¡Tierrrraaa!
españoles loros verdes, pájaros de colores, frutas y flechas. La primera playa de América se extendía ante los ojos de Cristóbal Colón, pero esto no lo sabía él en ese momento. ¡Era una tierra nueva, cuya existencia ignorada, ni aún los grandes viajeros como Marco Polo habían podido sospechar siquiera! ¡Era el 12 de octubre de 1492! Colón se dispuso a tomar posesión de ella con toda solemnidad: Vistió sus mejores ropas, y desembarcó en la playa sosteniendo el estandarte de los reyes de España. Detrás de él, iban los capitanes de la Pinta y la Niña, con la bandera y la Cruz. Todo era nuevo e inesperado, y de todo tomaba el navegante posesión, plantando en la tierra la cruz de Cristo, y el pendón de Castilla, en nombre de sus majestades, Fernando e Isabel. De ahora en adelante, declaró Colón, esta isla pertenecerá a Isabel y Fernando, y su nombre será San Salvador. Y después, él y sus hombres, se arrodillaron sobre la arena, y dieron gracias a Dios, que les había permitido llegar hasta allí sanos y salvos. Colón y sus hombres hallaron en aquellos mares muchas otras islas verdes y bellas, más era necesario regresar a España y proclamar ante los soberanos y ante el mundo entero la noticia del descubrimiento. Y así fue cómo la Pinta y la Niña cruzaron nuevamente los mares, ahora de regreso a las costas españolas. des palmeras, húmedas de rocío. ¡Era una tierra nueva! En la isla reinaba la calma y el silencio, pero poco a poco, hombres de piel oscura, completamente desnudos, aullando una lengua desconocida, llegaron a la orilla del mar, asombrados al ver los grandes veleros que habían llegado. No eran feroces, sino inocentes como niños, y sonrieron a los marineros cuando les regalaron cuentas de cristal, sonajas y cascabeles. Ellos, generosos, regalaron a los Entonces se oyó la voz gozosa de Rodrigo de Triana, vigía de la Pinta, que gritaba ¡Tierra, Tierra! Los hombres estaban felices, y casi que no lo podían creer; pero Cristóbal cogió el catalejo, y con toda seguridad les dijo: ¡Es tierrrrraaa! Y al amanecer, cuando comenzó a aclarar el día, fue cobrando forma, lentamente, una pequeña isla, de blancas playas, y ver