La Opinión - Imágenes

Muere Almanzor, el Azote de Dios, en su retiro de Medinaceli

- Pedro García Luaces

El 9 de agosto de 1002 moría en su retiro de Medinaceli Muhammad Ibn Abu Amir, Al-Mansur o Almanzor, «El Victorioso», un guerrero legendario, invencible, un joven ambicioso, un conspirado­r oportunist­a y un dictador despiadado. Antes de convertirs­e en espada del islam y azote de Dios, Almanzor inició una fulgurante carrera política que comenzó como cortesano. Árabe de origen, instruido, atractivo y con gran seguridad en sí mismo, no le faltaban cualidades para destacar. Tuvo el acierto de conocer a la joven Subh, favorita del califa y madre del heredero Hisham II, con quien al parecer mantuvo un cercano entendimie­nto. Al morir el califa, Almanzor, se convirtió en el protector de madre e hijo.

Abu Amir aprovechó la minoría de edad del joven califa Hisham II para dominarlo y usurpar su puesto. Como carecía de nombre y linaje, la única forma de mantenerse en el poder fue a base de gestas heroicas. Sus victorias fueron incontesta­bles. Rindió León, Barcelona, Zamora y Pamplona. Ninguna fortaleza quedaba en pie a su paso. En verano de 997 lanzó su gran campaña de humillació­n a la cristianda­d, el objetivo era su centro de peregrinaj­e, Santiago de Compostela. Los nobles gallegos, lejos de hacerle frente, le suplicaron clemencia. Entró en una ciudad fantasma, evacuada y encontró, sentado sobre la tumba del apóstol, a un aguerrido monje empeñado en custodiarl­a; respetó el sepulcro y la vida del religioso, pero arrasó la ciudad y su catedral, llevándose como botín sus puertas y campanas.

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