El acto de hablar, una expresión de vida
Los diferentes trabajos que realiza el hombre requieren del manejo esmerado del idioma, ya sea por el uso de vocabulario especializado o por las estrategias de aplicación para nes especí cos, por ejemplo, un buen abogado debe ser experto en gramática y puntuación, un buen educador debe conocer el proceso comunicativo en lo que respecta a claridad de ideas, sinopsis y dicción. Un político debe ser elocuente y convincente, como lo es quien practica el malsano o cio de embaucador. Un locutor, buena in exión de la voz. Un vendedor debe promover aspectos emotivos, e igual que el conquistador amoroso, manejar la palabra orida y el lenguaje corporal con seducción… El idioma, como ente humano se presta para confabularse con todas sus facultades; puede describir hechos imaginativos y formar cuentos o combinar la realidad y la cción y producir novelas o tocar la música de las palabras y perpetrar actos hermosos con explosión de versos. Y aquí es donde la palabra se vuelve poesía, se confunde lo humano con lo divino y es cuando se puede aceptar el enojo o el desacuerdo con la belleza. Aquí nacen momentos delirantes, como el de Marco Fidel Suárez en el senado; un político recalcitrante dice que él no tiene autoridad para hablar por ser hijo natural de una pobre lavandera, ante lo cual el literato responde: “Si, su señoría ilustrísima soy hijo de lavandera, pero de la bandera colombiana” o hechos tales, como el de la reina coja de quien se dice que mandaba matar a todos los subalternos que la llamaran “coja” y un día llegó un poeta al pueblo y les hizo la apuesta que él le decía a la reina ¡coja! delante de todos y que la reina no lo mandaría matar. Organizó un recital y puso a un lado del atril un ramo de hermosas rosas y al otro una apetitosa torta de manzana. El poeta situó a la reina en medio: “Entre las ores y la torta, escoja mi señora” El idioma, también, se presta para mal interpretaciones; es muy común en el trajín diario mal interpretar a las personas con quienes convivimos. Mentalmente predispuestos oímos aquello que se supone o espera del otro y muchas peleas pueden evitarse si se dialoga y aclara lo que se quiere decir. Robert Glasor dijo: “Si se supiese cuántas veces y con cuánta frecuencia se interpreta mal lo que se dice, imperaría más el silencio en este mundo” Un ejemplo de la equivocada interpretación es el de la señora y el cerdo. Una dama al volante se encuentra con otro conductor que hace esfuerzos por controlar su vehículo, en una curva. El señor le grita a la señora ¡Vacaaaa! y la señora sin pensarlo respondió ¡Cerdoooo!… La dama estrelló el vehículo contra una vaca… Son comunes en la política colombiana los famosos micos en las leyes para interpretarlas según la conveniencia. El lenguaje es ambiguo cuando el signi cado que se le da a las palabras no de
ne completamente lo que quiere expresarse o cuando la puntuación es errónea o modi cable. El siguiente texto presenta ambigüedad gramatical con respecto a la puntuación: “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda”. Haga la puntuación como usted estime conveniente… Es necesario re exionar sobre la importancia que tiene el idioma en la vida diaria y en los actos civiles tales, como registros, ventas, compras, declaraciones, etc. Los errores que se cometen al hablar y escribir pueden tener alguna trascendencia para quien los comete; sin embargo, por cuanto el lenguaje es el vehículo diario de las emociones y relaciones, es aquí donde requiere una mayor atención; cuando se convierte en una acción automática e inconsciente hiere y menoscaba la dignidad humana. El acto de hablar, por el contrario, debe ser consciente, una realización edi cante y afectiva que implique el respeto y valoración de las demás personas; muchas gracias.
Un pensador dijo: “El hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla” y los árabes acuñaron el proverbio que dice: “No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio”