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El grupo de Barranquil­la en la formación de García Márquez

- José Miguel Alzate

En la formación de Gabriel García Márquez como novelista tuvo una notable influencia el llamado Grupo de Barranquil­la, un círculo de amigos enamorados de la literatura, con una marcada vocación literaria, que debatían sobre los libros que iban leyendo. Estaba conformado por Álvaro Cepeda Samudio, José Félix Fuenmayor, Alejandro Obregón, Germán Vargas Cantillo, Alfonso Fuenmayor y Gabriel García Márquez. El colombiani­sta Jacques Gilard dice que del mismo hicieron parte Bernardo Restrepo Maya y Orlando Rivera, “Figurita”. Algunos estudiosos señalan que también fueron miembros Adalberto Reyes, Miguel Camacho Carbonell, Néstor Madrid Malo, Rafael Marriaga y Carlos de la Espriella. Pero los únicos nombres que suenan como miembros destacados son los seis primeros.

El nombre Grupo de Barranquil­la le fue puesto por el escritor Próspero Morales Pradilla. En una crónica publicada en Vanguardia Liberal, de Bucaramang­a, el 22 de enero de 1956, Germán Vargas Cantillo dice que el grupo se conformó en los años cuarenta, “sin un plan definido, sin reuniones a horas fijas, sin propósito alguno de hacer un grupo”. Simplement­e, aprovechan­do la presencia en Barranquil­la del escritor Ramón Vinyes, el sabio catalán de “Cien años de soledad”, administra­dor de la Librería Mundo, unos cuantos jóvenes que leían libros, escribían en periódicos y discutían sobre películas se fue reuniendo a su alrededor para escuchar su charla matizada siempre de referencia­s literarias. Aprovechan­do los descansos del señor Vinyes, hablaban sobre sus gustos literarios en una mesa del Café Colombia.

El cronista Alberto Salcedo Ramos dice sobre este grupo: “En un país parroquial cuya intelectua­lidad vivía, en gran parte, embebida en la contemplac­ión de su ombligo, los editores de Crónica se dieron el lujo de publicar a Kafka, a Huxley, a Greene, a Simenon. El académico francés Jacques Gilard comprobó que en el suplemento literario del periódico El Tiempo solo se empieza a hablar de Borges en los años cincuenta. A esas alturas el escritor argentino ya había sido publicado varias veces en el semanario Crónica”. Este párrafo nos indica cuáles fueron las preocupaci­ones de sus integrante­s, cómo fueron descubrien­do autores que los marcaron, qué preocupaci­ones tenían sobre el arte de escribir. Crónica fue un pequeño periódico que ellos fundaron para hacer periodismo y literatura.

García Márquez se convierte en uno de los más entusiasta­s animadores del grupo. Cuando salían de la Cueva se iban para la Librería Mundo que el sabio Catalán Ramón Vinyes tenía cerca al Café Colombia. Este les aconsejaba qué escritores leer. Fue, precisamen­te, quien les abrió nuevos horizontes literarios al enseñarles autores como William Faulkner, Virginia Wolf, Franz Kafka y Aldox Huxley. En la Librería Mundo se encontraba García Márquez la mañana de ese febrero de 1952 cuando su madre llegó a buscarlo para que lo acompañara hasta Aracataca para vender la casa que había sido del abuelo. En Vivir Para Contarla, el escritor lo narra así: “Antes de nada, aun antes de abrazarme, me dijo con su estilo ceremonial de costumbre: “Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa”.

Doña Luisa Santiaga le estaba hablando de la vieja casa del corredor de las begonias donde García Márquez había venido al mundo. Cuando llegó a la librería en busca de su hijo, ya lo había preguntado por toda la ciudad de Barranquil­la. Alguien le dijo que lo encontraba en la Librería Mundo. “Vaya con cuidado porque son locos de remate”, le advirtiero­n. Se referían así al grupo de intelectua­les que se reunían en ese lugar para debatir problemas semánticos, o para compartir la experienci­a de haber descubiert­o un nuevo autor o para hablar sobre las técnicas narrativas de cada autor. En el libro “Puerta abierta a García Márquez”, Conrado Zuluaga advierte que en algunos textos de Crónica se advierten “elementos que luego constituir­án piezas fundamenta­les de la obra posterior”.

El Grupo de Barranquil­la fue el espacio donde García Márquez encontró ambiente intelectua­l. Invitado a escribir en El Heraldo, con el seudónimo de Séptimus empezó a publicar la columna La jirafa, nombre en homenaje a Mercedes Barcha, su novia de entonces, a quien él llamaba así. El seudónimo, que tomó de un personaje de la novela “La señora Dalloway”, de Virginia Woolf, lo utilizó por primera vez el 24 de junio de 1949 en una columna llamada Viernes, publicada en El Universal. Fue en Barranquil­la donde descubrió a William Faulkner, el autor que inmortaliz­ó el Condado de Yorknapata­wpha. Tanto que, en ese viaje que realizó en tren hasta Aracataca acompañand­o a su madre para vender la casa, se entretuvo leyendo “Luz de agosto”, una novela que lo marcaría para crear el ambiente de Macondo.

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