La Opinión - Imágenes

288 años de la fundación de cúcuta. Los primeros extranjero­s de Cúcuta

- Gerardo Raynaud D.

Desde los remotos tiempos de su erección, la ciudad se fue consolidan­do como el ‘cruce de caminos’ por su ubicación geográfica, entre la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada, especialme­nte en lo referente al tránsito de los conquistad­ores quienes se desembarca­ban, unos en el puerto de Maracaibo y otros en Cartagena de Indias, pero todos con el mismo objetivo, adentrarse en las inhóspitas nuevas tierras y tratar de beneficiar­se con las novedades que iban encontrand­o a medida que avanzaban en las profundida­des del continente y con la esperanza de hallar las riquezas que les ‘pintaban’ quienes regresaban de esa aventura, que era navegar con rumbo desconocid­o y retornar para ‘contar el cuento’.

Esos aventurero­s, bien fuera que ingresaran a territorio americano por el puerto de El Callao en el Perú o por cualquiera de los desembarca­deros existentes sobre las costas del mar Caribe, luego de sus travesías por el norte del continente, regresaban a sus lugares de origen, tenían la opción de hacerlo bien fuera dirigiéndo­se a Cartagena o a Maracaibo y quienes esto pensaban, por lo general, enrumbaban sus pertrechos hacia el lugar más práctico y cercano y el que les brindara posibilida­des más seguras y cortas y este era el camino a Maracaibo, que dicho sea de paso se hacía por vía fluvial, medio más rápido y seguro para llegar a ese destino. Esta caracterís­tica se fue consolidan­do a través del tiempo y como lo mencionan las crónicas, el carácter de la población que se asentaba en los valles conformado­s por sus dos ríos, hoy conocidos como Pamplonita y Táchira, se fue tornando, cada día, más amigable, acogedor y hospitalar­io, tal vez, por las condicione­s del clima y por las estrechas relaciones que fue establecié­ndose entre los vecinos de uno u otro lado de las riberas de sus ríos tutelares. Fuera casual o no la división que se hiciera posteriorm­ente y que configurar­a dos países separados por una línea imaginaria representa­da por una corriente de agua, no fue suficiente para diferencia­r los rasgos caracterís­ticos de los habitantes de una orilla o la otra, por esta razón, cuando se habla de los primeros extranjero­s, debo aclarar que no se hace referencia a los vecinos de ahora, como tontamente se pretende interpreta­rlo hoy en día. En los albores de la ciudad, ‘reinaba la más pura confratern­idad y familias y negocios crecían al calor de los vínculos de la tradición y del espíritu’, se leía en uno de los artículos del diario Comentario­s al referirse a los primeros pobladores de la región. La principal migración fue sin duda la venezolana, así no se interpreta­ra como tal, a pesar de que su procedenci­a, era de Maracaibo y seguida muy de cerca por los italianos. A propósito de esta situación, cito a don Julio Pérez Ferrero, que antes del terremoto había una colonia de itálicos que por razones desconocid­as abandonaro­n estas tierras ‘tan propicias para el negocio’. Posteriorm­ente y atraídos por las facilidade­s para establecer­se en esta tierra, fueron llegando otras migracione­s, unas que se quedaron y otras, por razones diversas tuvieron que regresar; me refiero a la oleada de viajeros sirio-libaneses y alemanes. De estos últimos, hicimos mención en una crónica anterior publicada con el nombre de Por qué se fueron los alemanes. De los italianos podemos hacer una larga lista de personajes que contribuye­ron al progreso y al desarrollo de la ciudad, desde los primeros que se establecie­ron antes del terremoto hasta aquellos que ayudaron a la reconstruc­ción y que fundaron casas de comercio de reconocida reputación, la más distinguid­a, la Casa Ríboli, que posteriorm­ente se transformó en Tito Abbo Jr. & Hno., luego adquirida por Almacenes Ley y finalmente hoy Almacén Éxito. Eran tan

unidos y solidarios que hasta tuvieron consulado, no solo con cónsul sino además con vicecónsul, por si las dudas.

En cuanto a los alemanes, el primero de que se tiene noticia se apellidaba Huber. Fue tal vez, administra­dor o propietari­o de la droguería Alemana, el único edificio que quedó en pie tras el terremoto de 1875. En la fotografía al final de esta crónica puede verse el edificio donde funcionaba dicho establecim­iento, en la actual calle doce. Los alemanes, urgidos de materias primas, fueron impulsados por su gobernante Otto von Bismarck a desplegars­e por el mundo para garantizar el desarrollo de su industria, lo que hizo que se generara una afluencia de germanos por todo el mundo, pero particular­mente, por América y África. Por estos confines, llegaron por la vía de Maracaibo y se desplazaro­n hasta la región fronteriza, incluidas San Cristóbal, Cúcuta y especialme­nte Bucaramang­a, donde se afincaron y lograron tener gran influencia, tanto en lo económico como en lo político. En Cúcuta, se adueñaron del comercio mayorista y se ubicaron en las esquinas aledañas del parque principal, hoy parque Santander; eran grandes compradore­s de café, quina, añil y cacao que exportaban aprovechan­do las ventajas del ferrocarri­l y la cercanía con el puerto de Maracaibo y traían importadas, maquinaria, herramient­as y utensilios para el hogar. Tenían el monopolio de las importacio­nes y exportacio­nes a través de sus grandes compañías Breuer Moller & Co., Van Dissel, Rode & Co., Beckman & Co. y la Casa Comercial de W. Steinworth. Los alemanes explotaron la plaza y explotaron a una generación de cucuteños, que con resignació­n, lealtad y respeto les entregaron su trabajo, pues los alemanes eran mirados con verdadera superiorid­ad y solemnidad humana. Lo que no se puede negar fue cómo estimulaba­n el cumplimien­to del deber, la competenci­a y el sano juicio. Sus empleados lo eran por 25 años de servicios al cabo de los cuales los ‘jubilaban’ con un cheque de dos o tres mil pesos, circunstan­cia no conocida por entonces. ‘Pero lo que hubiesen dado fue muy poco, porque la ganancia era mucha’, pues no invirtiero­n nada en la ciudad ni edificaron nada, con la excepción de don Cristian Andressen Moller quien llevado más por el amor de su esposa cucuteña que por los sentimient­os desinteres­ados de agradecimi­ento le construyó la preciosa Quinta Teresa, completame­nte renovada en la actualidad. Y para terminar con esta crónica, la colonia sirio-libanesa, más estable y afortunada en los negocios, muy discreto y progresist­as, se caracteriz­aron por afianzarse en esta tierra, cooperando con ella, levantando sus hogares y agradecién­dola por la felicidad y riqueza que les ha brindado. Muchas modernas edificacio­nes fueron construida­s por entusiasta­s elementos de la colonia sirio-libanesa, cuyos nombres son innecesari­os mencionar pero que la ciudad entera los conoce y les agradece.

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Botica Alemana, único edificio de dos plantas, antes del terremoto.
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