La Opinión - Imágenes

La Leyenda de Yuruparí

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“En un principio había en la tierra dos personas: Una se llamaba Tunapa (santo en guaraní); hacía el bien, no gustaba de cosas que no servían ni menos parrandas y

estas profanas. El otro personaje era Yuruparí, amigo de lo malo; juego, chicha, bailes y vivía de lejos de Tunapa (diablo en Guaraní). Yuruparí arrastraba para sí mucha gente. Contrariam­ente, Tupana tenía pocos seguidores; y las estas de Yuruparí hacían llevar al bando de la maldad a muchos secuaces. Un día Tunapa resuelve matar a Yuruparí por ser este quien tenía más gente. Se hicieron a una hoguera grandísima y allí quemaron al Yuruparí. Hecho ceniza vinieron sus seguidores con gran tristeza y quedaron silencioso­s ante semejante realidad; y no pudieron encontrar un solo hueso; todo él había sido hecho ceniza.

Pasaron los días y en las cenizas retoñó una palma llamada Pachuba, muy bonita por lo alta y recta. Vinieron al lugar mujeres y al mirar la palma hermosa, conviniero­n con los hombres tumbarla y elaborar un instrument­o que imitara la voz de Yuruparí, su recuerdo. Tres pedazos de palma fueron su cientes para formarlo.

Desde entonces las mujeres fueron poseedoras del gran Yuruparí. Ellas lo tocaban cuando iban al baño en las mañanas; al oírse de lejos se decía que Yuruparí estaba vivo. Y era o cio de las mujeres traer pepas del monte para los hombres que hacían los o cios domésticos.

Con los años se aburrieron ellos de hacer los quehaceres del hogar. Además Yuruparí era hombre y las mujeres decían no estar con él. Una sola reunión fue su ciente para que los hombres acordaran únicamente el ir a la mañana siguiente a donde las mujeres acostumbra­das al baño en el río, para quitarles el Yuruparí.

Todos ellos armados con adavi (bejuco rodeado de bra, un verdadero azote), fueron a donde se encontraba­n las mujeres bañándose y, azotándola­s con los adavi, las obligaron a entregar el Yuruparí a los hombres.

Se encaminaro­n a donde se había quemado a Yuruparí y encontraro­n con gran sorpresa, una mata de yuca brava, y miraron y era maní (guarani) o maniba (portugués) que es el palo de la yuca. Lo arrancaron y vieron que era raíz de yuca e hicieron chicha como la que hacía Yuruparí y les supo muy bien. Descubrier­on que era preparada con caldo de maní, llamado manicuera, como la preparaba Yuruparí en vida. Esta manicuera era la misma sangre de Yuruparí, es decir que la chicha es sangre de Yuruparí.

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