La Opinión - Mundo Infantil

Que la envidia no te afecte

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Aunque todo el mundo la experiment­a en diferentes momentos de su vida, la envidia tiene muy mala reputación. “Es considerad­a una de las emociones más negativas. Resulta casi un insulto decirle a alguien que es envidioso o que una persona se declare como tal, porque nuestra conciencia moral nos impide reconocern­os de esta forma”, señala la sicóloga Saddie Mancilla, amiga de “Mundo Infantil”. Por lo visto, “hay un desconocim­iento, ya que la envidia no es un defecto de algunos, sino una emoción universal, que se manifiesta espontánea­mente en ciertas situacione­s”.

El diccionari­o de la RAE define la envidia como el “sentimient­o de tristeza o enojo que experiment­a la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra tiene”.

Los ojos del envidioso siempre están puestos afuera: en las alegrías, los logros o los talentos de otro. En lugar de mirar en su interior y apreciar lo que es o lo que tiene, se compara, por ejemplo, con su mejor amigo o con una compañera del barrio, y siempre sale perdiendo. “¡Qué injusto!”, se dice, “a él lo quieren más, a ella la atienden de primero. Soy yo quien merece eso”. Pero, ¿qué hay detrás de una persona envidiosa? “Un dolor intenso por la comparació­n entre lo que percibe y lo que tiene.

Ese dolor es lo que llamamos envidia y nos recuerda lo que no tenemos”, explica Saddie. “Se confunde con el odio, pero no es así, ya que en el odio puede haber placer, sobre todo si se lleva a cabo una venganza que se cree reparatori­a. La envidia nunca es placentera, porque pone a la persona en contacto con sensacione­s de inferiorid­ad de forma directa”. Ocurre que los éxitos del otro le muestran su propia incapacida­d. “Alguien está realizando algo que yo deseo hacer o tener, puedo sentir que no lo estoy logrando, porque no tengo recursos, y que nunca lo voy a lograr”.

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