con los del porvenir, su enlace, su bisagra, la sucesión y la retrospección, en fin, la síntesis de la memoria y la imaginación unidas en una magna intemporalidad.
El rumbo no está definidio, se va hallando en el camino, en la medida en que nos vamos despojando de apariencias e izamos nuestra identidad como bandera, faro y horizonte que se confunde con el final del arco iris, donde está el refugio secreto del tiempo.
Así, adquirimos el derecho a pensar más allá, a fortalecer nuestra razón hacia una remembranza de lo clásico, de la savia que necesitamos para pensar en el universo y hacer que los tiempos parciales sean valiosos aportes a la eternidad.
EPÍLOGO
La supremacía de las ideas recoge la esencia de la vida, su historia, en premisas fundamentales que prevalecen sobre las veleidades humanas: El Uno está contenido en el Todo, y el vacío es un misterio de la materia-nada que anuncia su esplendor en el instante en que el Tiempo se dispone a condolerse del mundo.